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Espejismos, que no reflejos

Los separatistas echaron mano de la manipulación de aquel suceso: la Guerra de Sucesión

Lunes, 28 de abril 2025, 23:55

Casi todos conocen las sinergias ideológicas y operativas entre el grupo terrorista ETA y el IRA. No en vano, muchos mantienen que existe una cierta ... relación especular entre ambas bandas asesinas, y esto en un esfuerzo por homologar los orígenes históricos de los conflictos políticos que desembocaron en su creación. Pero, como casi siempre, estas fantasías responden al carácter voluntarista propio de los nacionalismos periféricos; ya sea el vasco, el catalán o su subsidiario valenciano. Son tantas las diferencias entre las dos fenomenologías, que no me bastaría con una tribuna a toda página para enumerarlas. Muy al contrario, el caso irlandés sólo puede servir como un marco referencial remoto. De hecho, de las pocas coincidencias entre ellos, su fuerte componente religioso inicial, marca en realidad una de sus diferencias esenciales: que al contrario que los vascos, los irlandeses fueron perseguidos, reprimidos y hasta excluidos de la vida pública durante siglos por su fe. Sobre todo a partir de la entrada en vigor de la Ley de Supremacía de Enrique VIII, en virtud de la cual el soberano inglés se convertía en «Cabeza Suprema de la Iglesia de Inglaterra», y ésta se separaba de la de Roma. De hecho, los irlandeses católicos no pudieron ejercer cargo público alguno hasta la aprobación de la Ley de Alivio de ¡1829! La prohibición de que un miembro de la iglesia latina suba al trono del Reino Unido sigue vigente. Ahora pregúntese, ¿desde cuándo los miembros de uno de esos pueblos presuntamente «oprimidos por España» tienen la posibilidad de ostentar o desempeñar cualquier tipo de dignidad o de cargo público? Bueno, es que no existe un «desde cuándo», pues nunca lo han tenido vetado. Los valencianos contamos con ejemplos tan conspicuos como el de Francisco de Borja o el de Honorato Juan Tristull en tiempos de los Austrias, o el de Gregorio Mayans, alto funcionario del mismísimo Felipe V, ya en tiempo de los Borbones. Es por esto que los separatistas, huérfanos de la tremebunda tragedia irlandesa, con sus invasiones auténticas y sus hambrunas genocidas, y urgidos por la necesidad de dotar de legitimación moral a su proyecto nacional ahistórico, echaron mano de la manipulación de aquel suceso que resultaba más susceptible de serlo: la Guerra de Sucesión del XVIII. Y así, cada 25 de abril, el catalanismo se encarga de darnos la monserga, con un éxito muy relativo, para que no olvidemos la Batalla de Almansa como su efemérides más relevante. Sí, esa en la que los únicos valencianos participantes fueron los trescientos que combatieron por Felipe V, mientras que los habitantes de Valencia y los de otras importantes localidades esperaban mansamente, como si con ellos no fuera la cosa, el nuevo régimen. Ya ya, lo de Játiva ya nos lo sabemos.

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