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Urgente Mueren una mujer y un hombre en Asturias arrastrados por el oleaje
En sus polémicas confesiones, la princesa dice que enseguida tomó conciencia de que su matrimonio con Carlos fue un error. REUTERS
Una muerta muy locuaz

Una muerta muy locuaz

Lady Di deja a Carlos de Inglaterra a la altura del betúnen las grabaciones que su logopeda acaba de sacar a la luz

ARANTZA FURUNDARENA

Martes, 8 de agosto 2017, 00:28

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A Diana de Gales su maestro de oratoria se le ha ido de la lengua... Era de esperar. Aunque la verdad es que se ha tomado su tiempo: 20 años. Quizá porque la venganza es un plato que se sirve frío. Por si no tenían ya bastante con el culebrón del 'Brexit', los británicos asisten ahora también a un serial interminable, el de las declaraciones escandalosas de Lady Di, que si en vida parecía reservada y calladita, de muerta no hay quien la calle.

'Diana: in her own words' (Diana, en sus propias palabras). Así se titula el documental emitido el domingo por el Channel 4 y que ha dejado al Reino Unido boquiabierto... Y con ganas de más, según se desprende de los datos de audiencia: picos de más de cuatro millones de espectadores y una cuota de pantalla que supera en un 142% la media de la cadena. Está claro que la unidad de las naciones, ese punto en común que nos debería hermanar a todos, no es el deseo de paz, sino las ganas de cotilleo.

El 31 de agosto se cumple el vigésimo aniversario de la muerte de Diana de Gales. Pero, por más que los de Channel 4 se empeñen en venderlo como documento histórico, la emisión de las confesiones de la princesa a su 'vocal coach' están más cerca de un 'Deluxe' que de la Enciclopedia Británica. Lo que llegó a decir Diana de Carlos no dista mucho de lo que podría haber dicho de Jesulín, en sus peores momentos, Belén Esteban. La primera pregunta que surge es si Diana acudía a su entrenador de voz, Peter Settelen, para perfeccionar su pronunciación o más bien para aprender a soltar la lengua... Y lo verdaderamente irónico es que Settelen, también profesor de doblaje (y de doblez), asegure que los vídeos y audios que le grabó a la princesa tenían fines didácticos. ¿Qué lección se puede extraer de ellos? Solo se me ocurre una: ¡famoso, cuidado con tu logopeda!

Una vez cada tres semanas

«Me sedujo con su labia. Era como un mal arrebato, estaba encima de mí y pensé ¡Uf!». Así relata Diana en esas cintas su primer encuentro con Carlos de Inglaterra. Y eso que después de trece citas con él, logró llegar virgen al matrimonio. También confiesa que su boda, celebrada con toda la pompa el 29 de julio de 1981, «fue uno de los peores días de mi vida». Ella quería tener un matrimonio normal, pero el sexo con Carlos era «raro», y sobre todo esporádico: «Él aparecía en el lecho una vez cada tres semanas».

Lady Di empezó a sentirse abandonada y, para remate, pudo confirmar la sospecha de que su marido se la estaba pegando con Camilla Parker Bowles. Incluso llegó a espiar conversaciones telefónicas entre ambos de contenido sexual (se ignora si la del támpax). Protestó ante Carlos, pero él rechazó dejar a Camilla apelando a la historia y la tradición: «Me niego a ser el único príncipe de Gales que no tiene amante». Diana acudió entonces a su suegra, la reina Isabel. Y fue peor. «No sé qué puedes hacer, querida, Carlos es un inútil», le dijo.

Ante semejante panorama, a la princesa no le quedó otra que buscar el amor en un guarda de seguridad. Tal vez movida por los mismos instintos que llevaron a Estefanía de Mónaco a echarse en brazos del guardaespaldas Daniel Ducruet. El de Diana se llamaba Barry Mannakee. Y, según le contó a su preparador vocal, «lo hubiera dado todo por dejar palacio e irme a vivir con él». Sin embargo, no pudo ser. El guarda fue trasladado y poco después murió en un accidente. A Ducruet lo hundieron moralmente en aquella famosa piscina, pero al menos sigue vivo.

Entre lo de Dalí y Lady Di, vivimos un verano muy zombi, con cadáveres famosos que regresan de ultratumba. Pero casi es peor que exhumen tus confesiones privadas a que te desentierren para arrancarte un pelo del bigote. Diana también le contó a su profe de oratoria que no quería que Carlos llegara a reinar... Pero ese era ya un secreto a voces.

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