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MOISÉS RODRÍGUEZ
Lunes, 23 de octubre 2017
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Carles Palmi es un 'converso' de la pilota. A sus 33 años, hasta hace unos meses su contacto con la vaqueta se limitaba a unas clases de raspall en el instituto, ya hace bastante tiempo. «Ahora espero sumergirme cada vez más», indica. Su primera inmersión se dio en compañía de su novia, que participó en el plan de márketing contratado por la Federació. Luego ganó el concurso interno para llevar a cabo la reforma de Pelayo. «Para preparar el proyecto, me vi la final entre Genovés y Álvaro en Youtube», apunta. Admite que antes era incapaz de ubicar en el mapa la catedral del deporte autóctono. «Esto era como Harry Potter, que atraviesas una pared y entras en otra dimensión. Quien no lo conociera no podía imaginarse que dentro de esta manzana hubiera algo así», se defiende.
Sus ciudades Valencia: Cursó arquitectura y donde tiene su estudio (Epigram). Madrid: Estudió un máster después de acaber la carrera. Sydney: Residió allí un año para aprender inglés.
Relación con la pilota En el instituto: Unas clases de raspall en educación física. Tío: Vivía en Massanassa y era un habitual de Pelayo. Pelayo: Ha proyectado la reforma del restaurante y el trinquet.
Unos meses de trabajo después, Carles Palmi ya habla en primera persona en una conversación sobre pilota. «Los que ya estamos vamos a seguir viniendo. Ahora hay que inocular ese deseo al resto de la sociedad valenciana», apunta. Confía en que su trabajo en Pelayo sirva para ello: «Es el colmo del arquitecto. Nos pidieron un proyecto para un restaurante y queremos rehabilitar un barrio. Hicimos un estudio para que esto sea un centro deportivo, pero que no se quede en un lugar donde se jueguen partidas. Que también sea un centro cultural».
Apunta que la catedral cuenta con las instalaciones para ser un lugar de referencia, pero que ahora debe dotársele de una programación diaria. «La pilota ha de ser la bandera, pero a Pelayo hay que darle más usos», asegura Palmi: «En los pueblos, el frontón era el sitio para organizar rifas, concentraciones... Aquí se organizó una pasarela de moda. Hay un contenedor enorme, con una pátina de historia. Puede convertirse en un puntal para el barrio».
El arquitecto destaca que su proyecto actuó en el pasillo de acceso, en dotar de luz al restaurante y de poner en valor a los elementos con valor patrimonial. «Ahora tienes ganas de entrar, porque es un lugar al que le ves proyección. También quisimos abrir el restaurante al trinquet, pero ahí sí se impuso la tradición, que el rebote fuera perfecto. La cancha se ha quedado tal cual estaba», señala Carles Palmi.
El autor del proyecto de Pelayo demuestra haberse enamorado de la pilota. «En una sociedad en la que está todo edulcorado, tiene un componente salvaje, atávico. Ves ahí los jugadores rompiéndose las manos, dándole a la pelota sin pala ni nada», comenta. «Para mí, lo más interesante es la gente de la pilota. Una vez entras en este mundo, se mezclas con personas que llevan aquí toda la vida y otras que acaban de llegar. Y pueden dialogar unos con otros. Le he visto unas raíces históricas que no aprendí en aquellas clases de raspall en el instituto», desliza. Propone que en los centros educativos se incida en ello: «Fue una aproximación interesante, pero nos faltó ir al trinquet. No nos transmitieron el sentimiento de tradición, sino como un deporte más».
A Carles Palmi legustaría seguir adelante trabajando en Pelayo e incide en el sentido de dar a conocer la catedral de la escala i corda y la pilota en general. «Me encantaría continuar con el proyecto de crear un museo, pero no sólo de pilota, sino que pudiera haber exposiciones de pintura, fotografía o de cualquier cosa. Eso permitiría seguir con la línea estratégica de convertir el trinquet en un centro cultural», indica. Su objetivo final es el de atraer gente ajena al deporte autóctono.
«La pilota necesita enganchar a personas de entre 20 y 55 años. La gente de la vaqueta ya la conoce y viene, ahora hay que hacer un trabajo de captación, y para eso es necesario organizar actividades diferentes a las partidas. Que el trinquet tenga programación todos los días. Si vienen 200 personas y se consigue enganchar al 10%, o a los que sean, ya se ha logrado algo», argumenta Carles Palmi.
«Este deporte tiene historia y la gente se puede sentir enseguida identificada con él», asegura el arquitecto: «Hay muchas personas que practican la pilota y está muy viva entre ellas. En ese sentido abarca un sector más amplio que en el País vasco». Vaticina que la iniciativa que se ha llevado a cabo en Pelayo va a reportar muchos éxitos a la vaqueta. «Por lo menos ahora se oye hablar más. Hay gente que me ha dicho que parece que se está reactivando», concluye, optimista.
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