Avances bárbaros

Nadie sabe realmente si las cosas suceden por bien o por mal. Probablemente las cosas -aquellas sobre las que no tenemos ningún tipo de influencia- sucedan, sin más, y sea a posteriori cuando le tratamos de dar un significado a sucesos puramente casuales. Hay quien cree que todo está escrito o, que en su defecto, existen unas líneas maestras. Yo las más veces pienso que el mundo se va haciendo y deshaciendo sobre la marcha, sobre la libertad de miles de millones de pequeños gestos a tiempo y destiempo. Lo que no se puede negar es que una vez que hemos dejado de celebrar las primeras veces, todo se nos hace repetitivo, como masticado, por nuevo que sea.

Ahora por fin volvemos a lo presencial, y muchos tenemos unas ganas inmensas de quitarnos este bozal de la boca. Yo los compro de colorines, en un intento de darle alegría, pero eso no me quita el malhumor.

Después de un año por fin voy a poder ver a mi médico, que tiene ojo clínico pero nos cuesta entendernos por teléfono. Estoy un poco harta de ver la vida por la pantalla, por eso a la que sale el sol me voy fuera. Creo que hemos webinareado y videoconferenciado por encima de nuestras posibilidades. Aun así, y si dejamos a un lado el dolor que todos llevamos a cuestas de una forma u otra gracias a esta maldita pandemia, hay que reconocer que ha habido unos avances bárbaros en cuanto al uso de herramientas digitales.

Leo con gusto que vuelven a dar citas en Urbanismo en Dénia y que se pueden pedir a través de una “agenda electrónica”, o bien llamando si es que uno se lía con las cosas del teclado. Parece que la vida vuelve a lo que era con algunos cambios. Y a lo mejor, solo a lo mejor y ojalá, hacia julio podamos ir de nuevo a bailar con algún directo en cualquiera de los bares que íbamos antes. Hay mucho talento en la zona y, de nuevo, por la pantalla no es igual.

"Luke, ayúdame a quitarme esta máscara", dice Darth Vader a su hijo. “Pero morirás”, le contesta Luke. Sí, y lo sabe, pero quiere verlo con sus propios ojos, sin nada que enmascare esa realidad.

La tecnología, al igual que las cosas que pasan, no es ni buena ni mala en sí misma. Es como la usemos lo que nos define a nosotros. De momento la tenemos fuera, podemos encender y apagar a placer esta pantalla desde la que me está leyendo hoy. El problema lo veo en la cada vez más creciente comunidad de transhumanos, que si bien ahora aún están dentro de una cierta marginalidad y no poco rechazo social, solo hacen falta un par de décadas - si no años- para que veamos la necesidad creciente de implantarnos todos un chip por el motivo que sea. Y ahí, en fin, ahí sí habremos perdido definitivamente.