El precio del diamante natural en joyerías valencianas se desploma en tres años: «Uno de 18.000 euros ahora vale 12.000»
La elaboración de esta piedra preciosa en laboratorio y su popularización bajan hasta un 50% el coste de compra desde 2022
El olimpo de las piedras preciosas en el que el diamante lleva incrustado desde tiempos inmemoriales está cada vez más cerca del común de los ... mortales. La dificultad para conseguir una de estas piezas brillantes que decora los cuerpos de las personalidades más ricas del mundo se ha reducido considerablemente en los tres últimos años, con una caída de precio de hasta el 50% en las variedades de mayor tamaño y de más del 30% en las pequeñas y medianas, según datos de la comunidad de diamantes y joyería PriceScope y de la empresa de análisis de datos experta en el sector Paul Zimminsky. Una oportunidad de oro para acceder a un mercado históricamente restringido a las grandes fortunas y para acariciar con las yemas de los dedos la morada celestial de las piedras preciosas.
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La sacudida del mercado del diamante se palpa en las joyerías valencianas. Una piedra certificada con el máximo grado de excelencia que hace tres años costaba «unos 17.000 o 18.000 euros como mínimo» ahora cuesta «cerca de 12.000», según ejemplifica la gemóloga y dueña de Asensi joyeros, Blanca Vidal, con las tarifas de noviembre entre las manos. Un descenso que también afecta a piezas más pequeñas de medio quilate, que en el pico de 2022 costaban «por lo menos 3.000 euros, mientras que en la actualidad están alrededor de 1.700», agrega Vidal. «Es un buen momento para comprar, aunque no como una inversión», explica para diferenciarlo del caso del oro, que está en máximos históricos y es un valor refugio para los inversores.
La razón principal que explica el descenso del precio de esta piedra preciosa que se utiliza en accesorios como anillos, pulseras, collares o pendientes es que le ha salido un competidor con las mismas características, pero de más sencilla creación. Se trata del diamante de laboratorio o sintético que, si bien comenzó a producirse hace más de una década, ha democratizado su fabricación en los últimos años y cada vez son más los que se encuentran en circulación.
Las características de uno y otro son «exactamente iguales», explica Manolo Llopis, propietario de un laboratorio gemológico con el mismo nombre. Misma dureza, la máxima en la escala de Mohs; mismo color; misma claridad y mismos quilates. «Es inapreciable al ojo humano», indica, aunque con microscopio sí que es posible distinguir uno natural de uno sintético para expertos como él. Eso sí, mientras que uno se obtiene de un proceso de millones de años que se produce en la naturaleza, el otro se consigue en apenas unas semanas o meses, dependiendo del método y del tamaño.
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La única diferencia perceptible, y quizá la más importante, entre ambos para el común de los mortales es el dinero que hay que pagar para acceder a ellos. Así, la superproducción en masa del de laboratorio permite que estos cuesten un 10% de lo que costaría uno natural. «Cuando son piezas grandes, una de 1.000 euros se puede quedar en 35», ejemplifica Llopis.
Exclusividad y romanticismo
Este dato actúa como arma de doble filo en un mercado donde la exclusividad es un valor esencial para el cliente de un poder adquisitivo medio y alto. «El valor sentimental de comprar una piedra natural totalmente única que ha tardado millones de años en formarse es inigualable», considera la la presidenta de la Asociación del sector de la Joyería y afines de la Comunidad Valenciana (Avajoya), Merche Navarro.
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Un romanticismo con el que está de acuerdo una de las dueñas de Marfil Joyeros, Begoña Marfil, que aboga por defender «la piedra natural». «De momento, el sector se ha cerrado en banda a vender los sintéticos, porque implica que el cliente pierda confianza. A nosotros no nos los piden, pero ha habido un bum y tienen su nicho», expresa. La presidenta de Avajoya incide en que «lo más importante es que el consumidor sepa el producto que está adquiriendo y que el joyero sea capaz de explicarlo con transparencia y claridad».
Las voces del sector consultadas coinciden en que el diamante sintético se ha popularizado en los últimos dos o tres años en España y en Europa, a pesar de que en mercados como el estadounidense era un efecto que se percibió con anterioridad. De hecho, una planta ubicada en Trujillo, en Extremadura, ya está fabricando las primeras piedras preciosas de este tipo para replicar a las que se crean en la naturaleza.
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El futuro del diamante sintético, sin embargo, es incierto. Está por ver si la popularidad adquirida al otro lado del Atlántico en piedras de gran tamaño como sustitutivo del diamante natural llega también a España y a la Comunitat Valenciana. La gemóloga de Joyeros Asensi lo pone en duda, pero apunta en otra dirección: el valor de este material en la industria. «Tiene las propiedades adecuadas para ser un conductor en coches eléctricos. Ahí el sector tiene futuro y creo que eso les salvará. En joyerías, en cambio, se limitarán a tiendas de calidad media o baja», proyecta.
Sea como fuere, mientras que se dilucida el futuro de la copia del diamante, los consumidores pueden aprovechar para conseguir ejemplares a precios más mundanos. Es su oportunidad para acercarse al olimpo de las piedras preciosas.
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