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Si hace noventa años fue posible trasladar esas pinturas murales ¿cómo no va a serlo ahora?

BRUNO FERNÁNDEZ TERRASA

Lunes, 2 de junio 2025, 23:56

La imaginación le ha transportado a la comarca aragonesa de Los Monegros. Es el mes de octubre de 1936. Está usted a un kilómetro y ... medio de Villanueva de Sigena, de poco más de medio millar de habitantes. Observa a lo lejos la población construida sobre una pequeña elevación de la extensa llanura, y le parece formidable que en ese pequeño conjunto de casas naciera el descubridor de la circulación pulmonar, Miguel Servet. Algún que otro pinar salpica, como manchurrones verdes, un paisaje árido saturado por el color ocre de la tierra arcillosa. Gira levemente su cabeza y ve un imponente monasterio románico. Le llama la atención una pintada con las las siglas «CNT-FAI» en blanco en una de sus paredes. Parece muy reciente. Cada vez que se levanta la brisa percibe el olor a madera quemada. La curiosidad le empuja a asomar la cabeza por la portada abierta y contempla, bajo sus catorce arquivoltas, como los listones y las viguetas de encina ennegrecidas arañan el azul del cielo que asoma por la techumbre parcialmente derruida. Los gruesos muros han resistido a las tremendas temperaturas del incendio. Camina con tiento, evitando tropezar con un fémur o un cráneo humanos. Sabe que las tumbas del templo también fueron profanadas por los milicianos pirómanos. Da un respingo al pensar que puede toparse con los restos de Sancha de Castilla, reina consorte de Alfonso II de Aragón y la mujer que mandó construir el complejo monacal en el siglo XII. En ese momento toma conciencia, está ante el Real Monasterio de Sijena. Hay un ir y venir incesante de obreros. Escucha el martilleo de los operarios que refuerzan el andamiaje que se eleva hacia las bóvedas. Alguno de ellos lleva el gorro cuartelero, otros un pañuelo ceñido a la cabeza gracias a cuatro pequeños nudos con forma de garbanzo. Entre todo aquel gentío destaca un tipo con un porte menos humilde y voz de mando. Cree adivinar su procedencia por el acento; sí, es catalán. Éste se dirige a gritos a dos hombres que están subiendo a la caja de un Hispano-Suiza 66 un gran rollo cuidadosamente envuelto. Sólo es una parte de los frescos extraídos de los arcos de la sala capitular con la técnica del strappo. Las ballestas de la suspensión del camión crujen cuando los portadores se encaraman a él con la carga, lo que anticipa que el traslado hasta Barcelona por las carreteras de tierra será tortuoso. De repente usted regresa al presente y reflexiona: «Si hace noventa años fue posible trasladar esas pinturas con razonable integridad, recorriendo más de doscientos kilómetros de un país en guerra, ¿quién sería capaz de defender que en 2025 aquellos murales podrían terminar dañados en su viaje de regreso a casa? Ah, claro -se dice a sí mismo-, los soberanistas catalanes».

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