Arte y crítica social
La respuesta de la Universidad ha sido la correcta, con mesura e inteligencia y no cayendo en la trampa de la censura
ALEJANDRO AGUSTÍN NOGUÉS, ABOGADO E HISTORIADOR
Lunes, 26 de mayo 2025, 23:22
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ALEJANDRO AGUSTÍN NOGUÉS, ABOGADO E HISTORIADOR
Lunes, 26 de mayo 2025, 23:22
Abusando de la paciencia del amable lector, vamos a aportar una gota al vaso de agua en el que se ha desatado una pequeña tormenta ... a propósito de la exposición de una obra artística titulada 'No oblidem' en la Facultad de Bellas Artes de San Carlos de la UPV, que según hemos leído en la acertada información de Carmen Velasco en este periódico, se desarrolla desde 2013 en el contexto de la actividad artística PAM! 2025 que brinda una oportunidad, con apoyo de la sociedad civil valenciana, a los jóvenes artistas universitarios para que tengan la oportunidad de producir y mostrar obras de arte en su incipiente carrera artística. La obra critica aceradamente la actuación del presidente Mazón en la dana de octubre pasado, lo que se ha considerado un acto de provocación con un intento indisimulado de censura, sobre lo que cabría hacer algunas consideraciones.
En la historia del arte no es la primera obra ni será la última que tenga como fin la crítica social y la remoción de conciencias sobre hechos o valores que se pretenden cuestionar. Como botones de muestra 'La balsa de la Medusa' de T. Géricault y 'El origen del mundo' de G. Courbet, que por cierto, pensaba de sí mismo que era el mejor pintor del mundo. En el arte se tiene libertad de creación artística que lógicamente está limitada por las leyes que interpretan los tribunales cuando de conflictos entre derechos se trata. Sobre los productos artísticos generados, la sociedad o los políticos del momento pueden considerar que son inadecuados o provocadores. Existe la distinción entre lo que sea inapropiado, que siempre será subjetivo porque depende de la escala de valores de cada uno, y lo ilícito, que tiene una referencia objetiva en la ley y los tribunales.
No parece que en el presente caso estemos ante un delito de acoso o de odio, como se ha venido a decir, puesto que si fuera así la acción judicial estaría servida, más bien creemos que es un legítimo argumento de parte que no se compadece totalmente con los hechos. Además, la experiencia nos dice que dar pábulo a estas actuaciones, lo único que genera es más perjuicio para el teóricamente ofendido y más publicidad para el teóricamente ofensor.
El problema adicional es que, por parte de un alto cargo de la Generalitat, se ha reclamado que «retiren esta exposición» (si el entrecomillado de la declaración es correcto), en otras palabras, censurarla, utilizando además argumentos de poca consistencia como que en una universidad pública no puede tener cabida una obra artística que incorpore crítica social o que como la Universidad recibe fondos públicos, no debería albergar este tipo de obras, como si la autonomía de la Universidad no estuviera sujeta a la ley y a sus propios estatutos, y sí a los criterios de oportunidad de la administración pública de cada momento. Nos parece que la respuesta de la Universidad ha sido la correcta, con mesura e inteligencia y no cayendo en la trampa de la censura.
El contexto es la dana pasada que ha tenido unas consecuencias de extrema gravedad, padecidas por tantos valencianos y sus familias, abriéndose una herida en toda la sociedad valenciana que tardará años en cauterizar. Finalmente, las expresiones que se utilizan coloquialmente tienen poca correspondencia con la realidad, pues decir que una obra artística acusa, juzga y condena sin juicio previo al político objeto de la misma, es una metáfora débil, pues un artista con su obra puede criticar, pero, para acusar, juzgar y condenar o absolver, ya está el difícil trabajo del tribunal, ya que a nadie más le corresponde esta competencia.
Mucho más grave nos parece, puesto que se asimila más a un acto de barbarie contrario a la civilización, el utilizar el término «paredón» o imágenes con las manos ensangrentadas como si hubiera que eliminar al político o que se haya actuado personalmente contra la vida de las personas. Los que así se manifiestan incurren en lo que nos parece un acto de violencia verbal y simbólica, que también puede ser objeto de crítica, aunque esté amparado en la libertad de expresión. Además, no se dan cuenta de que, actuando de esa manera y con esos mensajes, lo único que se hace es avivar la empatía por el político señalado. Por otra parte, se puede constatar la falta de dignidad que para algunos supone el ejercicio de la política, pues no se antepone la dignidad de las personas e incluso la suya propia en el ejercicio de su noble función, sino que se hace prevalecer su ambición política de permanecer en el poder, al precio que sea, y, desgraciadamente, demasiados ejemplos se podrían poner. En el parlamento de la nación tristemente nos hemos acostumbrado ya a que los políticos directamente se insulten acreditando piel de elefante que no muestran en la crítica social. En política vivimos una situación de cierta emergencia democrática nacional, mientras los ciudadanos nos dedicamos, con una pasmosa indolencia, a nuestras tareas, que, por otro lado, tampoco son poca cosa.
Obviamente el eslogan y la imagen que aparece en la obra artística que comentamos no es muy original, pues tenemos, entre otros, este antecedente escrito y coreado por manifestantes: «Puigdemont, a presó». No les canso más. Grafitis hay de todas clases. Hay uno visto en el barrio del Carmen y replicado varias veces al estar hecho con plantilla, que con el rostro del presidente Sánchez, dice: «Este pueblo lo salvó Pedro» (sic). Este, claro, no es arte ni crítica, sino otra cosa que dejo a la viva imaginación del lector.
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