Urgente El precio de la luz de este lunes sube un 71% en un día: consulta las horas más baratas y más cara para poner los electrodomésticos
Barra de Bodega Fila repleta de encurtidos y frutos secos. OPG
Newsletter 'Historias con Delantal'

Un oasis entre tanta franquicia y gastrobares de diseño

Bodega Fila nació como una tienda y se transformó en un bar sin cocina en el que los embutidos y el vino han alimentado durante décadas a hordas de universitarios

Vicente Agudo

Valencia

Domingo, 2 de noviembre 2025, 01:01

Vamos a viajar en el tiempo, pero no mucho, sólo unas cuantas décadas atrás, cuando quizá llevaras un pendiente en la oreja, una camisa vaquera ... o un llavero de esos con cadena en plan 'gypsy king'. Una época en la que cargabas la mochila de libros para ir a la universidad pero a la hora de cruzar la puerta siempre había una voz que decía: ¿Nos tomamos un café en Circuito Oliag? Esta newsletter va para los nostálgicos, los que se 'pelaban' clases para empalmar un café tras otro a cinco pesetas y los que, llegada la hora, sustituían Derecho Romano por un almuerzo barato y en condiciones.

Publicidad

Llevaba varias semanas escuchando las historias de mi amigo Jose sobre sus andanzas estudiantiles por los bares de Valencia, pero había uno al que llamaba hogar, y no por la calidez que se respira, sino porque pasaba más tiempo allí que en su casa. Bodega Fila es la protagonista de esta semana, un bar al que decidimos ir a almorzar. Mi colega llevaba varias décadas sin pisar ese local, por lo que su primera frase me estremeció, y no para bien: «Está exactamente igual que cuando venía», me soltó sonriendo. ¿Qué podía salir mal?

Una larga barra repleta de botes de aceitunas y frutos secos, mesas bajas y pequeños taburetes cada uno de su padre y de su madre te dan la bienvenida. Tras un primer vistazo al local, me doy cuenta que allí el vino es cosa seria. Cinco enormes barricas presiden el bar, aunque la enorme estantería repleta de botellas que puedes comprar o descorchar allí no se queda atrás. A pesar de mi obnubilación inicial, me doy cuenta de una cosa: ¿dónde está la cocina? «Ni está ni se le espera», me dice mi amigo, aunque me tranquiliza al señalarme los jamones y embutidos que nos vamos a empujar.

Esta taberna nació como una tienda de barrio con servicio de barra. Poco a poco fue creciendo en pretensiones, pero al no estar preparada para albergar una cocina allí se servían cacahuetes, aceitunas, conservas en lata y vino, mucho vino. El siguiente paso fue una recomendación de un amigo, que aconsejó al propietario que sirviera también embutidos y quesos. La idea entusiasmó a Macedonio Sánchez, el dueño, que la puso en práctica enseguida para el deleite de los parroquianos. A partir de ese momento, Bodega Fila comenzó a despegar. ¿Y por qué ese nombre? Porque Macedonio, 'Mace' para la familia de clientes, quiso homenajear a su padre, Filomeno. Imagino que te están entrando ganas de ver su árbol genealógico para comprobar si hay más sorpresas.

Publicidad

Y si no hay cocina qué se come. Pues la cosa va de tapas en el centro de la mesa. Allí verás boquerones prietos y carnosos tipo Kardashian y un lacón con aceite y pimentón picante que te hará repetir. Y no te olvides de pedir anchoas, queso, chorizo, lomo, morcilla, sobrasada y salchichón. Por supuesto, no hay que olvidar el jamón. No hay un camarero que lleve un cuchillo forjado por Hattori Hanzo en el Monte Fuji en una mano y unas pinzas en la otra en plan 'cuqui' profesional. Aquí la clientela tiene hambre y hay que ir a destajo, así que las lonchas del marrano son tan irregulares en su tamaño y grosor como el horario de un viaje en Cercanías. Eso sí, te sabrán a gloria. Pan, atún y aceitunas completan la carta de la bodega. No te esperes nada más, pero tampoco menos.

Allí no vas a comer los aburridísimos torreznos que han crecido como setas en todas las cartas de los gastrobares. Tampoco gyozas, chipirones con mayonesa de ajo negro, tostadas de aguacate ni nada que se le parezca. Bodega Fila no es para estar con el móvil en la mano subiendo fotos a Instagram, sino para disfrutar de la conversación mientras el vino va haciendo camino y los platos se suceden en la mesa bajo la atenta mirada del grandullón de 'Mace'.

Publicidad

Durante la época estudiantil de mi amigo Jose aquello parecía el Woodstock universitario. No cabía un alfiler. Y si eras de los afortunados que había conseguido hueco en una mesa lo más probable era que te tocara sentarte encima de una caja de tercios de cerveza. Ahora la cosa flojea. Macedonio lo achaca ufano al Plan Bolonia y a que los estudiantes tienen prácticas obligatorias, lo que les impide saltarse las clases con la misma ligereza con la que lo hacía mi colega. Sin embargo, pese al paso de los años, los vecinos del barrio de esta bodega, ubicada en la calle Manuel Candela de Valencia, mantienen su fidelidad intacta a un local que ha huido de las modas y no ha querido perder su esencia.

Hoy me rebelo ante esas franquicias y gastrobares cuya premisa radica en la decoración por encima de la comida. A 'Mace' se la pelan las lámparas de diseño o la vajilla de colorines. Al Fila se va a gozar mientras tu móvil se mantiene quieto en tu bolsillo al son de 'apagado o fuera de cobertura en este momento'. O lo que es lo mismo, no me molestes porque estoy disfrutando igual que Pajares y Esteso en una piscina llena de suecas.Yo volveré a esta bodega porque quiero que nunca mueran.

Publicidad

PD: Sé que tú también te saltabas alguna que otra clase para ponerte hasta arriba en ese bar que ahora te está llenando la cabeza de recuerdos, así que, por favor, chívamelos para que pueda cabrear a mí médico de cabecera.

vagudo@lasprovincias.es

Si quieres seguir las entregas de 'Historias con delantal', suscríbete en este enlace o en el apartado 'Newsletters' de la web de LAS PROVINCIAS.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete a Las Provincias al mejor precio

Publicidad