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Un voluntario y un usuario en una sala de estar. D. Torres
Obra Social de San Juan de Dios: Una casa con las puertas abiertas desde hace 25 años

Una casa con las puertas abiertas desde hace 25 años

La obra social de los hermanos de San Juan de Dios ha atendido a más de 22.000 personas en Valencia que se quedaron sin hogar

Laura Garcés

Valencia

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Lunes, 23 de abril 2018

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«Aquí he encontrado ayuda, amigos, paz, tranquilidad, gente que me apoya». Puede parecer poco, pero es mucho. Son palabras de un usuario del albergue para personas sin hogar de la Obra Social de San Juan de Dios. Es la experiencia de alguien que acudió al centro cuando se sintió perdido, sin más salida que pedir ayuda. Allí la encontró. Se cuentan por miles las personas que han obtenido la misma respuesta. La Orden Hospitalaria de San Juan de Dios lleva 25 años con la mano tendida y las puertas de su casa abiertas para ofrecer un hogar a quien se ha quedado sin él.

Están empeñados en que nadie viva en la calle. Invierten sus esfuerzos en una obra social que desde que inició su andadura ha ofrecido techo, comida, ropa, calor humano y nuevas oportunidades de vida a más de 22.000 personas a las que un día se les apagó la sonrisa y se quedaron con lo puesto y en la calle. La única meta, ni más ni menos, es ayudar a superar situaciones de exclusión social más allá de la mera asistencia, por la senda de la atención integral. Les guían los principios de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios: hospitalidad, calidad, respeto, responsabilidad y espiritualidad. Y su acción responde a una máxima: «La calle no debe ni puede ser el hogar de nadie».

Un albergue con capacidad para 50 personas y una red de 11 viviendas son los cimientos de un proyecto que va más allá. Ofrecer un techo sólo es el primer paso de una empresa mayor: la inclusión social. Ello exige trabajar por la inserción laboral, la formación ocupacional e incluso por la preparación para disfrutar del ocio.

Los proyectos para este año les permitirán ampliar a 45 las plazas disponibles en viviendas

Quienes llegan al albergue «pueden permanecer allí por tiempo ilimitado, pueden estar aquí hasta que su situación se solucione», explica Rosa Peiró, trabajadora social del centro. Entre las cuatro paredes del albergue que ofrece San Juan de Dios encuentran comida, habitación, ropa lavada, salas de estar, biblioteca y acompañamiento en el camino para superar la situación que ha guiado sus pasos hasta allí, un lugar que los «usuarios lo llaman el hotelito». relata Rosa.

Esa casa es el punto de partida para iniciar el «itinerario de inserción social», un proceso que la trabajadora social describe como «complejo» y cuyo destino es que cada persona supere las circunstancias que le llevaron a quedarse sin más cobertura que la del cielo azul del día o el negro de la noche. Cuando consiguen salvar esas circunstancias ya pueden «salir del albergue y pasar a las viviendas». Hay que conseguir que el proceso se complete, que cada persona vaya recuperando los hábitos que perdió y «sentir que puede vivir en una casa», que la exclusión social fue cosa del pasado.

Y así se van dando pasos en el camino a seguir por las personas que «vienen aquí y quieren salir adelante». El itinerario de inserción que refiere la trabajadora social se describe de «forma personalizada, porque cada persona es única y diferente», apunta Rosa.

En el recorrido, la inserción laboral «es una pata indispensable». De hecho, no es poco el esfuerzo de los servicios sociales de San Juan de Dios en este ámbito. Organizan talleres de formación y búsqueda de empleo, disponen de un taller ocupacional con capacidad para 35 plazas desde el que se promueve la recuperación de hábitos laborales y ocupacionales. Entre las iniciativas ocupacionales que se han impulsado se encuentra un taller de reparación de bicicletas. La suma de todas las acciones ofrece un buen resultado: «La mitad de las personas que atendemos encuentra trabajo».

Frente a la soledad

Y el ocio. No olvidan en San Juan de Dios que las personas que se han visto abocadas a vivir en la calle, en no pocas ocasiones también se han quedado solas. «No saben qué hacer con el tiempo libre». En una ocasión se encontraron con un usuario que invertía sus horas libres «en subirse a un autobús y dar vueltas por la ciudad». Y entonces se pusieron manos a la obra para abrir caminos hacia el aprendizaje para recuperar la «gestión del tiempo de ocio». También aquí hay un programa de acción previsto: convivencia de verano, visitas a museos, meriendas en el cauce del río...

Cuidar la salud es otra de las estaciones que se cubren a lo largo del itinerario hacia la reinserción social. Aquí, en esta parada la obra social de San Juan de Dios ofrece un programa para la deshabituación del alcohol y la ludopatía para personas sin hogar, seguimiento psicológico, así como acompañamiento en procesos de revisiones médicas en tratamientos de corta y larga duración. Para las personas sin hogar que padecen alguna enfermedad física o grave disponen de una vivienda especializada.

Los voluntarios

Que todo ello sea posible requiere la implicación de muchos. Ahí están los voluntarios, los trabajadores, colaboradores y también los usuarios de los servicios. Todos se vinculan al proyecto social: «Trabajamos en equipo» y en esa labor incluyen las «campañas de sensibilización para contribuir a conseguir una sociedad más inclusiva».

Y entre los voluntarios se encuentra Juan Vicente. Un maestro que un día decidió hacer algo por los demás. Entre las opciones que tenía ante sí, se decidió por la Obra Social de San Juan de Dios. Hoy, tras haber prestado su desinteresada ayuda en otros servicios del albergue, forma parte del equipo que atiende el comedor. Varios días de la semana acude a la cita para preparar los platos y las mesas. Él ofrece cuanto puede y asegura que «se siente útil», algo que le «llena de vida» y que recomendaría a otros que hicieran lo mismo.

Juan Vicente es un maestro que un día se hizo voluntario, algo que le «llena de vida»

En el albergue y en las viviendas, la hospitalidad es la clave. La ofrecen «con calidez. Aquí no hay guardias de seguridad», apunta Rosa Peiró. El acompañamiento en el recorrido que una persona realiza para salir de su situación de exclusión es el principal instrumento. El respeto a cada persona, el espíritu que les impulsa. Están dispuestos a seguir. Su agenda para 2018 está repleta de retos, de propósitos como aumentar la red de viviendas para llegar a 12 incorporando cuatro nuevas plazas hasta alcanzar las 45.

Seguirán trabajando para que su razón de ser quede impresa en los rostros de muchas personas que acudirán en su ayuda con el único interés de que quienes se acerquen a la obra social de San Juan de Dios, un día puedan decir, como el usuario que habló con LAS PROVINCIAS, que llegó al albergue en una situación desesperada y se encontró con que «me hablaban bien, me valoraban...».

«Estoy rehaciendo mi vida en todos los sentidos»

La experiencia «es muy dura». El usuario del albergue de San Juan de Dios que accedió a hablar con LAS PROVINCIAS se refiere con sus palabras a verse en la calle y, además, afirma que también «es durísimo pedir albergue». Pero él dio el paso y solicitó ayuda. Las drogas y el alcohol se habían cruzado en su vida dificultándole el camino, dejándole sin hogar. Y un día llegó al Centro Municipal de Atención a Personas Sin Techo. Desde allí lo derivaron al albergue de San Juan de Dios, donde asegura que le han apoyado «en todo», tanto que «estoy rehaciendo mi vida en todos los sentidos».

Ya pasó la etapa del albergue, instalación que llega a definir como «un hotel de cinco estrellas». Ahora vive en un piso del proyecto social de San Juan de Dios. Participa en talleres ocupacionales y también en campañas de sensibilización en los colegios dirigidas a romper los estigmas y prejuicios ante la vulnerabilidad social. Ha luchado contra sus adicciones y ya lleva casi dos años alejado de ellas. Sus palabras son de continuo reconocimiento a la obra social que le acogió porque allí ha recuperado la autoestima.

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