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IVÁN ARLANDIS
Camps, Zaplana y ahora ¿Mazón?

Camps, Zaplana y ahora ¿Mazón?

Reuniones clave: la de Camps duró cerca de dos días en su casa, la de Zaplana, con sus amigos, una tarde en un céntrico piso

A. Rallo

Valencia

Viernes, 14 de marzo 2025, 00:12

La historia. El legado de los presidentes del PP o es nulo ( Alberto Fabra) o resulta un lastre (Eduardo Zaplana y José Luis Olivas) ... o se puede resumir como desconcertante (Francisco Camps). El de Carlos Mazón, exento del fenómeno de la corrupción, será trágico por la gestión política la tarde de la dana y por las consecuencias irreparables de aquello: 227 muertos. Y eso va más allá de su responsabilidad judicial en este asunto, incierta y dudosa, pese al aparente convencimiento de la jueza. Eduardo Zaplana ha regresado a la actualidad -parece díficil en tiempos de la dana- con su recurso al Tribunal Supremo. El expresidente insiste en su tesis inicial del montaje, de la existencia de una mano negra para acabar con su carrera. Lo dijo hace siete años y lo mantiene ahora. A Zaplana le abandonaron sus amigos tras decidir confesar a cambio de una rebaja de pena. Hubo una reunión clave de todo aquello. Fue en un piso cerca del mercado de Colón, donde se dieron cita su amigo de la infancia y testaferro, Joaquín Barceló, y su mano derecha en la Generalitat, Juan Francisco García. Allí le transmitieron que abandonaban la estrategia de defensa conjunta, que era hora de dejarlo estar, de rendirse. «Es momento de pensar en tu familia», le dijeron. El resto de la historia ya es conocida. Diez años de cárcel. También Francisco Camps tuvo su particular 'campamento' domiciliario en aquellos días convulsos antes del juicio de los trajes. Los protagonistas de aquel encuentro eran diferentes, lógicamente. Pero el trasfondo de era idéntico: encontrar la mejor salida. Una derrota honrosa en el peor de los supuestos. En la residencia de Camps, muy cerca de donde se reunió años después Zaplana, pasaron horas agónicas. Se compartieron pizzas y se bebió whisky, una combinación ciertamente extraña. Pero a veces la política dispone de los escenarios más surrealistas. Acudió Rita Barberá, persona de máxima ascendencia para el presidente. Por allí, con los nervios todos a flor de piel, estaba también Federico Trillo, entonces ministro del PP y enviado especial de Mariano Rajoy para deshacer el entuerto. Camps estuvo próximo a aceptar una conformidad -como hizo Víctor Campos- pero a última hora dudó del compromiso de Rajoy de que le dejaría seguir tras pagar la multa que suponía la condena. Por eso, ante la incertidumbre, Camps salió con una idea clara: «Me defenderé en el juicio». Y venció. En ese y en cerca de una decena de investigaciones. Fueron dos reuniones determinantes. ¿Ha tenido o tendrá Mazón la suya? Un encuentro en el que alguien le traslade un mensaje similar al de Zaplana o, por el contrario, se empiece a negociar una salida a lo Camps. Feijóo al igual que Rajoy es gallego. Ambos comparten ese atmósfera de incertidumbre, de libre interpretación de lo que dicen o hacen. ¿Hará Feijóo un Rajoy como con Camps? ¿Se la intentará jugar a Mazón? ¿Qué arma guarda el presidente? ¿Quién sería el enviado de Génova? ¿Estaría por allí María José Catalá?.

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