Huelgas por Gaza, silencios en casa
Miércoles por la mañana. Mientras tú ibas al curro esquivando atascos, reuniones y ese café por casi 2 euros, un grupo de trabajadores se concentraba ... en el puerto de Valencia, hospitales, aeropuertos y hasta colegios públicos para pedir justicia... en Gaza. Y me pregunto, ¿esa gente no ve los medios de comunicación?
Pero si uno rasca un poco, sin mucho esfuerzo, la verdad, se da cuenta de que la convocatoria no ha sido precisamente un éxito de masas. ¿Por qué será? Quizás porque a muchos trabajadores valencianos les queda lejos Gaza y muy cerca la hipoteca, el gasoil, la subida del pan y la temida comunicación de Hacienda que te recuerda el pago de los impuestos de este tercer trimestre.
Lo curioso es que, según los propios sindicatos, esta no era «una huelga laboral al uso», sino un acto para «dar cobertura» a quienes quisieran manifestarse sin represalias laborales. Es decir, no era huelga-huelga... era una especie de performance con horario flexible. Una protesta exprés. La huelga del «esmorsaet».
Corremos el riesgo de convertirnos en manifestantes de lo lejano y espectadores de lo cercano
Lo que da lugar a una reflexión: mientras gritamos contra Netanyahu con pasión, aquí nos callamos ante cosas que, a diferencia de las bombas en Gaza, sí nos estallan cada día en la cara. Por ejemplo... que te van a subir las cuotas, amigo autónomo. Así, sin anestesia, la Seguridad Social propone subir las cuotas entre un 3,8% y un 35%. Dependiendo de lo que ganes, podrías acabar pagando hasta 206 euros más al mes. Esto no es una metáfora ni una pancarta: esto es lo que vas a ver reflejado en tu cuenta bancaria. Y ni una sola manifa en la calle. Los sindicatos no han convocado ni un «parito» simbólico para protestar, porque ya se sabe: gritar contra Israel da más likes que pedir justicia para los que facturan con facturas y no con subvenciones.
Queremos que se pague por los crímenes de guerra, y está bien exigirlo, pero igual de legítimo sería pedir que nuestros gobernantes rindan cuentas por sus desmanes. Que no se escondan tras el conflicto internacional para no mirar el incendio local.
La coherencia es hija de la valentía. Si hoy nos plantamos para Gaza, que mañana se planten también cuando quieran aumentar nuestras cuotas, asfixiarnos con los precios de la luz o encubrirse con casos de corrupción que inoculan desconfianza.
Hoy se puede gritar «paz justa para Gaza». ¿Para cuando gritar «justicia para los de aquí»? Porque si no atacamos la guerra que nos empobrece, corremos el riesgo de convertirnos en manifestantes de lo lejano y espectadores de lo cercano. Y eso, no es compromiso: es espectáculo.
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