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Rafa Martínez y su pareja, Olatz Mercadal, posan junto a los cinco trofeos conquistados por el jugador con el Valencia Basket. irene marsilla
El adiós de la leyenda del pueblo

El adiós de la leyenda del pueblo

Rafa Martínez ya es eterno en la grada de la Fonteta: «Me he dejado la piel por este escudo y sólo he intentando ser buena persona»

JUAN CARLOS VILLENA

Sábado, 15 de junio 2019, 00:45

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valencia. Rafael Martínez Aguilera (Sampedor, 1982) lloró más en el acto de despedida de Lishchuk que en el suyo propio. Un detalle que le define como persona. Tras once años dando la cara por sus hermanos de vestuario, en las buenas y en las malas, se logró convencerle (nunca ha querido los focos) para que se despidiera como lo hacen los grandes jugadores. Para Rafa, el homenaje de verdad fue el espotáneo que le tributó la Fonteta en los últimos ocho segundos de la semifinal de la ACB contra el Real Madrid. Ese que nunca tuvieron Luengo y Rodilla (herida eterna) y que le coronó como la leyenda del pueblo. Eso es lo que es Rafael Martínez, un chico normal que hace feliz a la gente en una pista. «No pensaba con ganar dinero en el baloncesto, sólo con ser mejor jugador», confesó tras volver a Sampedor con el título de la ACB de 2017 bajo el brazo.

Ayer, con camiseta negra y su sonrida perenne, se despidió con honores sobres las tablas que temblaron con cada salto para anotar un triple o con un gesto de rabia. Rodeado de sus amigos, dentro y fuera de la pista, de todos los compañeros que aún no se han marchado de Valencia (Diot, San Emeterio, Vives, Matt Thomas, Sastre y Sergi García) y de personas con las que ha compartido etapas en el club y amistad, como José Simeón o Rubén Burgos. A la afición, representada por varios centenares de personas que se acercaron a la Fonteta, fueron sus palabras más sentidas: «He tenido la suerte de ganar títulos y de haber batido algunos récords pero el mayor de mis éxitos es tener vuestro cariño. No tengo palabras para describir lo que he vivido todos estos años y sobre todo estos últimos tres días. No sé si merezco tanto, sólo he intentado hacer lo mejor posible mi trabajo y ser una buena persona».

Pese a advertir que era la primera vez en su vida que se había escrito un discurso, la voz se le quebró cuando cruzó la mirada desde el atril con Olatz Mercadal. Su pareja, su confidente y la mamá de Paula. La compañera que llegó de su mano a Valencia con 24 años a vivir una aventura y que se marcha con 35 y con una hija de la terreta: «Muchas gracias por acompañarme a Valencia y por formar parte del otro equipo, el de las cosas importantes. Tus éxitos son míos y los míos tuyos. Llegamos dos y volvemos con una valencianeta, Paula, os quiero muchísimo». Una declaración de amor vital, que terminó con un abrazo y con toda la Fonteta envuelta de nuevo con ese velo de lágrimas de emoción que convirtió en eterno ese instante, con los cinco títulos ganados por Rafa Martínez con el Valencia Basket como testigos.

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Una vez superado el momento de emoción, el capitán (lo será siempre) recuperó el buen humor que siempre le ha caracterizado cuando se le preguntó sobre su futuro. «El único plan cerrado es cenar con mis suegros mañana (por hoy) que vienen a casa», bromeó antes de confirmar que tiene «cosas encima de la mesa y tengo que decidir». Manresa, Bilbao, Sevilla y alguna oferta del extranjero esperan respuesta. El chico normal, el de tomarse unas cervezas con sus amigos y sus hermanos en Sampedor, volvió a reconocer que jamás se había imaginado la historia de cuento de hadas que ha tenido en Valencia: «No había soñado ni con la mitad, de la mitad, de la mitad. Había soñado en poder crecer como jugador aquí y ganar algún título, pero poco más». El catalán vinculó el crecimiento deportivo al que se ha vivido en la grada en la última década. De una Fonteta medio vacía en su primer año de Eurocup a la de los abonos agotados: «Lo que buscamos desde el primer momento que llegué era llenar la Fonteta. Desde que se consiguió dimos el salto. Ahora el pabellón siempre está al 80% o al 90%. Lo que me llevo es eso, que ahora la gente en Valencia está enamorada del baloncesto».

Hace un año, conviene tener memoria, Rafa Martínez pasó por el quirófano sin haber firmado ningún contrato. Al salir, dejó clara la hoja de ruta a partir de entonces. «Tuve una conversación con Paco Raga el verano pasado cuando renové por última vez y le dije que cuando deportivamente no aportara o no me viera dentro de los planes del club sería el primero en dar un paso a un lado. Así ha sido. He querido poder decidir y han aceptado», confirmó antes de dejar la puerta abierta una vez que termine su carrera deportiva: «Ojalá pueda volver pero ya no depende sólo de mí. He pasado una época donde he estado en ese momento egoísta de llevar conmigo a mi mujer y a mi hija y a partir de ahora tenemos un grandísimo recuerdo de Valencia. Me gustaría crecer aquí como técnico o como lo que decida hacer en un futuro».

La leyenda tiene claro los dos títulos que más le marcaron. «El de la Eurocup de 2010 fue el primero para todos y la Liga de 2017 fue especial por lo que representó. Yo viví que un equipo como el Manresa podía ganar una Liga y siempre soñé si era posible poder levantar algún día ese título. He tenido la suerte de poder hacerlo», reconoció antes de volver a agradecer el cariño de la gente. De su gente: «Después de un año sin tener protagonismo y de no estar convocado en algunos partidos que salgas ocho segundos y te reciban así es algo que nunca hubiese imaginado. Fue algo espontáneo y que siempre llevaré en el corazón».

La parte directiva, con Vicente Solá, Paco Raga, Chechu Mulero y José Puentes a la cabeza, compartieron la emoción de Rafa Martínez. El director general se abrazó en un mar de lágrimas con su capitán y al presidente se le quebró la voz: «Lo que Rafa significa para nosotros no se puede medir con números y trofeos. Es una persona extraordinaria que ha dado todo lo que tenía para defender su club. Un espejo, un referente, un modelo a seguir por todos los jugadores de L'Alqueria. Nuestra gratitud hacia ti es eterna, infinita». Al final, todo se resume en lo que le susurró Llull al oído cuando la Fonteta abrió su corazón: «Lo más importante en esta vida es el cariño de la gente». No hay más.

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