Pedro Sánchez ha logrado escenificar un espectáculo bochornoso e indignante, insostenible en cualquier otro gobierno de una nación no-bananera: cada vez que alguien de ... su círculo más íntimo tropieza con la corrupción, él actúa con total frialdad y como si no fuera con él. Primero fue José Luis Ábalos, brazo oficial de las polémicas 'maletas de Delcy' y al que finalmente dejó tirado. Ahora le ha tocado el turno a Santos Cerdán, que ha terminado en Soto del Real tras reconocerse como supuesto cabecilla de una trama de «mordidas» y comisiones ilegales.
Lo normal en un país no-bananero sería que el político de turno asumiera sus responsabilidades, pero el relato del psicópata que tenemos por presidente, pasó por pedir perdón, anunciar auditoría externa y a Cerdán darle puerta sin más, como si el tema tampoco fuera con él.
Juguemos a ser Hannibal Lecter y pongamos un posible escenario dentro de este serial: ¿qué pasaría si la imputada deja de ser un exministro o un secretario y pasa a ser la primera dama? Porque Begoña Gómez lleva más de un año siendo el eje de una investigación judicial abierta por supuestos delitos de tráfico de influencias, malversación, intrusismo, apropiación indebida... todo un menú degustación de la corrupción contemporánea. La causa no ha llegado al punto de condena, pero la imputación de su asesora ya ha sido ratificada, y el caso sigue abierto. Lo curioso aquí es la diferencia de trato. Ni un comunicado de repudio, ni ruedas de prensa de distancia moral. Sánchez, tan rápido para cortar cabezas en Ferraz, se ha refugiado en el silencio más matrimonial. Tampoco hay auditoría, ni excusas institucionales. Con Begoña se aplica otra vara. Tal vez más emocional. Tal vez más interesada. Nadie lo sabe.
Con Begoña se aplica otra vara. Tal vez más emocional. Tal vez más interesada. Nadie lo sabe
Y es aquí donde todo se pone realmente interesante y donde puede salir el Hannibal Lecter que lleva dentro Pedro Sánchez. Porque si tiene el cuajo de enterrar políticamente a sus colaboradores más cercanos en cuestión de horas, ¿sería capaz de hacer lo mismo con su esposa si la justicia avanza?
¿Podríamos ver a Pedro Sánchez declarando solemnemente que apenas tenía relación estrecha con Begoña Gómez, que coincidieron en algunos actos oficiales, que lo suyo fue más bien un amor administrativo? ¿Nos soltará, sin despeinarse, aquello de «no la conozco de nada»?
Quién sabe. De este presidente ya lo hemos visto casi todo. Solo nos falta verle firmando un divorcio exprés y pidiendo otra vez disculpas «en nombre del PSOE», mientras remata con la frase definitiva: «Lo importante es proteger las instituciones».
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.