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Directivos, socios, técnicos y empleados de la Cooperativa de Viver posan ante la fachada del edificio central de la misma. lp
La vid vuelve  al Alto Palancia

La vid vuelve al Alto Palancia

El aceite 'Lágrima' es el producto líder de la cooperativa comarcal, que busca aprovechar todas las opciones agrícolas de la zona Viver se implica en la elaboración de vinos de alto nivel y recupera cepas como la Mondragón que arrinconó la filoxera

VICENTE LLADRÓ

VALENCIA.

Jueves, 1 de enero 1970

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La plaga de la filoxera, que acabó con casi todos los viñedos de Europa, arrasó también, a principios del siglo XX, los del Valle del Palancia, cuyos agricultores se vieron empujados a buscar alternativas de producción, y desde luego ya no pensaron en replantar cepas, sino que prefirieron los cereales, los almendros y los olivos. Hoy cuesta imaginarlo, pero el valle, desde Sagunto hasta las cercanías de las cuestas del Ragudo, fue un extenso viñedo que se extinguió. O casi, porque en casi todas las catástrofes se salva algo. Aún quedan vestigios de variedades autóctonas, como la 'Mondragón', o la 'Pampolat de Sagunt', que la Cooperativa de Viver está empeñada en recuperar y ponerlas a producir, porque una de las iniciativas más recientes y ambiciosas de esta empresa es el proyecto vitivinícola, en el que entran las pequeñas viñas de socios que resistieron repartidas por la comarca y las de la bodega 'Divinos & Viñas' que adquirió recientemente.

La Cooperativa de Viver tiene una vocación comarcal, del Alto Palancia, y un claro origen oleícola, pero al igual que se extiende su actividad por campos de municipios próximos al que es sede de las instalaciones, también está bien patente el empeño continuado por aprovechar al máximo todas las opciones agrarias de la zona, único camino viable para superar dificultades de partida en una agricultura de montaña, como lo son el minifundismo, los desniveles orográficos, la dispersión de parcelas o la climatología con fríos inviernos.

Sorprende comprobar la relativa 'juventud' de esta cooperativa que nació formalmente en 1990. Sin embargo todo se comprende cuando sus ilusionados gestores (Ana Roca, directora; Paco Ribelles, jefe de campo, y Patricia Pellicer, enóloga) explican que la actual entidad es el resultado de fusionarse diversas sociedades anteriores que tenían viejas almazaras de funcionamiento más o menos irregular y poco acordes con las modernas exigencias sanitarias.

La cooperativa nació en 1990 al fusionarse entidades anteriores y cuenta con 560 socios

El empujón definitivo vino de las normativas oficiales que obligaban a implantar máximas condiciones de higiene en la elaboración del aceite de oliva, así como del trabajo profesional de agentes del antiguo Servicio de Extensión Agraria que fueron convenciendo a unos y a otros de la necesidad de dar pasos en la dirección que finalmente se adoptó.

Como consecuencia nació esta cooperativa, ya con modernas instalaciones de almazara, que aglutinó a 242 socios y no sólo de Viver, sino también de varios pueblos del entorno (Jérica, Daimiel, Benáfer, Novaliches...). Parece ser que el hecho de ubicarse finalmente en Viver se debió a que en el momento de tomarse la decisión definitiva había más agricultores de este municipio.

Sea como fuere, el hecho claro es que la entidad no ha dejado desde entonces de crecer e ir tomando nuevas posiciones, como lo demuestra el hecho de que hoy son 560 socios, más del doble que al principio, y cuenta con una amplia diversidad de producciones y actividades empresariales.

El aceite de oliva sigue siendo el estandarte de la cooperativa, como no puede ser de otra forma, porque estamos en una comarca olivarera en la que prima la variedad 'Serrana', reconocida como de gran calidad. Y desde hace años cuentan con una especialidad oleícola que se ha convertido en marca líder de gran prestigio: 'Lágrima'. Este aceite es el resultado de recolectar una parte de las olivas 'serranas' todavía verdes (empezaron el pasado 13 de octubre, a razón de sólo 15.000 kilos como máximo al día) y prensarlas en frío muy ligeramente. El rendimiento es menor, naturalmente, pero se obtiene algo muy extraordinario, una auténtica 'delicatessen' que reconocen sibaritas, cocineros y todo aquel que no duda en gastar un poco más para no perderse el delicioso sabor de este zumo afrutado en la ensalada o en unas tostadas de pan.

En su afán diversificador, la cooperativa cuenta con tienda propia de suministros, gasolinera y tres supermercados; trata de sacar el mayor rendimiento de las almendras o las nueces de sus socios, ofreciéndolas también sin cáscara y envasadas; desarrolla productos alimenticios (patés) y cosméticos a base de aceite de oliva; ha impulsado la comunidad de regantes, que tiene 570 hectáreas en riego a goteo; orienta a los agricultores que se adentran a producir tomates valencianos, coles, alcachofas de verano y otras hortalizas; fomenta el agroturismo, estimula que se planten más nogales (de la variedad Serr), prueba con cerezas... y ahora aconseja a quienes desean subirse al tren del vino. La vuelta a los orígenes, de la mano de la tecnología moderna.

En estos momentos cuenta con dos líneas de vinos: la gama con la sugerente marca 'La piel de la vid', que abarca 'Nube' (chardonnay), 'Monastrell Rosé', 'Brisa' y 'Viento Roble' (sirah) y 'Niebla' (cabernet sauvignon), y la gama que ya existía en la adquirida bodega 'Divinos&Viñas' de Segorbe, con 'Odisea' (blanco macabeo, rosado de syrah y merlot, tinto joven de tempranillo y cabernet, roble de tempranillo, cabernet y merlot) y 'La Perdición' (las mismas).

La producción aún es de sólo 50.000 botellas, pero va subiendo y ya piensan en ampliar la pequeña bodega, siempre con el compromiso de alinearse con vinos de alta calidad.

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