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Inoperatividad

Reflexión sobre la pertinaz insistencia en no tomar partido ideológico por nadie

Lunes, 5 de mayo 2025, 23:54

Para los nacidos en los años setenta del pasado siglo, como yo mismo, Pedro Ruiz es una figura mediática bastante reconocible. Sin embargo, es de ... esos personajes que resulta complicado definir profesionalmente. ¿Es periodista, es actor, es escritor o es cantante? Bien es cierto que siempre podemos recurrir para su caso al cajón desastre llamado 'showman', ese que es análogo al de 'deportista' cuando nos referimos a un señorito noble o altoburgués que ocupa su tiempo tragando arena del desierto subido en una motocicleta KTM, lanzándose en un colorido parapente, cruzando un río amazónico en un exiguo kayak o surcando el Atlántico en un pequeño velero equipado con placas solares. Tal es el caso del tristemente fallecido Álvaro Bultó o el de su tocayo de Marichalar. Pues bien, estos días he tenido la ocasión de ver una vídeo-entrevista al 'showman' barcelonés publicada por el diario digital The Objective y, bueno, he de reconocer que tiene muchas cosas que contar, y eso siempre resulta interesante. Pero también que proyecta la soberbia contenida del que se considera a sí mismo un pionero de la libertad de expresión durante el tardofranquismo y un muso de la posterior Transición. Oiga, que no lo pongo en entredicho, pero si hacemos un rápido repaso a su trayectoria sólo encontramos algún hito como el de haber dado nombre al programa deportivo de Televisión Española 'Estudio Estadio', o algún que otro éxito puntual de audiencia en los años ochenta, cuando sólo existían dos canales de televisión nacional. Después, un ir y venir de proyectos televisivos frustrados; otros, fruto de su irrefrenable diletancia, que le han llevado a incursionar en el ámbito teatral o literario; una ajetreada vida amorosa, con mujeres estupendas, admitámoslo; y un largo historial de enfrentamientos con los grandes grupos audiovisuales y con los políticos de turno. Toda esta larga experiencia ha desembocado en el deseo indisimulado de volver a tener un programa en La 2 como medallita de reconocimiento a su ingenio y a su elevación intelectual en el crepúsculo de su vida. Aunque su característica personal que más me interesa para la conclusión de esta columna es una que comparte con otras personalidades relevantes españolas como la de Arturo Pérez Reverte: la pertinaz insistencia en no tomar partido ideológico por nadie; para lo que les queda en el convento... Postura muy respetable, claro que sí, pero incoherente con la de sufrir la pulsión de estar pontificando todo el día, alertando de los males que acucian a nuestra sociedad y señalando a los culpables, pero siempre encaramados, muy en lo alto, a una atalaya de observación sin proponer ninguna solución. Muy poco operativo.

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