Las torres contra el pueblo
El mero empecinamiento de un narcisista es capaz de destruir, desde dentro, nuestro castillo
En Valencia no tenemos complicado encontrar un monumento que represente a la ciudad. Aunque en las últimas décadas ha entrado con fuerza al catálogo iconográfico ... valentino la futurista Ciudad de las Artes y las Ciencias, tanto el Miguelete como las Torres de Serranos se mantienen en los puestos más altos de la preferencia popular. Hay quien elegiría las Torres de Quart por esa teatralidad bélica que les confieren los agujeros hollados por la artillería napoleónica en 1808, pero son sus hermanas de Blanquerías las que mejor evocan la urbe amurallada gracias a sus líneas rectas, su planta pentagonal y a los matacanes superiores con almenas y troneras. Es lógico que estas singularidades exciten la imaginación del observador y lo transporten a aquellas cinematográficas batallas de caballeros con armadura y de nubes mortales de flechas cerniéndose sobre unos soldados con capacetes en la cabeza y holgadas cotas de malla. Por desgracia, jamás sabremos cómo habría crecido la ciudad de haberse mantenido en pie la muralla y sus otras diez puertas. No me cabe duda de que ese hipotético esfuerzo de conservación habría complicado la planificación y el ensanche urbanísticos, pero también que nos habría legado una ciudad vieja monumental y pintoresca.
Una de las características que más curiosidad despiertan en los visitantes, y que le es común a las dos puertas supervivientes, es el contraste entre las fachadas exteriores y las orientadas hacia la ciudad. Estas últimas, las interiores, están muy poco fortificadas y terminadas casi sin cerramiento. La idea era evitar que estas construcciones defensivas pudieran utilizarse como fortín desde el que atacar la ciudad después de tomadas por el enemigo. Pues bien, parece que esta ingeniosa prevención de los maestros de obra bajomedievales no inspiró a los arquitectos del ordenamiento constitucional postfranquista. Así, los que considerábamos que la constitución vigente era el cuerpo legal que consolidaba la democracia, los derechos fundamentales y las libertades públicas, o que garantizaba la unidad nacional, hemos descubierto con estupefacción que sus mecanismos de autodefensa son paupérrimos. Éramos ignorantes de que el mero empecinamiento de un narcisista es capaz de destruir, desde dentro y sin oposición, nuestro castillo. En consecuencia, era inevitable que Sánchez se lanzara al asalto definitivo de la Justicia con el cambio de las reglas de acceso a la judicatura o arrebatándole a los jueces la instrucción de las causas penales para entregársela a esa Fiscalía que él controla ¡Y todo conforme a derecho!
No creo yo que Pere Balaguer hubiera permitido que sus torres terminaran usándose contra el pueblo al que debían custodiar.
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