«Hic sunt Leones»
Tras el «barullo Bergoglio», dejen trabajar a Prevost. Y veremos. Dudo que asuma, por ejemplo, que «la propiedad es un robo» (Proudhon)
ANTONIO MIGUEL LÓPEZ GARCÍAPOLITÓLOGO E HISTORIADOR
Miércoles, 11 de junio 2025, 23:48
Este latinismo advierte del riesgo al penetrar en un camino inexplorado. Ocurre con cada cambio, con cada novedad, con cada Papa que llega al Solio. ... Pero nos gusta explorar. ¿Por qué eligen a éste?, ¿por qué el nombre?, ¿será progre, tradicional, continuista? Todos vamos a ciegas. Somos vaticanistas «a la violeta», que diría José Cadalso, con el conocimiento justo para la primera capa de barniz, máxime tratándose de una institución tan críptica como la Iglesia y sus simbolismos.
Algo habrá que decir. Conociendo la historia de Prevost podemos elucubrar cual será su evolución, pero el futuro es enigmático per se, y no es lo mismo torear que sentarse en el tendido de sombra. Es tan inmensa e intrincada su tarea que dudo que sepa nadie cual será su trayectoria. Tal vez él. Sus orígenes, su etapa misionera, su rápido ascenso al cardenalato aupado por Francisco, la elección del nombre pontifical siguiendo al «Papa de los obreros» invitan a especular, pero no todo en la vida de un Pontífice depende de lo personal. Luchas de poder intestinas, grandes diferencias entre el catolicismo europeo, el americano, y no digamos el asiático, relaciones con potencias extranjeras o con otras religiones, feroces presiones lobbystas del progresismo woke y sus variantes. Todo esto muestra la enorme complejidad de la Iglesia católica, y previene del peligro de aventurarse en lo ignoto.
¿Continuará el legado de Francisco o el de León XIII y 'su' doctrina social de la Iglesia? Como si esta nunca hubiera tenido esa doctrina, o al menos esa inquietud. Los primeros hospitales, sanatorios, casas de acogida, escuelas, universidades,..., con todas sus imperfeciones, fueron obra de la Iglesia. Y la solidaridad no es sino la caridad con otro nombre por puro interés de políticos laicos. Es decir, siglos atendiendo a los desfavorecidos ante la falta de un poder político que se ocupara de ellos (por cierto, muy deficiente para el dinero que cuesta). Al enjuiciar aquellas tareas se suele ignorar la perspectiva temporal que demuestra que no es lo mismo vivir en el siglo V o XV (hambrunas, miseria absoluta; el «inmenso leprosario» que diría Escohotado) que en el XX o XXI. La diferencia es sideral. Defectos y abusos aparte, claro que se practicaba la caridad. ¿Alguien en aquellos tiempos extremos pensaba en la justicia social? Era inimaginable. Solo los avances económicos propiciados por el liberal-capitalismo (siglo XIX y siguientes) posibilitó mejoras constantes. Y han permitido un bienestar jamás antes conocido. La Iglesia no tenía una fórmula diseñada; el problema social «no existía». Pero la preocupación por el débil ya figura en sus Sagradas Escrituras.
La conciencia de la situación de los pobres llegó cuando se pudo comparar el desarrollo de unos y el estancamiento de otros (los más). No solo la Iglesia. Surgió el movimiento obrero; el socialismo (el comunismo después, aunque para lo que hizo...). León XIII y su anteayer desconocida encíclica Rerum Novarum (1891) supuso el arranque democristiano, lejos aún de la política. Como diría en su otra gran encíclica, Graves de Communi (1901), sería «acción benéfica cristiana a favor del pueblo». Antes se percató Ketteler, cardenal impulsor del Zentrum alemán (actual CDU) e inspirador de la Rerum. León XIII, combatió al socialismo porque, entre otras cosas, el sindicalismo socialista absorbía el obrerismo. No se entiende bien, pues, el entusiasmo comunista (Yolanda Díaz) con Prevost, como si se tratara del mismísimo Lenin redivivo, ni nada remotamente similar. Ojalá sea continuista, dicen. Quieren inocular en la institución el debate político que tan buenos resultados les da a ellos. Y después sustituirla. Con la Iglesia han topado. Ya puestos, «ex operibus forum cognoscetis eos», por sus hechos les conoceréis, alertaba Jesucristo sobre falsos profetas con piel de oveja.
Tras el «barullo Bergoglio», dejen trabajar a Prevost. Y veremos. Dudo que asuma, por ejemplo, que «la propiedad es un robo» (Proudhon). Pero además León XIII quería muchísimos propietarios..., y el bien común, no la igualdad. León XIV aparenta calma, apego al magisterio de la Iglesia y su doctrina social, disciplina,..., algo que no debe sorprender a nadie. Y solidez frente a estos tiempos líquidos, donde nada es duradero, todo es eventualidad y hedonismo. No es el regreso de León XIII, ni de Francisco. Es León XIV. De momento, terreno inexplorado.
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