Turismo, tecnología y territorio
ADOLFO MONTALVO @adomonINGENIERO
Viernes, 27 de junio 2025, 23:12
Ya estamos en verano y con él, turismo y frenesí viajero se multiplican para todos, aunque los de la generación Z y milenials no paran ... de viajar, como si no hubiera un mañana, que dicen ellos.
Para el turismo usamos la tecnología antes, durante y después del viaje. Visitamos el territorio, las ciudades y los parajes naturales provistos de móviles y tabletas con los que intentamos primero encontrar y después inmortalizar ese restaurante, esa cala recóndita y aquella puesta de sol imprescindible.
El turismo explosiona en el siglo XXI
Recuperados tras la pandemia, los humanos no cesamos de viajar. En 2025 se van a superar los 1.500 millones de turistas internacionales y de ellos casi 100 millones vienen a España. Somos el segundo país en recepción de turistas, cerca de Francia (el primero).
España debe al turismo el 13% de su PIB y regiones como Canarias (el 37%) y Baleares (45%) no existirían sin turismo. Benidorm, con 75.000 habitantes y 97.000 plazas de alojamiento es la tercera ciudad de España en turismo. Valencia, con un área metropolitana de 1.650.000 habitantes, es la décima ciudad en turismo.
No todos los lugares pueden tener un mismo punto de vista al respecto: Benidorm vive por y para el turismo y lo hace muy bien, su negativa a poder tener una tasa turística para cruceristas o apartamentos y hoteles debe circunscribirse a esa ciudad y no debe condicionar las decisiones de otras ciudades que no comparten sus mismas características: libertad a cada ciudad por favor.
Solo tenemos un planeta y está muy bien que los humanos lo usemos para todo tipo de actividades de la vida, ocio, industria, transporte, logística, energía (nuclear, hidráulica o fotovoltaica) y minería. Pero no debemos olvidar que una vez que usamos un territorio y alteramos su paisaje, es muy difícil volver atrás. El paisaje natural es un patrimonio, y también es patrimonio el paisaje humano: la huerta de Valencia, los humedales de la Albufera y las colinas de Toscana son claros ejemplos.
Los turistas y la tecnología
Cuando somos turistas ya usamos tecnología, esto no es novedad. Buscamos, reservamos, valoramos todo por internet. Billetes de avión y tren, hoteles, apartamentos, restaurantes, coches de alquiler, entradas para atracciones, museos y espectáculos. Nada se escapa a nuestro 'poder' digital. La novedad quizá es que todo eso lo hacemos con mayor intensidad, dinamismo y casi en tiempo real. Hay quien incluso reserva varios restaurantes para cenar y luego solo acude a uno sin haber cancelado las otras reservas. Ese feo comportamiento genera problemas a establecimientos, que deberían castigar su mala educación con un cargo, algo que a veces no se atreven porque también por internet les pueden desprestigiar sin piedad y sin filtro.
En los destinos exigimos cobertura banda ancha perfecta, para usar nuestras plataformas de 'streaming' en los hoteles, o para orientarnos en una carretera remota con el GPS. Damos por 'garantizada' la cobertura de banda ancha fija y móvil y no siempre es así.
Los destinos y la tecnología
Es bien difícil regular la llegada de turistas a los destinos para que aporten riqueza sin destruir valores y paisajes. Ciudades medianas como Ámsterdam, Lisboa, Praga, Venecia y Florencia sufren de saturación turística. Destinos como Faro del Caballo en Santoña, la puesta del sol en la Albufera, Dubrovnik, Mykonos, Formentera o los acantilados de Moher en Irlanda son ejemplos de parajes saturados: Instagram y Tik Tok están haciendo mucho daño a antiguos paraísos.
Conocer con precisión los turistas que llegan a una ciudad o isla, cuáles son las atracciones diversificadas que se les pueden ofrecer y cómo optimizar el confort de sus estancias sin que su presencia destruya el encanto del destino, es un reto que la tecnología permite abordar con precisión de cirujano. Espero y deseo que nuestros responsables en turismo sepan usar esas tecnologías y no estemos en manos de las grandes tecnológicas (Booking, Google, Expedia, Trivago).
Los nativos y la prudencia tecnológica
Cuando somos residentes nativos en nuestros pueblos y ciudades no somos tan comprensivos con los turistas: esas masas de turistas en grupos con chanclas, bermudas y camisas de flores en museos, monumentos y catedrales son una ofensa a la estética y nos parece que destruyen el paisaje y la cultura. Podríamos considerar una tasa turística a la 'fealdad playera' aplicable a esas gentes en las ciudades históricas, pero no sé si será posible. Aquí dejo la propuesta.
También digo que si Jeff Bezos, dueño de Amazon, quiere gastar 20 millones en Valencia en su boda en vez de Venecia, yo mismo me pongo bermudas si es preciso.
Lo que debemos hacer es defender nuestros valores, la personalidad de nuestras ciudades comprando y consumiendo en los establecimientos tradicionales, evitando las despersonalizadas franquicias, así como evitar subir fotos y valoraciones a redes sociales para mantener esos lugares lejos del turismo depredador. Ya sé que esto es contraintuitivo y que debería animar a la presencia digital en redes de los establecimientos tradicionales. Pero no, lo mejor es la sobria discreción. Información 'de servicio' escueta sobre horarios y accesibilidad para los ciudadanos, y abstenerse de valoraciones elogiosas: créanme, a largo plazo esto es lo mejor.
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