
El precio de la exclusión
Pretenden castigar al pensamiento, que obviamente no delinque. Pretenden castigar a cuenta. Noble y democrática actitud
ANTONIO MIGUEL LÓPEZ GARCÍAPOLITÓLOGO E HISTORIADOR
Miércoles, 7 de mayo 2025, 23:16
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ANTONIO MIGUEL LÓPEZ GARCÍAPOLITÓLOGO E HISTORIADOR
Miércoles, 7 de mayo 2025, 23:16
Aparte de confirmar que tras el «lunes negro», gracias a Sánchez, África empieza en los Pirineos (excepto Portugal), y de reivindicar las nucleares como nunca ... antes, me permito usurpar puntualmente el evocador título de un excelente libro de Álvarez Tardío y Villa García, expertos conocedores de la historia de España siglo XX, para hablar de cinturones sanitarios y excluyentes. Analizan la II República, uno de cuyos primigenios objetivos fue echar a las derechas de la posibilidad de gobernar. El hispanista Ranzato, entre otros, vio la gran debilidad de aquella democracia precisamente en la falta de demócratas. En su estrepitoso fracasó no fue, no obstante, la única causa a diestra y siniestra del final (precio) de muerte y destrucción de aquel periodo lamentable.
Nada más llegar al poder las izquierdas pusieron la directa contra las derechas. Recuperaron la mayoritaria ley electoral de Maura (1907) para hacerla más mayoritaria todavía. Fijaban rumbo. Como lo fijó recientemente el hiperventilado Pablo Iglesias y su cohorte de féminas igualmente hiperventiladas, cuando dijo que «jamás» gobernaría la derecha en España. Fue ovacionado. Lo confirmaría Sánchez el autoritario con su particular muro de la vergüenza, o dogal sanitario, repudiando a media España. Ruin división y radicalización ideológica de nuestro país que ellos se empeñan en mantener y aumentar. De nuevo las dos Españas que habían terminado en una cruel guerra civil y que los más malvados buscaron. «Españolito que al mundo vienes, te guarde Dios; una de las dos Españas ha de helarte el corazón»; no imaginaba Machado que en pleno siglo XXI otros perversos fomentarían nuestro enfrentamiento.
Clarificador fue cuando el sobrevalorado Azaña y Largo Caballero, antidemócrata que ansiaba una guerra civil al que Sánchez dice querer imitar, pidieron al Presidente de la República anular las elecciones de 1933 (las más limpias hasta el momento en España) porque habían ganado las derechas. Querían repetirlas hasta que saliera el resultado "correcto". Cuando llegaron las de febrero 1936, el Frente Popular (calco de lo que hoy nos domina) se permitió eliminar y falsificar Actas. Un pucherazo, vamos, como hizo Sánchez en su partido y que motivó su expulsión. Marca del personaje.
Proclamaban entonces que la derecha no era suficientemente republicana, que es como si ahora echásemos del tablero político a buena parte de la izquierda por que no es monárquica. ¿Se ve la diferencia? Sí porque esta España nacida de la denostada, pero exitosa y confraternizadora Constitución de 1978, no es así y además aguanta (demasiado) el vendaval de corrupción, ilegalidades, división y rechazo que nos están sirviendo desde el propio Consejo de Ministros como delicadeza del 'inkilino' de Moncloa y siervos.
Ese muro que decía afecta especialmente a Vox. No a los terroristas, no a los golpistas, por sus hechos consumados, juzgados y hallados culpables. Pretenden castigar al pensamiento, que obviamente no delinque. Pretenden castigar a cuenta. Noble y democrática actitud. En fin, el fascismo, como el bolchevismo, comienzan por suprimir a los rivales, como ocurre en Rusia, China, Cuba, Venezuela, Corea del Norte... todos de ideología mucho más próxima al bolchevismo que al fascismo. Por cierto, ¿qué obsceno derecho permite al portavoz socialista, tan maleducado como poco democrático, llamar «fascista» desde la tribuna de oradores del Parlamento a un rival que nada tiene que ver con aquella forma de practicar la política; ni la reivindica, cosa que sí hacen nuestra extrema izquierda comunista, orgullosa de su militancia, como si esta ideología no hubiera costado a la humanidad 130 millones de muertes e ingentes dosis de sufrimiento.
La última muestra del dogal sanitario sanchista fue a propósito de las entrevistas del «rearme» OTAN con los grupos parlamentarios. En su crónica y absoluta falta de respeto desdeñó al tercer partido de España y sus casi cuatro millones de españoles que también sufren su rapiña impositiva. Esto y su habitual desprecio al Partido Popular nos recuerdan que ansía excluir rivales y que el precio de estas acciones en política suele ser elevado. No quiera Dios que sea tan elevado como hace 90 años, pero sí que a su muñidor no le salga gratis. El muro, aquí y ahora, como en la Alemania comunista o EEUU, de Clinton a Trump (otro que tal), debería hundirse en sus propias narices. Y pagar por ello. Sánchez dimisión.
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