Memoria, gratitud y responsabilidad: la receta de Camarena en recuerdo del 29-O
El prestigioso cocinero invita a reforzar la unidad como mensaje principal que dejó la dana y subraya la movilización colectiva del sector gastronómico de la Comunitat en respuesta a la adversidad
J.A.L.
Martes, 28 de octubre 2025, 16:14
«Hace un año el agua paró el tiempo y nos rompió el corazón. Aquel maldito barro arrancó vidas y truncó sueños. Nos inundó una ... mezcla de incredulidad y rabia que todavía hoy cuesta digerir. Vimos calles convertidas en ríos. Vimos, impotentes, cómo en pocas horas desaparecían casas y negocios levantados con años de esfuerzo. Pero también vimos algo que no olvidaremos: un pueblo entero arremangado. Nunca había visto al pueblo valenciano mirarse de frente con tanta dignidad y solidaridad». Con estas líneas arranca la carta abierta a la sociedad valenciana, publicada por el cocinero Ricard Camarena cuando se cumple un año del 29 de octubre. Un texto donde la palabra más repetida es gracias, que condensa el espíritu de quien se puso el mono de trabajo recién superados los primeros días luego de la dana, lideró una iniciativa solidaria al frente de un reputado elenco de cocineros y vivió por lo tanto en primera línea la elogiosa respuesta ciudadana para poner de nuevo en pie a la zona cero. Gratitud, memoria y también un llamamiento a extremar la responsabilidad colectiva: así se cocina en los fogones del chef de Barx la receta para salir del lodo.
Camarena extiende su agradecimiento a «los vecinos que abrieron sus puertas y a quienes, a pesar de perderlo todo, siguieron ayudando2. Incluye a bomberos, soldados, sanitarios, protección civil, policías »y a esos miles de voluntarios que llegaron de todas partes y tendieron un puente entre la esperanza y el caos«. También lo envía a »eempresas grandes y pequeñas, a autónomos y a todo aquel que llevó comida, escobas, palas… y, sobre todo, ánimo cuando más falta hacía«. Y añade: »Gracias a Delisano, al equipo Patata, a los voluntarios y a mi equipo, que se volcó desde el minuto cero para hacer posible cada uno de los miles de platos que tuvimos el privilegio de preparar«. »Gracias a Begoña (Rodrigo) y a Quique (Dacosta)«, prosigue, »por creer que el movimiento Desde Valencia para Valencia era posible y necesario, por pensar que era nuestra responsabilidad movilizar a nuestro sector y, sobre todo, por hacerlo«.
Y más agradecimientos: al equipo de AVE y a su directiva, a los cocineros de todo el mundo «que se unieron sin pensarlo, sin saber nada, porque nada sabíamos». Y gracias también para «todos los coordinadores provinciales que organizaron a los cocineros y a las cenas, por lidiar con las circunstancias y pelear por el proyecto como algo propio». así como a «las empresas que donaron de forma altruista sus servicios y productos sin esperar nada a cambio: consultores, programadores, voluntarios, distribuidores… A quienes reservaron mesa, a los que aportaron lo que pudieron (...) y a las personas que se subieron al barco sin preguntar, a los productores que donaron género, a la gente anónima que envió un 'Bizum' con un «no puedo más, pero ahí va», y a quienes, con una llamada discreta, empujaron para que esto arrancara fuerte». En definitiva, gracias igualmente al colectivo Mamás en Acción «por ofrecerse a canalizar de manera transparente los casi seis millones de euros que ayudaron a más de seiscientas pequeñas empresas a seguir adelante».
Camarena recuerda al respecto de aquella movilización que «todavía emociona saber que todo eso empezó con la voluntad de ayudar a los demás». «No se trataba de heroísmo, sino de responsabilidad», subraya. un argumento que le conduce a mezclar en su receta otros argumentos decisivos para cocinar su carta abierta: memoria, compromiso y responsabilidad. «Memoria para no olvidar a quienes perdieron la vida y a quienes todavía hoy no han podido recuperar una vida digna», explica. «Compromiso para seguir donde hace falta: comprando en los barrios afectados, reservando mesa en ese bar que resistió, eligiendo proveedores locales, cuidando la huerta que nos cuida». Y de postre, responsabilidad, «para seguir hablando de lo ocurrido desde el respeto y no desde el odio; desde la exigencia y no desde el olvido; desde la unión social y no desde los partidismos».
En su texto, el cocinero valenciano entiende que «la solidaridad, la unión y la dignidad no tienen fecha de caducidad» y lanza esta reflexión: «La dana me dejó claro que la fuerza de un pueblo no está en sus edificios ni en sus gobernantes, sino en sus vínculos y en su gente. Me enseñó», continúa, «que cocinar también es reconstruir y que un plato puede ser un abrazo cuando todo se ha roto, que trabajar al servicio de los demás no es una obligación, sino un privilegio». Y concluye: «Aún queda camino por recorrer. Porque esto va de personas, y no de titulares». De resumen, de nuevo la palabra gracias: esa vez a Valencia «por recordarnos quiénes somos cuando más nos necesitamos».
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