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RAFAEL MAÑUECO
Domingo, 17 de julio 2016, 23:22
A parte de su apego al poder, el presidente Vladímir Putin tiene otras muchas pasiones. Coleccionar vehículos es una de ellas, y también conducirlos. En esto se parece a otros autócratas como Benito Mussolini, Mohammad Reza Pahleví, el Sha de Persia, Muammar Gaddafi, el hijo de Saddam Hussein o el actual líder de Chechenia, Ramzán Kadírov.
La diferencia, sin embargo, es que Putin no busca las grandes marcas, salvo su coche oficial, un Mercedes Benz, ni ejemplares que sean especialmente costosos o difíciles de encontrar. El máximo dirigente ruso ha preferido dar a su colección un acento popular y, sobre todo, nacionalista. En su garaje predominan los carruajes de fabricación rusa o viejas piezas de la época soviética adecuadamente restauradas.
Este peculiar parque automovilístico lo tiene en su residencia de Novo Ogariovo, en las afueras de Moscú, pero nadie sabe exactamente qué vehículos son y cuántos. Se conocen algunos porque él mismo los ha mostrado en diversas ocasiones por distintos motivos. Uno de los personajes que pudo contemplar directamente los coches del jefe del Kremlin fue el ex presidente estadounidense George W. Bush. Sucedió con motivo de una cumbre celebrada en la capital rusa en mayo de 2005. Fue entonces cuando se le vio a Putin por primera vez a bordo de uno de sus coches.
Se trata de un Volga blanco que salió de la fábrica GAZ en 1956, con caja de cambios automática. Lo condujo también Bush unos minutos por los jardines de Novo Ogariovo y muchos medios de comunicación rusos comentaron que no se hubiera atrevido a ponerse al volante si el viejo Volga hubiese llevado una caja de cambios manual, que es la suya de origen.
Esta conjetura se confirmó justo una año después, cuando el presidente norteamericano regresó a Rusia para participar en una cumbre del G8. Putin mostró otro de sus autos, esta vez un pequeño Zaporózhets ucraniano de 1972. Bush se negó a conducirlo y muchos interpretaron que fue por no ser automático. Lo heredó de la familia y lo utilizó para ir a la universidad cuando estaba en tercer año de carrera. Su madre lo había ganado en un sorteo.
Otra antigualla soviética que Putin pudo incluir a su colección es un Lada Zhigulí de color rojo de 1970, idéntico al famoso Seat 124. Durante una visita a la fábrica de Lada (Avtovaz) en Togliatti, a orillas del río Volga, el presidente se enamoró del vehículo, que estaba expuesto en el museo de la empresa. Así que la factoría se lo regaló con motivo de su 55 cumpleaños, pero el servicio de prensa del Kremlin salió diciendo que Putin tuvo que rechazarlo porque la ley no permite regalos a los altos cargos del Estado que superen los 4.000 rublos (unos 55 euros).
Los Lada
En su intento de relanzar la marca nacional, que sigue sufriendo serias pérdidas porque el consumidor ruso prefiere marcas extranjeras, el máximo dirigente ruso se ha exhibido conduciendo varios Lada. Posee incluso un todoterreno Lada-Niva negro con numerosas mejoras, entre ellas los anchos neumáticos que calza.
La muestra más espectacular de su supuesta afición a los utilitarios rusos la hizo en agosto de 2010. Recorrió 350 kilómetros al volante de un Lada-Kalina amarillo a través de la carretera siberiana Jabárovsk-Chita. Circuló rodeado de un auténtico enjambre de todoterrenos negros de su guardia personal y de vehículos policiales. La escolta era tan abundante que ocupó completamente la vía en toda su anchura, obligando a los automovilistas que venían en sentido contrario a echarse al arcén. Desde el cielo, un helicóptero vigilaba el avance de la comitiva. El evento tuvo una cobertura sin precedentes en los medios de comunicación del país.
En febrero de 2008, apareció en las redes sociales una foto suya conduciendo su Mercedes, pero sin abrocharse el cinturón de seguridad. Existe un proyecto, que no termina de ponerse en práctica, de crear una limusina de fabricación rusa equipada con motor Porsche. Si se realiza, tal vez Putin abandone su Mercedes.
Hace tres años, en la Feria Industrial de Hannover, se quedó prendado de un Volkswagen deportivo rojo que le mostró la canciller alemana, Angela Merkel, pero no se lo regaló. Una pena porque a Putin le gusta también la velocidad. Ya ha probado la Fórmula-1 en Sochi, donde se celebra desde hace tres años el Gran Premio de Rusia.
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