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LAS MUJERES VISIBLES

ISABEL FERRANDO

Viernes, 22 de febrero 2019, 23:58

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Como la próxima semana les van a bombardear con textos en torno al Día de la Mujer, he pensado en adelantarme con esta columna mía y darme así un tiempo para ver cómo se resuelven algunas cosillas polémicas que están en camino.

Deben de entender una cosa. Vengo de una familia de mujeres fuertes, a izquierda y derecha. Quizá por eso tardé en darme cuenta de que ciertas actitudes, circunstancias y formas de afrontar la vida que yo creía propias de gente absurda, en realidad eran machistas.

En mi casa, durante mucho tiempo, rara vez oí decir «Fulano es un machista». Directamente decían: «Fulano es imbécil», y con bastante desprecio por cierto.

También quizá porque yo veía a mi madre trabajar, a mi abuela mandar y a mis primas estudiar, no notaba diferencia alguna entre hombres y mujeres. Tampoco es que tenga hermanos, así que...

Pero llegó el momento de salir a la calle y notar ahí el doble rasero con el que éramos tratadas chicas y chicos. Ellos, adolescentes con las hormonas excitadas, «ligones», ellas -es decir, nosotras- pues según les diera, pero en cualquier caso sinónimos malsonantes de mojigata o casquivana. Aunque yo, en realidad, seguí dividiendo el mundo entre los que me parecían imbéciles y los que no.

Luego llega la vida laboral, y ahí es que en realidad yo creo que tuve mucha suerte con las relaciones en los distintos lugares de trabajo. Así que cuando me cruzaba con un machista, en el 90% de los casos pensaba: «mira, otro imbécil». Y ya.

Incluso si alguna vez supe de algún caso de maltrato, lo atribuí a la pura maldad del agresor. Y me equivoqué. Como la paloma, me equivocaba.

Quien me sacó de mi error fue un niño hace cuatro años. Con seis años de edad, había crecido rodeado de mujeres fuertes. Al llegar las elecciones de 2015 y ver que había fotos de hombres como candidatos a la Alcaldía, me preguntó sorprendido: «¿es que los chicos pueden ser alcaldes?». Visibilidad, lo llaman. O invisibilidad.

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