«La comunidad es el motor: los 'modders' arriesgan, las grandes compañías pulen»: palabra del creador de Counter Strike, en la cumbre start de Valencia
Minh Le reivindica la autenticidad, el contenido generado por usuarios y el riesgo creativo en su charla en el VDS 2025
En el imponente auditorio de la Ciudad de las Artes y las Ciencias, el VDS 2025 ha reunido a emprendedores, inversores y tecnólogos para escuchar ... a una de las voces más influyentes del videojuego moderno: Minh Le, co‑creador de Counter‑Strike. Con una conferencia titulada 'No Plan, All Passion: The Story Behind Counter‑Strike, The Billion Dollar Game', Le desgranó el improbable origen de un fenómeno global nacido como mod, sin financiación, sin plan de negocio y sin ambición comercial, que acabó por redefinir un sector y consolidarse como franquicia multimillonaria.
«Me siento afortunado. Creé el juego cuando la industria estaba en su infancia», confesó. Su frase ancla un relato que combina honestidad, perspectiva histórica y una defensa explícita de la comunidad como vector de valor. «La comunidad modder toma riesgos creativos. Las grandes compañías miran, eligen lo que funciona y hacen una versión más pulida», resumió, casi a modo de tesis. No es una provocación: es una radiografía del ciclo de innovación en el gaming de los últimos 25 años. Counter‑Strike se concibió como una modificación de Half‑Life y fue construido, recuerda Le, en un contexto radicalmente distinto al actual. «Hace 25 años no teníamos Google, no teníamos YouTube. Comunicarte con el equipo distribuido en distintas zonas horarias era duro. Encontrar información costaba semanas», explicó. La falta de herramientas sofisticadas obligó a suplir carencias con paciencia y colaboración. «Lo más difícil fue conectar con otros desarrolladores. Hoy ese problema casi no existe«.
Esa precariedad técnica contrasta con la accesibilidad contemporánea. «Desarrollar juegos es mucho más fácil ahora. Tenemos herramientas increíbles. Por eso vemos tantos títulos nuevos, hay sobreabundancia», apuntó. Y, sin embargo, la avalancha de oferta convive con la resiliencia de un clásico. ¿Por qué, 25 años después, Counter‑Strike sigue vigente? Le fue tajante: «La clave es que la mecánica no ha cambiado. Las gráficas mejoran, sí, pero el juego se siente igual.» Esa consistencia, argumenta, es el cemento que permite levantar ecosistemas estables como los esports, donde la continuidad es virtud.
Riesgo, comunidad y legitimidad
Le dibuja una frontera clara entre la exploración creativa de los amateurs y la prudencia financiera de los grandes estudios. «Cuando tomas riesgos creativos puedes fallar, y eso asusta a las compañías establecidas», dijo. En el terreno indie y modding el coste de equivocarse es menor; en el corporativo, el tiempo y el capital inmovilizado exigen certeza. De ahí que, en su visión, la cadena de valor funcione por vasos comunicantes: «Los top 10 de hoy… diría que ocho vienen de la modificación o de ideas que nacieron ahí. Counter‑Strike, League of Legends, el 'battle royale' popularizado por PUBG y luego Fortnite… La industria mira, identifica lo que prende y lo escala«.
Su propia historia con Valve es ilustrativa. «Podrían haber copiado mi idea. Yo tenía 20 años y cero conocimientos de propiedad intelectual. Pero vieron la comunidad y decidieron trabajar conmigo oficialmente. Fueron generosos», recordó. El mensaje subyacente es que la legitimidad no solo se compra: se conquista reconociendo el valor social que emerge del contenido bottom‑up. Para Le, el contenido generado por usuarios (UGC) es el verdadero acelerador de longevidad. «Permite a tu comunidad ser parte del juego y eso genera engagement. Valve lo entiende: no necesitas un equipo interno gigante si abrazas a tus creadores«. Skins, mapas, modos y herramientas convierten al jugador en coproductor y expanden el ciclo de vida sin fricciones excesivas.
¿Por qué no lo adoptan más los gigantes? «Porque choca con su modelo. Quieren vender contenido anual, DLCs, nuevas entregas. El UGC canibaliza ese esquema», sostuvo. Cita sagas como Call of Duty o Battlefield —donde el modding es limitado o inexistente— como ejemplo de una tensión aún no resuelta entre control editorial y dinamismo comunitario. La conclusión: si buscas longevidad y cultura, cede espacio; si buscas cadencia de catálogo, centraliza. Elegir es renunciar.
Tecnología, IA y la próxima década
¿Hacia dónde va el videojuego en 5‑10 años? Le evita pronósticos grandilocuentes, pero sí advierte un cambio de paradigma en la herramienta, no en la fuente. «La IA ya está entrando y va a cambiar flujos de trabajo. Pero la creatividad humana sigue siendo el motor. La IA nosayuda a desbloquear, a iterar; no sustituye esa chispa.» Es un enfoque pragmático: la IA como copiloto que reduce fricción, abre opciones y acelera prototipado, todo ello en un contexto donde el diferencial competitivo seguirá naciendo de visiones de diseño y sensibilidad comunitaria. Ante una audiencia de emprendedores reunida en el VDS, Le trasladó su aprendizaje clave: «Conéctate con tus colegas. Hacer juegos es mejor en equipo, cuando compartes visión. Eventos como este amplían tu red y te permiten crear ideas y ejecutar mejor«. Detrás de la sentencia hay una ética de oficio: no hay genio solitario que compense la falta de comunidad.
Si en 1999 la escasez jugaba a favor de un mod carismático, hoy la abundancia impone otro tipo de disciplina. «Es mucho más difícil para un amateur romper ahora», admite Le. Pero su receta no es el conformismo, sino la autenticidad. La consistencia de diseño de Counter‑Strike —ese «se siente igual» que subraya— es una lección aplicable a cualquier startup: en un mercado saturado, la coherencia de experiencia y la construcción de comunidad pesan más que el deslumbramiento temporal. La industria, dice, seguirá operando con su lógica de exploración‑explotación: los indies y modders prueban, los grandes escalan. El espacio para crear valor, por tanto, está en los bordes donde emergen nuevas formas de jugar, mirar y pertenecer. Y hoy, con pipelines accesibles, motores democratizados y plataformas distribuidas, esos bordes están más cerca que nunca.
Epílogo valenciano
El paso de Minh Le por el VDS 2025, que se ha celebrado el 22 y 23 de octubre, conecta el espíritu maker con la economía digital que València cultiva con tesón. Entre charlas sobre smart cities y metaversos urbanos, su intervención aterriza una idea simple y poderosa: la innovación no siempre nace de un plan perfecto; a menudo brota de la pasión, la comunidad y la obstinación por mantener la esencia. «La comunidad es el motor», repitió. Y el auditorio, lleno de fundadores y creativos, pareció tomar nota. Porque, al final, la historia de Counter‑Strike no es solo la de un juego eterno. Es el recordatorio de que, incluso en una industria de luces largas y presupuestos gigantes, una idea auténtica, unida a una comunidad comprometida, puede cambiarlo todo. Y eso, en Valencia, suena a llamada a la acción.
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