En unos días se va a resolver en Reino Unido y en España algo parecido al diabólico «dilema del prisionero». Esa teoría de los juegos según la cual dos personas (o partidos políticos o naciones) debido a desconfianza, sospecha, malicia o temor pueden rechazar la cooperación incluso si ello va en contra del interés de ambas. El dilema expone el juego de un carcelero que ofrece a dos presos salvarse de la cárcel con diversas actitudes respecto a su compinche pero la desconfianza y la sospecha de que el otro le traicione acaban conduciendo a ambos a optar por no colaborar y seguir prisioneros. Esta es una versión casera, resumida y probablemente inexacta de una compleja teoría de los juegos que se aplica a estrategias económicas. Pero puede servir perfectamente para ilustrar lo que está pasando y puede llegar a ocurrir entre populares y socialistas después del 26 de junio y entre Reino Unido y Unión Europea. Que por desconfianza y sospechas de unos respecto a otros se den la espalda despreciando la opción más favorable a sus intereses que resultaría de la cooperación mutua.
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PP y PSOE deberán resolver a partir del 27 de junio si cooperan frente al adversario común del populismo o se siguen zurrando aunque al final los dos resulten perjudicados. Los indicios apuntan a que se puede imponer la nefasta tesis de que con tal de que el otro no salga beneficiado, estoy dispuesto a arriesgarme a despeñar a mi partido por la pendiente. Pero tampoco conviene adelantar acontecimientos porque la política tiene la virtualidad de soltar lastre y cambiar el discurso con pasmosa naturalidad cuando la necesidad aprieta. Caen líderes de la noche a la mañana; lo que era intolerable y extendida corrupción se convierte en casos puntuales que hay que depurar y las líneas rojas insalvables se desvanecen en los despachos. Todo tiene arreglo si hay voluntad política y hay mucho que preservar: la mejor Constitución de la historia moderna, una nación cohesionada, la economía libre de mercado, las libertades individuales frente al intervencionismo populista.
Además los pedrosanchez pasan y los pesoe siguen. En el caso del Reino Unido, decide el jueves si se va de la UE o se queda. Y por un lado es cierto que muchos europeos estamos deseando que los british se queden con su isla, con su cerveza caliente, su sopa fría y nos dejen en paz de una vez. Incluso estamos pensando que igual hay suerte y con el Brexit recuperamos Gibraltar. Y de una vez pondríamos fin al desdén británico de estos años amenazando con que hoy nos vamos, mañana nos quedamos. ¡Qué alivio! Los rotativos cambiarían aquel histórico titular de «Tormenta en el canal, el continente aislado» por «Sí al Brexit: la UE aislada». Pero todo iría a peor. España saldría de la Europa política hacia modelos latinos de inspiración peronista y GB dejaría un gran hueco en Eurovisión... Y alguna cosa más.
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