Borrar
Urgente La borrasca Nelson trae lluvias generalizas a Valencia este fin de semana
Retrato de Jorge Juan. Abajo, tareas de medición del arco meridiano y un grabado de la batalla de Trafalgar. :: lp
Jorge Juan,  el caballero  del punto fijo

Jorge Juan, el caballero del punto fijo

El ilustrado fue uno de los valencianos más influyentes de su época

DANIEL MUÑOZ

Domingo, 18 de enero 2015, 00:02

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

A comienzos del siglo XVIII todavía se ignoraba la forma exacta y el tamaño de la Tierra, una cuestión fundamental para el desarrollo de la navegación, que quedaría definitivamente zanjada gracias a un complejo proyecto, del cual se cumple el 280 aniversario. El ilustrado y marino alicantino Jorge Juan y Santacilia participó activamente de la expedición científica hispano-francesa que se dirigió al Ecuador, con la intención principal de acabar con esta enconada polémica. Nacido en Novelda en 1713, en el seno de una familia de hidalgos, su vida estuvo siempre unida a la navegación y la ciencia, siendo uno de los personajes valencianos más influyentes en la España dieciochesca, como demuestran los estudios de historiadores como Emilio Soler Pascual.

En 1735, el monarca francés Luis XV autorizó a la Academia de París a llevar a cabo una misión fundamental para el conocimiento del globo terráqueo, midiendo, de manera definitiva, varios grados de la línea equinoccial y del círculo polar. Dos comisiones académicas llevarían a cabo la medición: una en Laponia, dirigida por Maupertuis, y otra en las cercanías de Quito, en virreinato de Perú, en la que tomó parte La Condamine. La comparación de los grados del meridiano boreal y del ecuatorial debía zanjar la célebre disputa sobre si la Tierra tenía forma de melón o de naranja.

Como el lugar elegido para la medición se hallaba en la América hispana, ambos monarcas, el francés y Felipe V, decidieron que dos avezados guardiamarinas, a falta de científicos españoles, formaran parte de la medición: Jorge Juan, de 21 años, y Antonio de Ulloa, de 19. De un plumazo, ambos fueron ascendidos a Tenientes de navío y pocos meses después iniciaron su aventura americana.

Tras un ajetreado viaje de ida, en Quito, los dos jóvenes tuvieron un percance con los funcionarios de la Audiencia de esta ciudad, tras la llegada de los valiosos instrumentos científicos, obligando a Jorge Juan a desplazarse hasta Lima y mediar con el virrey, el marqués de Villagarcía. Superado este escollo, se les entregaron los materiales y los papeles embargados, pudiendo proseguir los trabajos de medición en compañía de los científicos franceses.

En su prolongada estancia en Quito, donde fueron apodados como 'los caballeros del punto fijo', Jorge Juan y Antonio de Ulloa alternaron sus trabajos de medición junto a los científicos franceses con la defensa de las costas españolas del Pacífico, requeridos por el virrey, y puestos al mando de dos fragatas, tras el estallido de la guerra de la Oreja de Jenkins, que enfrentó a Gran Bretaña y España.

Finalizadas con éxito las tareas científica encomendadas y habiendo llegado a la conclusión que la Tierra tenía forma de naranja (achatada por los polos como había sostenido Newton), se inició el viaje de regreso a España, llegando a la Corte en 1746, casi once años después de su partida. Rápidamente, Jorge Juan dio a conocer los resultados de la expedición, publicando diversas obras, entre las que destaca las «Observaciones astronómicas y phísicas hechas en los Reinos del Perú».

Pero la labor de Jorge Juan al servicio de la corona español no concluyó tras la expedición. Poco después de su regreso, recibió del marqués de Ensenada unas órdenes secretas para que marchase a Londres a visitar sus astilleros y «con el disimulo de una mera curiosidad, formará y remitirá plano de ellos y de sus puertos; examinará todas las obras que hubiere en ellos y las que se estén haciendo, sean muelles, diques, almacenes u otras pertenecientes a la Armada». Recaía sobre sus hombres la arriesgada tarea de espiar la mejor marina de la época, la británica, y adquirir los conocimientos que deberían de servir para reformar y modernizar la marina española, claramente en decadencia. Jorge Juan salió hacia Londres en enero de 1749 y un año y medio más tarde regresaba a España tras ser descubierto por los servicios secretos ingleses, aunque no sin antes haber enviado a España a decenas de constructores británicos.

Pero algo comenzó a cambiar cuando el 20 de julio de 1754 el marqués de la Ensenada fue desterrado. El nuevo Secretario de Marina, Julián de Arriaga, ordenó a Juan que abandonara esas importantes tareas de construcción naval para ocuparse más intensamente de la Real Compañía de Guardiamarinas. Con este cambio de rumbo, los proyectos de Jorge Juan sufrieron una paralización casi completa para la armada española, iniciándose el alejamiento político del científico alicantino, al que se unió una enfermedad que ya no le abandonaría hasta su fallecimiento en el año 1773.

Los desvelos y esfuerzos de Jorge Juan por renovar la marina española cayeron en saco roto, optándose por el modelo francés para la construcción de nuevos navíos. Sin embargo, y a pesar de haber sido apartado de la primera línea política, Jorge Juan alertó a Carlos III del fracaso de la marina española, afirmando «que la actual construcción de navíos y demás buques destinados al uso de la Armada de V.M. (que devería ser temida) no sólo es inútil en todas sus partes sino que preveo el horror de las armas, vasallos y estados de V.M. en peligro inevitable a perecer en un solo día». Una premonición hecha realidad en la batalla de Trafalgar, algunas décadas después de la muerte del caballero del punto fijo.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios