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El adiós al histórico descanso dominical

El adiós al histórico descanso dominical

Un sermón pronunciado por San Vicente Ferrer ilustra los cambios en la percepción del Día del Señor

ÓSCAR CALVÉ

Domingo, 21 de diciembre 2014, 00:34

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valencia. La incesante liberalización de los horarios comerciales provoca, casi sin percatarnos, que multitud de negocios no tomen apenas tregua entre el 1 de diciembre y el 11 de enero. La campaña navideña así lo exige. Los tiempos cambian y el sentido de nuestras celebraciones, especialmente las cristianas, también. Antiguamente los domingos se conmemoraba el último día de la creación, el descanso de Dios. De la compleja relación entre religiosidad y modernización social surge una contradicción: a mayor proximidad de las fiestas navideñas, menor observancia del descanso dominical. En el pasado ha quedado la expresión «domingos y fiestas de guardar». En otras épocas el domingo se consideraba una fecha histórica.

Para ilustrar esa percepción retomamos parte de un sermón pronunciado por San Vicente Ferrer en Valencia, durante la Pascua de Resurrección de 1413. Sus palabras sirven para reflexionar sobre esta transformación de la festividad dominical: 'lo dia del repòs és lo dia del sant dicmenge; remembra't que el santifiques, segons que t'he dit damunt: «Erat proxime festum"; e així, ans que vinga la festa, ja deu reposar; ja el dissabte, horabaixa, cascú deu tancar son obrador e deixar los negocis. Una epistola diu que fón tramesa del cel sobre lo altar de Sent Pere de Roma, que diu que a nona deu començar. Dic que falsament fón ordenada, e mentida era: deu començar a vespres als religiosos que comencen l'ofici, e los llecs, tantost al sol post, e lo barber tancar l'obrador, e lo ferrer, e lo sabater, e tots altres, hoc encara especiers, si ja no per necessitat. 'A vespera usque ad vesperam' (Lv, 23, 32): del vespre lo dissabte, com lo sol és post, fins al vespre del dicmenge és entès fins a hora de mitjanit.»

Peluqueros, herreros, zapateros,. Todos estaban obligados a santificar el llamado Día del Señor. Desde la caída del sol del sábado hasta las doce de la noche del domingo. Con carácter excepcional podían desempeñar sus funciones aquellos trabajadores cuya labor resultaba imprescindible por las circunstancias, caso de los farmacéuticos, entonces denominados 'especiers'. Como se puede apreciar, seis siglos atrás ya existían las farmacias de guardia.

La amonestación de Ferrer a los valencianos iba subiendo de tono: «E si lo vespre és començat a festivar, ¡quant més lo dia de la festa! Axí, fora tots negocis: sis jorns haveu, e lo u per a nostre senyor Déu. Si hu trencau, pendrà s'ho per comís.» Ferrer defendía que aquellos que infringían el descanso dominical debían ser penalizados con el decomiso, la confiscación de sus ganancias.

Cualquier ciudad que deseara esquivar angustias y penas por castigo divino estaba obligada a respetar la fiesta. El domingo era obligatorio ir a misa y bajo el prisma cristiano era una fecha tan histórica como cualquier celebración de un santo del período: «dels bons reméis és que en cascuna ciutat, perquè siam guardats de tribulacions, que les festes sien ben tengudes, e per ço, molts mercaders perden a vegades tot quant han, ab qualque fusta que iran, e així, com si no fos festa, descarreguen; axí, avisar, si ja no era gran necessitat de perills de mar o d'enemics. Així, en menyspreu se fa de la fe cristiana.» El santo valenciano advertía sobre las posibles consecuencias que sufrirían aquellos mercaderes que intentaran descargar sus mercancías sin respetar la fiesta, aunque de nuevo una extrema necesidad como un inminente ataque del enemigo justificaba ese trabajo dominical.

La primitiva fiesta hebrea del sabbat, para los judíos el día santo sigue siendo el sábado, se convirtió durante los primeros siglos de nuestra era en la fiesta dominical cristiana. Durante casi dos milenios y por precepto de la Iglesia fue o ha sido obligatorio santificar el domingo yendo a misa y absteniéndose de trabajar. Pero no sólo la Iglesia estableció el reposo dominical. El emperador Constantino ordenó el año 321 que el domingo fuera observado como día de reposo civil ineludible. Esta confluencia de factores ha provocado una arraigada tradición que se resquebraja desde hace pocos años.

Lo más llamativo es que la ruptura se agranda al acercarse una de las principales celebraciones de la Iglesia, principal impulsora del descanso dominical. Hoy San Vicente Ferrer no daría crédito. Ante otro auditorio, el dominico ponía en boca de Jesucristo: «Fill d'homes sobre totes coses guardats lo meu sanct dimenge.».

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