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Ucrania: Merkel, en acción

Ucrania: Merkel, en acción

Petro Poroshenko y Vladimir Putin se reunirán el 15 de enero para abordar la crisis ucraniana y, lo más relevante, es que al encuentro asistirán Angela Merkel y François Hollande

Enrique Vázquez

Martes, 30 de diciembre 2014, 20:18

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Súbitamente, se anunció en la mañana del martes que los presidentes de Ucrania y la Federación Rusa, Petro Poroshenko y Vladimir Putin se reunirán el 15 de enero en Astana (capital de Kazajstán) para abordar la crisis ucraniana y, lo más relevante, es que al encuentro asistirán Angela Merkel y François Hollande.

El relevante anuncio coincidió casi exactamente en el tiempo con la adopción por Ucrania de decisiones de envergadura histórica (como abolir su declarado status de país no alineado y abrir un proceso de eventual integración en la OTAN) mientras en Moscú el presidente Putin amenazaba con reexaminar el conjunto de su cooperación con Occidente en asuntos clave (Irán o Estado Islámico por ejemplo).

Si damos por seguro -y podemos darlo- que Washington ha sido informado de este proceso se puede concluir provisionalmente que el empeoramiento visible de la crisis en Ucrania (con un agravamiento de la secesión en el sureste pro-ruso del país y una paralización del proceso negociador) alcanza el nivel de crisis grave que exige la intervención multilateral de los grandes poderes.

Una alteración intolerable del 'statu quo'

Que Putin se pliegue permite suponer que Moscú reconsidera juiciosamente que las represalias occidentales (unidas por el azar a una bajada brutal de los precios del petróleo, su seguro de vida financiero) son dolorosas, eficaces y proveen solidaridad occidental a Kiev, donde una mayoría abrumadora del parlamento, a petición del presidente, votó el cambio de rumbo del país y la apertura de un proceso que podría llevar a la OTAN, también aquí, a la frontera misma con Rusia.

Esta posibilidad de cerrar aún más el cerco ha sido considerada como un casus belli diplomático por Moscú, en cuanto que alteración sustancial de la nueva cartografía política nacida del hundimiento por derribo del viejo imperio soviético. La verdad es que en este punto, muchos observadores occidentales poco sospechosos de pro-rusos recomendaron moderación porque un gobierno nacionalista como el vigente en Rusia tomaría muy a mal una alteración tan profunda del statu-quo de seguridad vigente.

Eso es compatible con la versión, correcta en sí misma, de que fue Moscú quien se buscó el problema por no impedir que, en la confusión inherente al final de la presidencia ucraniana de Víctor Yanukovitch, las regiones del Donbass se separaran de hecho del Estado y proclamaran su independencia que nadie, es verdad, ha reconocido.

El nuevo realismo ruso

Nótese que ni siquiera Moscú ha reconocido jurídicamente a tales entidades "independientes" (lo que sí hizo, en cambio, en Osetia del Sur y Abjasia) y que Putin declaró hace apenas unos días que la Federación Rusa reconoce la integridad territorial de Ucrania lo que rebajaría su pretensión allí a un estatuto de autonomía culturalmente suficiente para sus rusos

Un cierto realismo apareció, pues, mezclado ritualmente con exhibiciones de poder material y una inverosímil revisión general de la doctrina militar de Rusia. Había indicios, además, de que fieles repúblicas ex-soviéticas como Bielorrusia, primero, y Kazajstán después, no atendían del todo al criterio de Moscú sobre lo de Ucrania y no lo compartían. Es en este contexto en el que, súbitamente, se anuncia la gran cumbre del día quince de enero, convocada por el presidente-autócrata kazajo, Nursultan Nazarbayev.

Pero lo realmente nuevo, decisivo y digno de un subrayado es la aparición en escena de la canciller Merkel, que parece confirmar con su intervención personal lo que todos los observadores políticos habían descubierto primero, y subrayado después: en Berlín no se comparte al cien por cien una política de meras represalias económicas y aislamiento político de Moscú. Se entrevé una cierta política exterior y de seguridad propia en Berlín.

Cautelosa como es, Merkel se ha limitado a recomendar calma y a atenuar las sanciones y el boicot político y ha encontrado en París eco y ayuda (entre otras cosas Francia desea mantener su enorme factura comercial con Rusia, incluida la entrega de barcos de guerra ya construidos). Se trata, pues, de aplicar, tras el rigor, la conciliación. Alemania es un leal socio de Washington y un puntal de la OTAN, pero tiene una relación histórica con Rusia que desea proteger y hace bien si se mira al pasado.

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