Gestión de la abundancia en la Defensa Nacional
AGUSTÍN DOMINGO MORATALLA
Viernes, 20 de junio 2025, 23:31
La semana pasada, el jefe del Estado Mayor del Ejército de Tierra, el General Amador Enseñat y Berea, participó en unas jornadas donde expuso en ... poco más de un cuarto de hora los recursos con los que cuenta para promover una cultura de la seguridad y Defensa Nacional. Enumeró las características de los vehículos y recordó los efectivos personales. Aunque no detalló la distribución de las 73.667 personas que con una edad media de 37,9 años tiene que gestionar, señaló un rasgo importante: la complejidad. Me atrevería a llamarla 'complejidad incierta' por tres razones, primero geopolíticas, que incluyen nuestra situación estratégica en el marco de la Alianza Atlántica y el Mediterráneo. Segundo, culturales que afectan a la desmemoria en política social, educativa y sanitaria porque durante las últimas décadas se han deshilvanado y destrenzado los hábitos morales de una ciudadanía identificada y comprometida con su Defensa 'nacional'.
En tercer lugar, por razones de política económica y presupuestaria. Hubo un tiempo en el que estas políticas gozaban de un gran consenso parlamentario y no eran objeto de disputa entre partidos. Parece ser que ese tiempo se ha comenzado a recuperar en otros países de nuestro entorno, forzados por la guerra de Ucrania y el zarandeo de Trump al mapa geopolítico del siglo XXI. Recordemos que los últimos presidentes norteamericanos pidieron a los «gorrones europeos» que incrementaran su contribución y llegasen al 2% del presupuesto. No olvidemos tampoco que durante las últimas semanas los miembros de la Alianza están rediseñando sus políticas de seguridad y defensa llegando, en bastantes casos, al 5%. Porcentaje al que se ha negado explícitamente nuestro gobierno afirmando que con el gran esfuerzo que supone llegar al 2% sería suficiente.
Si me refiero a una complejidad incierta es porque en su conferencia, el general nos dejó un titular importante para la historia de la gestión de los recursos destinados a seguridad y defensa: «Antes teníamos qué comprar, pero no teníamos dinero; y ahora que tenemos dinero no tenemos qué comprar». Esto significa que las décadas de estrecheces se han terminado y se está abriendo un horizonte de abundancia que ni los mejores analistas se imaginaron. Si a ello añadimos la fragmentación de la industria en los sistemas terrestres, la aceleración competitiva de la digitalización y la escasa cultura cívica de la Defensa, podemos preguntarnos: ¿Seguiremos con el modelo estoico de austeridad o cambiaremos al epicúreo de utilidad?, ¿el entusiasmo del capital financiero se contagiará también a los bienes comunes y el deshilachado capital narrativo?
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