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ATLAS ESPAÑA
Domingo, 13 de enero 2019, 15:16
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Li Chau vive en Pekín y necesitaba desahogarse. Aquí encontró el sitio perfecto. Se trata de una sala de la ira llamada "APLASTA". Y es como su propio nombre indica, un cuarto repleto de cosas para destrozar. La idea se le ocurrió a Jin Meng y a un grupo de amigos hace cuatro meses. Ella explica que quería ayudar a los ciudadanos de la capital a combatir la tensión del día a día. Así que alquiló las instalaciones de una vieja fábrica y llegó a un acuerdo con tiendas de segunda mano que le suministran todo tipo de objetos. Televisiones, teléfonos o relojes. Hasta 15.000 botellas acaban hechas añicos al mes entre estas cuatro paredes. El negocio va viento en popa. Cada cliente paga 20 euros para dar rienda suelta a su ira durante 30 minutos. Y el fruto de tanta furia, Los residuos generados por esta peculiar terapia son reciclados a conciencia quizá para acabar en una tercera vida libre de estrés. -Redacción-
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