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BENITATXELL

JESÚS REINA

Miércoles, 17 de enero 2018, 00:18

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Llegados al recorrido final de una legislatura, se irán sucediendo noticias urbanísticas de los diferentes planes de ordenación que van cursándose por la comarca, como el presentado ahora por Poble Nou. El arquitecto de esta ordenación es Alberto Morera, conocedor sufrido de las interioridades urbanísticas dianenses, un profesional desvelado por la paranoia que impide que en su ciudad fructifique un plan. Este desazonado técnico ha crecido en el firme convencimiento del valor de la participación, de ahí que el estructural de Benitatxell tenga los necesarios talleres municipales en fase de exposición.

Además de la correlación turística entre Xàbia y Moraira, resulta atractivo el planteamiento de Benitatxell por ofrecerse como nexo ambiental entre espacios protegidos adyacentes, como el LIC de Penya-segats de la Marina y el monte público de la Granadella, para buscar a través de la Garganta de Gata el corredor que una Bèrnia y el Montgó.

Tampoco era necesario padecer el martirio de planificadores aficionados, pero en esa penitencia se crece en implicación social, interiorizando valores éticos que ayudan a priorizar, y de ahí que de esta ordenación se extrapolen interesantes estrategias comarcales.

En Dénia seguimos igual, porque presentada la gran esperanza blanca para la estabilidad económica, es decir, las normas urbanísticas de la Generalitat, al ejecutivo local no se le ha ocurrido otra cosa que tildar de «parche para la rueda de recambio que supuso el RUT en su día». Son palabras ofensivas hacia la ordenación de urgencia de Conselleria, alegando incluso con la surrealista idea de que el NUT se corrija adaptándose a la versión preliminar del estructural, como si algo así fuera posible sin incumplir convenios, realidades urbanísticas, o el documento de referencia.

Me quedo también con el empeño de algunos por repoblar con el águila pescadora desaparecida de nuestro litoral, y con la ensoñación de un futuro lleno de nidos en los acantilados entre Dénia y Moraira, porque los puentes ecológicos se cruzan abriendo antes la mente y el corazón.

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