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Un camión carga un contenedor repleto de naranjas recién cogidas para llevarlas a una industria de zumos. V. LLADRÓ
La eclosión de la 'clareta' y los bajos calibres hunden de nuevo la campaña naranjera

La eclosión de la 'clareta' y los bajos calibres hunden de nuevo la campaña naranjera

Miles de toneladas de la variedad Navelina se recolectan en contenedores para las fábricas de zumo y el agricultor sólo recibe tres céntimos por kilo

VICENTE LLADRÓ

Domingo, 6 de diciembre 2020

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Decenas de millones de kilos de naranjas 'Navelina' se están recolectando en los campos para llevarlas directamente a las fábricas procesadoras de zumo industrial. Las firmas comerciales dejan de coger esta variedad porque la calidad externa ha evolucionado en una mayoría de los casos con deficiencias que hacen cada vez más difícil su venta en fresco. Abundan este año los calibres pequeños y encima se ha producido una eclosión de la 'clareta', un defecto que se manifiesta con abultamientos en la piel y que no afecta para nada a la condición interna de la fruta, incluso puede que sea más sabrosa, pero la rechazan los clientes y el comercio en fresco la deja enseguida de lado.

Como se decía antiguamente, mucha naranja 'no es apta para la exportación', aunque hoy el término exportación abarca todo el mercado, tanto el interior de España como el de cualquier otro país, porque las exigencias de las cadenas de supermercados son las mismas.

El desastre está servido de nuevo; una campaña citrícola más se produce un hundimiento, casi un colapso; al menos por el momento. La naranja 'Navelina' es la más sensible a la 'clareta' y en las últimas semanas se ha registrado una verdadera explosión del problema, del que nadie sabe a ciencia cierta las causas seguras, y mucho menos el remedio, aunque hay infinidad de aproximaciones y algunas prácticas de mitigación.

La consecuencia inmediata es que la 'Navelina' es rechazada por los compradores en fresco, salvo casos puntuales donde se mantiene un razonable nivel de calidad. Se rehacen contratos, o simplemente se incumplen por la parte compradora que deja 'colgado' al agricultor, y en unos casos y en otros -también entre quienes descubren que ya no podrán vender la fruta como aspiraban- se ven abocados al recurso último de la industria transformadora, lo que se traduce en precios paupérrimos. Las fábricas pagan muy poco porque compiten con los precios baratos del gigante mundial del zumo industrial, Brasil.

Los corredores que proliferan por los pueblos citrícolas y compran naranjas para la industria pagan tan sólo 9 o 10 céntimos por kilo. Como hay abundancia de suministro tampoco hay interés en aumentar. Y ante la proliferación de agricultores que quieren quitarse de encima la fruta problemática, cuanto antes y a como sea, se han montado con rapidez sistemas logísticos que acuden a liquidar fincas enteras de dicha variedad. Utilizan contenedores que los camiones depositan en el suelo para facilitar su carga y luego los recogen cuando ya están llenos. Los corredores de las fábricas aportan las cuadrillas de cogedores y los acuerdos rápidos con los propietarios se hacen a base de que quedan para ellos tan sólo tres céntimos por kilo.

Una situación en la que todas las pretensiones de la Ley de la Cadena Agroalimentaria quedan por el suelo. No irá a creer nadie aún que tres céntimos igualen siquiera los costes mínimos de cultivo.

Venden naranjas del hemisferio sur como si fueran españolas

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