Reivindicación del oficio
No todo el mundo sirve y le gusta estudiar en el sistema universitario. Hay una parte del alumnado que no se encuentra a gusto cursando un grado
ÁNGEL GUILLÉN PAJUELO, PROFESOR DE DERECHO DEL TRABAJO DE LA UNIVERSIDAD DE VALENCIA
Jueves, 9 de octubre 2025, 23:51
Yendo al símil deportivo, tener oficio significa saber hacer las cosas y tener un gran conocimiento y experiencia del juego. Especialmente en los momentos con ... más dificultades. En nuestros días, y ya desde hace algunos años, las generaciones de jóvenes españoles, bien por presión familiar o bien por el entorno, no valoran, precisamente, el oficio. Esta reflexión viene a colación de la tendencia, que ya tradición, de la subida del desempleo cada mes de septiembre obedeciendo a la estacionalización del empleo.
Cuando hablamos no del oficio sino de los oficios, encontramos un terreno arcano para los jóvenes del Siglo XXI, aunque dicho terreno ya lo transitaron sus padres y abuelos como, por ejemplo, los míos. La democratización del acceso a la universidad, sin duda, ha supuesto el mejor camino para que el ascensor social funcione. Y así ha sido; cometido realizado. Ahora bien, de la democratización hemos pasado a una auténtica eclosión del sistema universitario mediante dos claros vehículos.
El primero de ellos es la apuesta inequívoca de los poderes públicos por los estudios universitarios mediante las autorizaciones de apertura de nuevos centros universitarios, tanto públicos como privados, aunque desde hace treinta años a esta parte, los únicos campus que se abren son de titularidad privada. Cada provincia, prácticamente, cuenta con su universidad, amén de aquellas urbes y alrededores en las cuales conviven dos o más universidades de distinta propiedad. A todo ello, debe añadírsele las universidades a distancia, que completan la amplía oferta formativa de la enseñanza superior en España.
El segundo conductor de la eclosión universitaria ha sido el cambio cultural de la sociedad española, a través de las familias en la mayoría de los casos. Aquellos padres y madres de la generación de las postrimerías del franquismo los cuales no pudieron estudiar en la universidad por falta de medios pretenden, con toda la buena intención del mundo, que sus hijos e hijas tengan una formación universitaria. Propio también de sociedades desarrolladas como ahora somos.
Pues, en este sentido, ser licenciado o graduado universitario ya no es algo elitista, diferenciador o que comporte un filtro para el mercado laboral, ya que cada curso incorporamos al mercado laboral miles de jóvenes universitarios que engrosan las cifras del desempleo. Una de las principales consecuencias de ello es el exceso de oferta en profesiones donde la demanda de universitarios no es la misma que antes, sin embargo, los oficios se están quedando sin profesionales y son los inmigrantes venidos a nuestro país los que están sosteniendo los trabajos clásicos. Para estos oficios, evidentemente, la formación es necesaria, pero no de carácter universitario. La formación profesional, muchas veces denostada y menospreciada en comparación con la universidad, es la educación necesaria para desarrollar una actividad laboral como electricista, fontanero, mecánico, peluquera, cerrajero o carpintero.
No todo el mundo sirve y le gusta estudiar en el sistema universitario. De hecho, estoy convencido, por experiencia propia, que hay una parte del alumnado que no se encuentra a gusto cursando un grado. Quizás, si reivindicamos lo clásico y dejamos de ver a los oficios como la salida fácil a aquellos que no son capaces o no quieren estudiar, volveremos a tener trabajadores cualificados con salarios competitivos y bien formados.
Las retribuciones de los jóvenes universitarios, dependiendo en qué sectores, son más bajas que en algunos oficios, donde la demanda de faena es muy elevada y las percepciones dinerarias son más que razonables. A mayor abundamiento, en estos oficios no existe la estacionalidad laboral ya que no depende de ninguna temporada turística. Empleo estable y relativamente bien remunerado, ese era, en cierto modo, el sueño español, ¿no? Que hay que hacer esfuerzo físico para trabajar, bien; que hay que mancharse las manos, también; que no vestirán camisa y chinos, bueno, existe el fin de semana para ello.
Entonces, ¿dejaremos a nuestros hijos e hijas que estudien los oficios? Reivindiquémoslos y valorémoslos.
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