El cultivo de granadas vuelve a ser rentable
A la apreciable reducción de plantaciones en los últimos años se une una mayor demanda, sobre todo para las variedades muy rojas
El cultivo de granadas experimenta en estos momentos un retorno a las líneas de rentabilidad que perdió en años anteriores. Primero vino el 'boom', ... luego el hundimiento, y ahora regresa un nuevo periodo de bonanza. ¿Qué ha influido es este cambio? Dos factores: en los últimos años se han arrancado muchas plantaciones que no eran viables (se habla del 60% de arranque en toda España, en Andalucía más), con lo que descendió la oferta, y al mismo tiempo se ha animado la demanda en muchos países de Europa por esta fruta, sobre todo para variedades rojas, por su mayor contenido en compuestos antioxidantes.
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¿Se volverá a las andadas? Gente experta en este cultivo, como Daniel Delgado, de Picassent, cree que no es fácil que se vuelva a caer en errores anteriores, porque salió mucha gente escaldada. Sin embargo, en paralelo a la recobrada rentabilidad, se está registrando también un renovado interés por plantar nuevos campos de granados, hay demanda de plantones, aunque con más sensatez que antaño, sin aquellas alegrías desmesuradas, cuando se plantaba casi a ciegas, sin conocer el mercado ni contar con especialistas que saben cómo llevar bien el cultivo.
Lo que era ruina habitual en temporadas pasadas, ahora ofrece satisfacciones de nivel aceptable. La granada roja se paga en campo a 70 céntimos el kilo. Daniel Delgado hace hincapìé en que este nivel de precio sólo lo alcanzan las variedades rojas, como Acco, Smith, Bigfull, Kingdom, Wonderful..., porque en ellas y en la exportación descansa sobre todo esta resurrección del sector. Las de colores pálidos, que son más para el mercado local, se pagan a entre 50 y 55 céntimos el kilo en el campo.
En España no hay la misma cultura de consumo de granada que en otros países; aquí se come mucha menos y se prefieren las variedades más dulces, como las autóctonas Valenciana, Tendral, Mollar de Elche... Estas clases tienen un color de piel entre crema y rosa y los granos (arilos) son entre blanquecinos, sonrosados y rojo claro, más dulces y no tienen 'madera' en su núcleo. Sin embargo no gozan de las preferencias en Alemania, Austria, Francia, Reino Unido..., ni tampoco en Arabia Saudí, Canadá o Brasil, a donde se dirigen la mayor parte de las exportaciones; en esos destinos las quieren bien rojas, granates mejor, que curiosamente son más ácidas y sus arilos suelen tener un pequeño núcleo de 'madera'.
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Este detalle de la 'madera' del arilo, que podría considerarse en principio un hándicap para el consumidor, salvo para elaborar zumo (casero o industrial), no desincentiva la demanda: se las comen como si tal cosa; unos expulsan dichos diminutos núcleos semiduros, como se hace con los huesos de las olivas, por ejemplo, y hay también quien los mastica y se los come sin problemas.
Objetivo: arilos sin madera
No obstante, el primer objetivo de los genetistas que buscan nuevas variedades (sobre todo en Israel, de donde llegan las principales novedades) es eliminar esos diminutos tropezones de los granos para lograr un éxito redondo. Eso y que saquen más color, que no se rajen con las lluvias, y a ser posible que fueran resistentes al hongo de la alternaria, el principal problema de un cultivo que se acopla bien a todo tipo de suelos y de aguas, de ahí su potencial expansión.
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Según explica Delgado, el cultivo del granado no requiere grandes mimos, tan sólo contar con un buen asesoramiento técnico para no fallar en momentos puntuales. Hay que cuidar la poda para que el arbolado pueda ser más productivo y tener muy presentes dos plagas: la alternaria, que se debe combatir en floración, para que el hongo no entre en el incipiente fruto (si no, ya no hay manera de eliminarlo y las granadas pueden verse dañadas), y el pulgón durante la primavera. Las necesidades de agua son menores que en el naranjo: unos 3.500-4.000 metros cúbicos anuales por hectárea, la mitad entre julio y agosto.
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