El legado del Pamesa tiene un guardián en la Fonteta
historias del baloncesto ·
Alfonso Castilla. El delegado taronja ha superado los 1.500 partidos, entró en el club hace 27 años gracias a su entrenador en San Marcelino y fue apadrinado por Miki Vukovic, que supervisaba sus notasEl Valencia Basket tiene 36 años como club y su delegado lleva 27 en el puesto. Un dato que lo dice todo sobre la figura ... de Alonso Castilla, el guardián del legado del histórico Pamesa, que jugaba en el equipo de San Marcelino hasta que su entrenador, Javier Vega, le preguntó si quería ayudar en la Fonteta, donde él ejercía de delegado. «Me iba corriendo cuando salía del instituto», confiesa «porque desde el primer día no estaba con mis ídolos sino con mis amigos y mi familia. Así sigue siendo». Cuando el primer equipo descendió en Huesca en el 95, el delegado José Miguel Taronger dejó el puesto. Es ahí donde un joven de 17 años ocupó ese lugar, con la bendición de Miki Vukovic: «Fue el que dijo mi nombre porque veía que pedía las cosas y antes de pedirlas ya las tenía. Me dejó claro que si sacaba malas notas no volvería. Siempre le he dicho a mi padre que le tenía más respeto a la bronca de Miki si sacaba malas notas que a la suya. Mi padre siempre agradeció cómo se volcó conmigo, lo hablaron muchas veces».
Castilla tiene claro que en su santísima trinidad siempre aparecerán, junto al «arquitecto» como define al técnico de Tuzla, el doctor Jorge Mora y Martín Labarta: «Es un emblema, un señor y un ejemplo para toda la ACB. Toda persona, de todos los equipos, que entra al pabellón lo primero que hace es acordarse de él. Desde que le detectaron el cáncer no he visto más gente volcada con una persona en la vida. Cada equipo que venía a Valencia me pedía acompañarlos a su casa y le daban una camiseta o un recuerdo. Venía gente de cualquier parte simplemente a tomarse un café con él».
Si hay un momento clave en la vida de un delegado es la llegada de un nuevo técnico. Alfonso ha vivido demasiadas como para no perfeccionar su sistema particular: «Cada maestrillo tiene su librillo. Lo que no hago nunca es preguntarle a nadie antes de venir cómo es un entrenador. Me gusta conocerlo sin ninguna idea preconcebida y a partir de ahí ver cómo tengo que trabajar con él y hacerle entender la postura del club porque en cierto modo soy esa persona intermedia. Llegas a un entendimiento porque todos tenemos el mismo fin. Siempre le digo a mi mujer que casi paso más tiempo con ellos que con ella». De todos guarda buen recuerdo pero él mismo enumera a Katsikaris, Spahija o Perasovic. Pesic, come aparte: «No puedes entender muchas cosas, pasa con todos y tienes que asumirlas. Una de las que me llamaba la atención de él era que siempre quería tensar al equipo, que hubiera presión en el día a día. Siempre buscaba el pique para activar a los jugadores. Unas veces iba bien y otras no tanto».
Con los jugadores, han pasado cientos a los que ha tenido que buscar casa y hasta teléfono, hay mil anécdotas: «Hubo uno que me llamó contándome que quería dejar a la mujer embarazada y cuando le dije en qué le podía ayudar yo (se ríe) ya me explicó que no sabía si tenía que sacar un seguro o cómo iba el tema de los médicos en España». Castilla reconoce que la vida «ha cambiado totalmente» con respecto a la relación que tenía con los Luengo o Rodilla «pero también la competición. Claro que me he tomado bocatas con aquellas primeras plantillas en el Bar Amparo pero ahora hay menos tiempo con tanto partido. Antes se jugaba uno por semana. Ahora el poco tiempo libre lo dedicas a familia o amigos». Si tiene que elegir un momento duro, apunta a la pandemia: «Me tuve que reinventar. Ibas a un aeropuerto sin saber si íbamos a volar todos por el temor de que saliera algún positivo de última hora. Ese miedo siempre estaba. Enlazamos un viaje de nueve días, con prueba en el propio aeropuerto de Tel Aviv para poder entrar. En caso de haberse tenido que quedarse alguien de cuarentena diez días en cualquier país tenía todas las papeletas de quedarme yo también con él. Esta temporada hubo un viaje en el que estuvimos asustados. Volvimos todos de Fuenlabrada cenando en el autobús ya con algún contagiado y al día siguiente nos íbamos a Venecia. Teníamos ya positivos y ya estuvimos con el miedo de que salieran más, como ocurrió unos días después entre ellos con el mío. No sabíamos si podríamos entrar o volver de Italia. Hasta una hora antes de muchos partidos no se ha sabido la plantilla que podías tener».
«Me imagino un club en constante crecimiento. Cuando yo empecé en la Fonteta el squash estaba abajo y la pista arriba. Desde entonces hemos tenido dos reformas y ahora se está construyendo un Arena, tenemos L'Alqueria, las chicas no paran de crecer, el LEB plata también... con la estructura que se está creando vamos a ser un referente en Europa», así analiza al Valencia Basket que vislumbra para el futuro. ¿Si Pegasus infectara su teléfono estarían al descubierto secretos de estado en la Fonteta? «Secretos tampoco hay muchos, los tengo en la cabeza. Lo que sí tiene mi teléfono es una agenda de contactos muy amplia. Tengo que dar respuestas inmediatas y necesito tener al alcance personas que me las puedan dar». El eterno delegado ya sueña con el club en la era del Casal España Arena.
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