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Cerrar o seguir: la gran encrucijada empresarial tras la dana

La tardanza en el pago de ayudas e indemnizaciones provoca el adiós definitivo de negocios y obliga a invertir en soluciones antirriada

Jueves, 30 de octubre 2025, 00:44

Los trabajadores del Polígono Industrial El Oliveral de Riba-roja ponen rumbo a la A-3 para volver a casa tras dar por finalizada su ... jornada laboral. Es su día a día. Lo ejecutan de lunes a viernes a una misa hora en un proceder casi rutinario que solo puede verse afectado cuando algo falla. Aquel 29 de octubre algo falló. Litros y litros de agua empezaron a provocar un «colapso total», como explicaban desde la Entidad de Gestión y Modernización Parque Logístico Valencia (EMGPLV), en el interior de las empresas, así como en las calles del parque empresarial. Trabajadores atrapados, coches arrastrados por el agua y maquinaria completamente destrozada. Ya no hubo más salidas rutinarias en busca de la A-3 al término de la jornada laboral en un tiempo. Fue el inicio de un año de pesadilla.

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Hoy la normalidad parece, haber regresado a las zonas industriales. Pero solo eso, apariencia y poco más. Los polígonos que sufrieron inundaciones siguen exigiendo mejoras en la calzada, en el alumbrado público o en el suministro eléctrico. En Catarroja la luz se sigue yendo prácticamente a diario, mientras que en Paiporta o en Chiva miran al cielo con temor cada vez que se anuncian lluvias debido al deficiente estado que presenta la red de alcantarillado pluvial en sus polígonos.

Cierto es que no ha faltado colaboración de la administración para devolver esa relativa normalidad a ejes fundamentales para la actividad económica de la provincia, como reconoce la nueva presidenta de la Federación de Parques empresariales de la Comunitat Valenciana (Fepeval), Patricia Muñoz. Aunque también es verdad que la ayuda tardó tanto a nivel de obras en infraestructuras básicas como en cada una de las empresas dañadas por la entrada del agua a sus instalaciones.

De hecho, un año después de la trágica tarde, Cámara Valencia estima que una treintena de empresas del sector industrial ubicadas en plena zona del desastre no han podido reabrir por culpa de la dana.

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Y es que si para los parques empresariales hace un año comenzó un año de pesadilla, para las empresas, los comercios y los trabajadores autónomos la situación no ha sido mucho más llevadera.

La tardanza del Consorcio de Compensación de Seguros para abonar las indemnizaciones oportunas y la falta de consenso entre administraciones a la hora de gestionar las ayudas públicas complicó –y mucho– la vida al sector empresarial. De hecho, según se extrae del último informe de pagos publicado por el Consorcio, en torno a un 15% de las compañías que se vieron afectadas por la riada todavía no han resultado beneficiarias de la totalidad de las indemnizaciones correspondientes.

Algo que desde la Confederación Empresarial de la Comunitat Valenciana (CEV) consideran «preocupante» debido a la importancia que pueden tener los pagos del seguro en la toma de decisiones a medio plazo. «Si el consorcio me da algo de dinero pero no me dice la cantidad total que me va a abonar ni los plazos impide la toma de decisiones empresariales», comenta la presidenta de CEV Valencia, Eva Blasco.

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El resultado: en torno a medio millar de empresas que todavía no han podido reabrir.

Ante una situación compleja, que se fue agravando a medida que los meses pasaban y los pagos del Consorcio seguían sin llegar, los ahorros o el endeudamiento se convirtieron en las dos únicas vías posibles de supervivencia, sobre todo en los primeros meses tras la tragedia. «La mayor parte de empresas lo han intentado y han tirado para delante con fondos propios. Los que no han podido es porque no disponían de fondos propios y no han podido acceder a créditos», indica Blasco.

Entre las víctimas empresariales, un sinfín de comercios. En concreto, según los cálculos de Cámara Valencia, en el sector servicios en torno al 20% de los 2.300 comercios afectados siguen sin poder abrir.

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Algunos negocios, como el concesionario que regentaba Ángel Arbona no volverán a hacerlo. El coste de la reconstrucción y la cuantía estimada de ayudas convertían la reapertura en una ecuación imposible de resolver. «Nos informaron que la reconstrucción del negocio no sería fácil, ni rápida, y que las ayudas solo nos servirían más que para un aperitivo debido al nivel de endeudamiento que tenía la empresa», explica el empresario.

«Nos dijeron que las ayudas no serían más que un aperitivo»

Ningún coche volvió a salir del concesionario de Ángel, ubicado en el polígono comercial de Alfafar. El agua superó los 160 centímetros y arrasó con todo. Antes de que concluyera 2024 la decisión ya estaba clara debido a la ya previsible tardanza en los pagos y a la cuantía necesaria para volver a abrir. «Las indemnizaciones no irían a la par en función de las necesidades de la reconstrucción», reconoce que le dijeron sus asesores. El cierre era prácticamente una obligación. «Nos informaron que la reconstrucción del negocio no sería fácil, ni rápida, y que las ayudas solo nos servirían más que para un aperitivo debido al nivel de endeudamiento que tenía la empresa», recuerda Ángel.

Los casos de Francisco Pedreños y Ana Gomar tuvieron un final distinto. Las iniciativas privadas, que permitieron salir del paso en los primeros compases de la reconstrucción, le dieron la oportunidad a Pedreños de reubicar su negocio, un centro de estética y peluquería, que ahora ya solo es peluquería.

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Ana Gomar tuvo que empezar de cero para no poner fin a una joyería con una larga tradición familiar. Igual que ella, Ramón Gómez no lo tuvo fácil, pero apostó por mirar hacia delante.

«Si el día de la dana me quedo en la joyería, no salgo de allí»

Las cadenas, los relojes y las pulseras de la joyería de Ana Gomar, ubicada en Alfafar, quedaron sepultadas en el lodo. Ella, por suerte, había escapado de la tienda antes de que llegara la riada. «Si el día de la dana me quedo en la joyería, no salgo de allí», recuerda. Aunque la fachada del negocio estaba intacta, la tromba de agua que entró en el bar de al lado se llevó por delante la pared que los separaba, así que Gomar, joyera de tercera generación, se vio obligada a empezar de cero. Tuvo que esperar casi cinco meses hasta reabrir el escaparate y volver a reencontrarse con sus clientes, aunque en un espacio nuevo. «La gente volvió con ganas de comprarse algún capricho», comenta.

«Hemos empezado de cero», apunta Ramón Gómez de Enjoy Motors. El miércoles 30 de octubre llegó a su fábrica en el polígono industrial de La Pahilla en Chiva a las seis de la mañaña para darse de bruces con la desolación: «Lo perdimos todo, absolutamente todo. Cualquier elemento que estuviera a una altura inferior a 1,65 metros quedó inservible».

La inercia, acompañado de familiares, amigos y voluntarios, le llevó a limpiar la nave, a sacar todo el barro y un material traducido en una inversión de muchos miles de euros que hubo que tirar a la basura. El momento clave llegó el domingo 3 de noviembre, cuando la instalación estaba limpia y vacía: «Le dije a mi padre y Silvano, nuestro socio, que paráramos una hora, para ver qué hacíamos. El agua se lo llevó todo, lo habíamos perdido, y la cuestión era seguir o abandonar. Los tres decidimos seguir».

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A partir de ese momento ya no hubo marcha atrás. «Si seguíamos no podíamos parar, preparamos la inversión y volvimos a empezar, no quedaba otra». Las decisiones también trajeron un cambio de modelo en la fábrica. Hasta el día de la dana, todo quedaba paletizado en el suelo. La experiencia les ha hecho cambiar el sistema de almacenaje. Ahora, en los 3.000 metros de la nave se han colocado estructuras metálicas en altura modelo estanterías para que los palés ya no estén en el suelo sino que queden a salvo de una futura inundación. Un modelo de centro comercial Ikea pero en sistema almacenaje. Pueden meter 50.000 motores para persianas en altura.

«Dos de los seis trabajadores no se han podido reincorporar»

El negocio de Francisco Pedreño, ubicado en Paiporta, quedó «devastado» tras el paso de la dana del pasado 29 de octubre. Tanto la peluquería como el centro de estética y la tienda de productos que lo conformaban estuvieron más de un mes inactivos, hasta el puente de diciembre, lo que obligó a que varios de los trabajadores sufrieran un expediente de regulación temporal de empleo (ERTE). Dos de ellos nunca se llegaron a reincorporar. La peluquería pudo reabrir gracias, primero, a las ayudas de Juan Roig y, más adelante, a las de las administraciones públicas, aunque el local está en una nueva ubicación. La clientela habitual ha vuelto a acudir.

La búsqueda de medidas alternativas para reducir posibles daños ante futuras riadas ha captado buena parte de las inversiones de los empresarios golpeados por la riada. Al igual que Ramón, los responsables de otras compañías ubicadas en la zona cero se han lanzado a instalar sistemas de protección frente a desastres naturales. Guillermo Catalá, CEO de la Compañía Valenciana de la Seda, reconoce que el único objetivo que se marcaba la entidad una vez recuperada la actividad era el de protegerse frente a posibles episodios similares. «Nuestra intención ha sido blindar la nave en cuanto a inundaciones», asegura Catalá, que, al igual que Ramón Gómez ha tenido que desembolsar dinero propio para hacerlo.

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«Nuestra intención ha sido blindar la nave en cuanto a inundaciones»

Catarroja y Beniparrell, dos puntos críticos en los que el agua anegó naves y oficinas. Entre las afectadas, las dos principales factorías de la Compañía Valenciana de la Seda. Guillermo Catalá, gerente de la firma, lo recuerda como «un golpe importante a la seda, pero sobre todo a la maquinaria». En resumen, «un desguace total», que requirió de una inversión de un millón de euros en la que primó la seguridad. «Dejamos atrás la nave de Catarroja y unificamos todo en Beniparrel», comenta Catalá. Su apuesta por la instalación de barreras antirriadas en el exterior de su nueva gran casa solo tiene un objetivo: «Nuestra intención ha sido blindar la nave en cuanto a inundaciones».

«Nosotros tenemos diferencias con el perito del Consorcio y sólo hemos recibido un 10% de nuestra valoración», apunta Ramón. En un año, se han recuperado y están en números de mercado. «En realidad nos afecta más la situación mundial de nuestro sector que los daños de la dana», señala este empresario de Chiva, que espera que algún día se ejecuten las obras de mejora previstas para que el polígono de la Pahilla de Chiva no se vuelva a ver en una situación como la vivida hace un año.

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