Domingueros sobre ruedas
Hay algo en cumplir los cuarenta. Parece que entras en la zona de los 'viejunos', y no digamos ya a los sesenta, que activa un ... interruptor misterioso en el cerebro masculino: de repente, ese señor que llevaba décadas de sofá, pantufla y control de próstata siente una necesidad vital de subirse a una moto que pesa más que su coche. Y ahí lo tienes, a las ocho de la mañana de un domingo, en la gasolinera, vestido de cuero, con cara de Clint Eastwood y una faja que retiene una barriga que taparía el mismísimo depósito de gasolina.
Mi querido Salva Enguix lo ha retratado en sus redes sociales de forma gloriosa: hombres con más entusiasmo que pelo, más chasis que flexibilidad y una fe ciega en que 1.000 centímetros cúbicos bajo el culo equivalen a veinte años menos en el DNI. Se gastan una pasta en la máquina y otra en el equipamiento para hacer rutas de 15 kilómetros, con parada obligatoria en el bar de siempre y meterse entre pecho y espalda un 'esmorzaret' que anula cualquier intento de aerodinámica. No sería justo generalizar las barrigas moteras, pero bien es cierto que como motero experimentado me veo en la necesidad de denunciar la falta de seguridad que producen sufrir dos nuevos perfiles moteros.
Por un lado, los que usan la moto como viagra emocional sin experiencia previa alguna y por otro, el pelotón del desastre formado por los moteros urbanos de alquiler: chavales que piensan que por escanear un código QR ya están preparados para ser Marc Márquez. Cada vez que me cruzo con una moto de alquiler por Valencia me tiembla hasta el empaste, porque los novatos no distinguen el freno del claxon. Cómo debe ser que en la web de una de las empresas que alquilan motos hay un apartado de explicaciones sobre cómo accionar los intermitentes o cómo quitarle el caballito a la moto para arrancarla. Obligatorio el carné de conducir, pero nada de experiencia previa para circular de manera segura para ellos y para el resto de los mortales.
Una ciudad partida en dos generaciones moteras: veteranos y novatos con tutorial para ponerse un casco
Así que tenemos una ciudad partida en dos generaciones moteras diferentes: los veteranos que intentan domar una bestia de 300 kilos y la generación de novatos con tutorial para ponerse un casco. Que viva el fenómeno motero, sea como sea, pero con seguridad. Venimos del 'Easy Rider' de Dennis Hopper, Peter Fonda y Jack Nicholson y pasamos al embrague automático de los últimos modelos. Todo cambia, no sé si para bien o para mal, pero cuidado en esta jungla urbana motorizada, porque el mayor acto de rebeldía ya no es tener una moto, sino sobrevivir a algunos que las llevan.
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