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La globalización amenaza  a los conventos

La globalización amenaza a los conventos

Las monjas productoras de formas para comulgar se enfrentan a la competencia de precios más bajos de otros países

LAURA GARCÉS

Viernes, 15 de mayo 2015, 23:54

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La crisis económica y la competencia: dos factores ligados a la globalización, fenómeno para el que ya está demostrado que no hay fronteras. Ni siquiera los muros de los conventos de clausura han podido detener las consecuencias que comporta la confluencia de uno y otro elemento. Y si no que se lo pregunten a las religiosas carmelitas descalzas de Puçol. Acostumbradas a fabricar cada día entre 25.000 y 30.000 formas para la Comunión se enfrentan a la competencia que aseguran llega desde países como Italia o Polonia. No tienen confirmado de que desde China hayan llegado obleas hasta aquí.

Esta comunidad de monjas contemplativas, dedicada desde hace muchos años a la elaboración de obleas para consagrar y distribuir entre los católicos que acuden a comulgar, ha tropezado con alguna que otra amenaza para la actividad económica que sirve de sostenimiento al convento.

Relata en su último número el semanario del arzobispado 'Paraula', que de un tiempo a esta parte intentan paliar la crisis que han sufrido, «que nos ha llevado a perder compradores».

La razón de ello se encuentra en la comercialización de «formas más económicas» llegadas desde «países del extranjero con los que es imposible competir», como relató la priora Gema Juan al semanario.

A parroquias, colegios o tiendas de artículos religiosos de Valencia y de otras diócesis de España, venden las formas en cuya elaboración invierten buena parte de la mañana en su trabajo «remunerado», con el que explican que se unen «como miembros del Gremio de Artesanos del Pan de Valencia, a todas las personas que se ganan el pan con su esfuerzo», como explica la priora. Los encargos los reciben por teléfono y por correo electrónico.

Ante los riesgos que les ha servido la competencia han tenido que adoptar medidas para dar a conocer la situación. El primer paso, como relataron a LAS PROVINCIAS desde el propio convento, fue trasladar a los párrocos de la diócesis los motivos de su preocupación.

Pero «·como también vendemos fuera de la diócesis» decidieron publicar un «comunicado» en la página que el convento tiene abierta en internet y que mantuvieron «colgado» hasta hace unos días.

El comunicado

El comunicado recuerda que la fabricación de obleas es, «desde hace varias décadas, el trabajo remunerado que realizamos en nuestra comunidad». Señala también que desde «hace un tiempo, la venta de nuestras formas ha caído alarmantemente y la situación se hace insostenible para nosotras».

Tras advertir de las circunstancias en las que se encuentran el escrito puntualiza que «nos consta que algunas tiendas de artículos religiosos que se suministraban del trabajo de las comunidades contemplativas han comenzado a comercializar formas elaboradas industrialmente en el extranjero y a unos costes tan bajos que nos cierran cualquier posibilidad de seguir en el mercado»..

La hermana María José Pérez recuerda a LAS PROVINCIAS que el de Puçol no es el único convento de la diócesis de Valencia que se dedica a esta actividad para contribuir al sostenimiento de la comunidad religiosa, «para vivir de nuestro trabajo».

Esta comunidad religiosa lleva muchos años dedicada a la elaboración de obleas para consagrar. De hecho explican que se trata de una actividad que contribuye al sostenimiento del convento. Ese es el «trabajo remunerado» que llevan a cabo las religiosas.

El proceso para la elaboración de las formas, explica el reportaje de 'Paraula', implica a todas las religiosas activas del convento. Cada tres años «rotamos en los oficios» que exige el proceso completo.

La fábrica se encuentra en la primera planta del convento. Cada fase de la elaboración se realiza en una habitación distinta de manera que por un lado cumplen «con la idea de santa Teresa de Jesús que pensó en el trabajo compartimentado». Además, esa disposición les permite mantener «nuestro carisma de silencio y oración».

La masa

El primer paso es batir la masa, compuesta de harina de trigo y agua. Las formas no llevan levadura, ni otros ingredientes. Cuando el amasado ya cumple con los criterios que se exigen, la masa pasa a la fase de cocción. Para ello las religiosas se sirven de unas planchas «lisas que facilitan horneado y limpieza». Después llegará el momento de cortar las obleas para darles la forma redonda con la que los fieles católicos comulgan.

Pero antes de ser cortadas, las obleas se humedecen en una cámara durante 48 horas y por último se ponen a secar a lo largo de un día. Cumplidos todos estos requisitos llega el momento de finalizar el proceso con un control de calidad y el empaquetado.

Con la finalidad de cumplir con las exigencias que requiere el complejo proceso de elaboración de las obleas, las religiosas carmelitas de Puçol realizaron una importante inversión en maquinaria que «por ser tan específica, es muy cara».

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