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LA MIRADA APRECIATIVA

ESTHER ASPERILLA

Viernes, 4 de enero 2019, 00:27

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Habéis oído hablar de la psicología positiva? Es una innovadora escuela que pretende «optimizar el funcionamiento humano desde un planteamiento científico». Cuando yo estudié la carrera ni siquiera se impartía como materia. Lo que la diferencia de las demás corrientes psicológicas es que, por primera vez, no trata el desajuste mental sino que se centra en desarrollar el potencial que nos conduce a estar sanos y a ser felices. Y una de las maneras que nos propone para conseguirlo es a través de la 'Mirada Apreciativa'.

El escritor Alex Rovira nos la describe como un tránsito en el que dejamos de valorar a las personas en función de su trayectoria o de su situación actual, para pasar a apreciarlas según su potencial de crecimiento. Rovira la relaciona con la teoría de 'Economía de Caricias' de Claude Steiner en la que las caricias serían cualquier signo de reconocimiento que provenga del exterior. Tanta es nuestra necesidad de esas caricias que, si no suceden en positivo, las forzamos en negativo rebelándonos como forma de llamar la atención. Lo podemos comprobar en cualquier contexto: trabajo, educación, relaciones familiares, políticas, sociales. O en Internet. Toda esa gente chillando en las redes no es más que un reflejo de nuestra necesidad de caricias. Pero esta versión tóxica de caricias no funciona porque, si bien pone el foco en nosotros temporalmente, nos acaba alejando inexorablemente del otro.

La psicología positiva tiene (cómo no) detractores que la ven como una forma de llenarnos la cabeza de pensamientos optimistas y de autosuperación para decorar la actual pérdida de derechos laborales y la precarización. Pero la psicología positiva no habla de no cambiar las cosas. Lo que ocurre es que en vez de luchar contra lo que odiamos propone trabajar por aquello que amamos. Nos insta a cooperar en vez de competir. A dotarnos de excelencia sin destruir nada ni a nadie porque, como dijo Antoine de Saint-Exupéry, «si queremos un mundo de paz y de justicia hay que poner decididamente la inteligencia al servicio del amor».

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