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Escribo desde Méjico. Comencé el viaje cuando la opinión pública comentaba la audiencia especial que Francisco había concedido al vicepresidente D.J. Vance. El encuentro ... y la foto, más que la conversación, eran gestos con más valor y trascendencia que el escaso intercambio de palabras. El significado y valor estaba en el hecho mismo del encuentro, y las imágenes. De la misma forma que la aparición del Papa en los actos de esta Semana Santa, ese encuentro tenía una finalidad simbólica. Recordemos que la última carta del Papa Francisco, antes de entrar en el hospital, fue del 10 de febrero. Suponía un respaldo incondicional a los obispos norteamericanos ante 'los delicados momentos que viven' a raíz de la deportación de personas que estaba tomando la administración Trump. Toda la superioridad política orgullosa con la que Vance se había presentado a las instituciones europeas unas semanas antes, cedía para rendirse ante un Papa débil, vulnerable y, ahora sabemos, en estado crítico.
Pocas horas más tarde, le llegó el final. En tránsito, tuve que responder como pude a algunas llamadas de periodistas y amigos que pedían un rápido juicio sobre Francisco. Les respondí con cortesía pero les recordé que necesitamos sosiego para completar el balance, sobre todo desde los últimos meses en los que la Iglesia de Francisco ha tenido que responder al incremento del 'entorno VUCA' en el que nos movemos, un entorno de volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad. No podemos dejarnos llevar por los juicios precipitados que, incluso hoy día de su funeral, se está realizando. Resulta curioso, ridículo y esperpéntico, comprobar la apropiación instrumental que han realizado algunas autoridades que desprecian, simplifican o ridiculizan la presencia de los católicos en la vida pública. Ahora aparecen como adalides del catolicismo y la iglesia de Francisco. La teología católica nos regala una expresión adecuada para estos desmemoriados: 'sepulcros blanqueados'.
La última lección de Francisco se ha producido con sus últimos gestos, como expresiones de alguien que, con un fuerte carácter y débil cuerpo pesado se ha hecho presente en semana santa y también en Pascua de resurrección. Sigue recordándonos el valor de los cuidados, la misericordia y la gracia en una geopolítica incierta donde Hobbes y la lucha de todos contra todos, parece sustituir a Kant o Maritain con el modelo de una ciudadanía cosmopolita. Nuevo modelo al que la iglesia tendrá que responder, entrenada para un mundo que se parece mucho a un hospital de campaña y donde Europa parece no estar en el centro, sino ser parte de la periferia.
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