Hooligans a la puerta del cole
ANTONIO BADILLO
Lunes, 16 de junio 2025, 23:22
Hace tiempo que forma parte de nuestro acervo cultural, cuando no quieras resolver un problema crea una comisión, y con el incesante goteo de agresiones ... a profesores me pregunto ya si el sambenito no será extrapolable a los protocolos; como el que firmó el conseller Rovira en diciembre, necesario aunque insuficiente. Los golpes a la directora del colegio Cervantes de Valencia, el sopapo a una docente en Torrent... Son las últimas referencias, pero la búsqueda entre los casos que no trascienden añade al vía crucis muchas más estaciones. Sobrevuela esta historia las cuatro calles de un pequeño pueblo de l'Horta, sol y chicharras, campos de naranjos y mercadillo ambulante los sábados. De aquí al punto final no habrá otra concesión bucólica, pues este es el relato de cómo dedicarse a la enseñanza en dicho municipio -la Conselleria del ramo debería saberlo y si no que investigue-, ha devenido en actividad de alto riesgo.
El primer bofetón -de la realidad, aún no de los otros-, lo recibió una monitora de comedor. Discurría mansurrón el último viernes de septiembre cuando la muy insensata cometió la osadía de reprender a un alumno por su actitud inapropiada en el patio, razón de peso para que a la hora de la salida la madre de la criatura -yo por mi hijo 'ma-to'- desplegara ante la educadora su prolijo catálogo de amenazas de muerte. El asunto desembocó en una denuncia, y ya en diciembre en un juicio por delito leve: sentencia condenatoria, multa de 200 euros a la madre coraje y un exilio voluntario. El de la monitora, el peligro puede no verse pero siempre se huele, quien decidió tomar las de Villadiego, cambió de colegio y ha trabado una estrecha amistad con los antidepresivos.
El segundo acto del drama llegaría a principios de un mayo de todo menos florido y hermoso. Esta vez el rol de sparring de otra supermami recayó sobre los hombros, y ahora sí las mejillas, de una cocinera del mismo centro. Idéntico detonante, la riña a un crío por mal comportamiento en la mesa, pero desenlace más ambicioso, pues las amenazas vinieron acompañadas de una buena zurra hasta que dos empleados lograron abrir un cortafuegos. Policía en las aulas, moretones al ambulatorio, baja médica y un juicio pendiente de fecha.
No esperó a junio el tercer incidente, ahora en la escoleta municipal del mismo pueblo. Resulta, caray con la disciplina, que el centro tiene unos horarios, y una madre, otra más, decidió hace tiempo que su niño entra y sale cuando quiere, pues no lo ha traído al mundo para sufrir. Aquella mañana al chiquillo no se le vio el pelo hasta esa hora crítica en que las tripas ya ronronean, y llegó con la intención de quedarse al comedor. Comoquiera que por cuestiones religiosas requería un menú específico, la directora apeló a la logística para justificar su negativa, viéndose de súbito enredada en un ovillo de guantazos y tirones de pelo, que madre sólo hay una.
Hará falta algo más que un protocolo bienintencionado para cambiar el signo de los tiempos. La sobreprotección filial transforma a muchas familias en clanes de hooligans antes que modelos de buena conducta. El miedo debería permanecer encerrado en los libros, o en el confín de un fotograma, y jamás tendrá cabida en el territorio consagrado a la educación. Es momento de que no sólo los hijos vayan a la escuela.
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