Hacienda somos todos
Hemos perdido muestras interesantísimas de Patrimonio, que en nada ayudan a eso que llamamos «Hacer Ciudad»
Andrés Goerlich Lledó. Presidente de la Fundación Goerlich
Jueves, 3 de julio 2025, 23:14
Andábamos la pasada semana con Pablo Salazar intercambiando comunicaciones epistolares al hilo de la antigua Delegación de Hacienda de Valencia, edificio de gran porte y ... volumen que ocupa toda la manzana delimitada por las calles Guillem de Castro, 4 / Nuestra Señora de Gracia / Huesca y Quevedo. Este edificio, albergó la sede de la hoy AEAT en nuestra ciudad, desde su inauguración en 1960, hasta los primeros años del siglo XXI. Fue proyectado por los arquitectos Francisco Echenique y Luis Calvo, quienes lo tienen firmado en una de las piedras de la fachada lateral de Quevedo.
Pablo defiende la conveniencia de su derribo para destinarlo a viviendas y oficinas, mientras que desde la Fundación, nos mostramos proclives a su conservación y rehabilitación para así poder darle una segunda vida a este, a nuestro juicio, interesante edificio.
Últimamente, este diario también se ha preocupado por la historia y estado de este inmueble, cuya reciente resolución judicial ha fallado que la propiedad del mismo es titularidad del Ayuntamiento de Valencia, asignándole al mismo un 60% y el restante 40% del proindiviso a la Diputación Provincial de Valencia, lo que mucho nos alegra, pues resulta sorprendente que haya disputas entre Administraciones para dirimir la propiedad de bienes que siendo públicos, parece que lo sean privados de alguna de las aproximadamente más de diez mil Administraciones Públicas que parecen conformar el Estado.
En este caso, el Ministerio de Hacienda, entendía que la propiedad o parte de la misma, le correspondía en exclusiva. No tenemos bastante con la secular infrafinanciación o con el eterno déficit de inversiones estatales en nuestra ciudad y Comunitat, como para intentar arrebatarnos patrimonio que lo es de todos los valencianos.
Jorge Alacid, escribió también en mayo sobre este representativo edificio, reflejo de la arquitectura institucional pública de los años 50. De esta arquitectura, existen numerosísimas muestras en Madrid, pero el de Guillem de Castro constituye el único ejemplo que tenemos en Valencia de ese lenguaje grandilocuente, inspirado en el racionalismo alemán de los años treinta.
Una ciudad, es más rica cuantas más capas de piel conserva y más referentes patrimoniales pueda mostrar de las diferentes épocas, lenguajes o etilos arquitectónicos, para así conformar su historia, identidad, carácter, individualidad, calidad, originalidad, diversidad y personalidad propia, que es lo que distingue una Ciudad de una simple población.
Afortunadamente, pese a la larga lista de pérdidas acontecidas en la ciudad durante el pasado siglo XX y también, aunque resulte sorprendente, en el presente XXI, todavía conservamos un inventario interminable de construcciones muy interesantes, no solo desde su intrínseco valor estético o arquitectónico, sino también de ese valor inmaterial, emocional, social o afectivo que ha ido configurando la vida e historia de la ciudad, y que no gozando de figura normativa de protección alguna, podría suponer a corto, medio o largo plazo su derribo y desaparición, como por poner dos ejemplos: el Estadio de Mestalla y el antiguo Cine Metropol.
Afortunadamente, este antiguo edificio de Hacienda, sí cuenta con protección, por lo que veo difícil su demolición. Mucho se ha hablado de los nuevos usos o segunda vida de este edificio, desde hotel a museos dedicados a las más variadas temáticas, desde el fallero al dedicado al siglo XIX.
Supongo, que con esta nueva situación, bien mediante convenio o permuta de propiedades, Palacio de Montortal mediante, tanto el Ayuntamiento como la Diputación, podrán consolidar en exclusiva el uso de estos edificios para poder destinarlos a los usos o fines públicos que más racionales sean para el ejercicio de sus competencias y redunden más eficazmente en la ciudad y sus ciudadanos.
Un edificio, o un determinado conjunto o paisaje urbano, podrá gustar más o menos, pero si tiene valor o caracteres individuales (y Hacienda los tiene), merecen ser conservados. No podemos continuar permanentemente configurando y desconfigurando la ciudad.
La ciudad, no puede seguir creciendo sobre sus propios derribos, la necesidad creciente de vivienda no puede justificar el seguir derribando. La visión y construcción de nuevos hogares, se debe enfocar desde una perspectiva supramunicipal, al no poder entenderse la ciudad sin su área metropolitana y ésta sin su capital.
Hemos perdido en los últimos cincuenta años muestras interesantísimas de Patrimonio, que en nada ayudan a eso que llamamos «Hacer Ciudad». El policlínico municipal de Ciudadela / Navarro Reverter, El Ayuntamiento de la Avenida de Aragón, las Naves laterales de Tabacalera, el Club Náutico del muelle de Caro, el Mercado de Flores de la Plaza del Ayuntamiento, la escalera real del puerto, el antiguo hospital La Fe de Campanar, las naves de Macosa, solo por poner una ínfima muestra del largo inventario derribado durante este tiempo.
Sea como fuere, Pablo mantiene que todo lo antiguo por el hecho de serlo, no tiene valor, lo que comparto con él, pero todo lo antiguo, si además de serlo, tiene elementos de valor, sin lugar a duda debería de articularse los mecanismos de protección necesarios para su conservación.
En todo caso, éste es un debate enriquecedor, en el que los ciudadanos y sociedad civil deben de implicarse, debiendo ser siempre presidido por el sano sentido crítico y el espíritu constructivo, para así, poder entre todos trabajar por esa ciudad ideal que describió Javier Goerlich en aquella entrevista realizada en 1968 por María Ángeles Arazo y publicada en este diario: «(...) La ciudad ideal, será la que tiene la fortuna de poseer más obras maestras de quienes nos precedieron, sepa conservarlas con más cariño y atención y sepa producir otras que legar...».
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