Borrar
En su pueblo. Ricardo Ten, en la nueva plaza de España de Tavernes Blanques. D. Torres
Ricardo Ten: «La gente se queja de vicio y no valora lo que tiene»

Ricardo Ten: «La gente se queja de vicio y no valora lo que tiene»

El valenciano se ha lanzado a los 44 años a batir todos los registros en ciclismo tras una triunfante trayectoria en natación

Cayetano Ros

Viernes, 30 de agosto 2019, 01:48

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Los retos marcan la vida de Ricardo Ten, campeonísimo como nadador paralímpico y ahora, a los 44 años, dispuesto a batir todos los registros como ciclista: entre el 12 y el 15 de septiembre disputa el Mundial de Emmem (Holanda) tras haberse preparado un mes en Sierra Morena. A un año están los Juegos de Tokio.

-¿Qué deporte se le ha resistido por la discapacidad?

- Mi hermano, Antonio, de ocho años más, corría en motos de velocidad y me hubiera gustado subirme a una moto de carreras y tener esa sensación. En la familia nos gusta mucho las dos ruedas y la velocidad. Me encantan todos los deportes.

-¿Su favorito?

- La natación me ha marcado. Soy la persona que soy gracias a ella. De pequeño jugaba al fútbol, al baloncesto, al tenis de mesa, montaba en bicicleta... El accidente lo sufrí con ocho años. Y seguí practicando igual. La competición la llevo en la sangre: no me gustaba perder a nada. A veces conseguía ganarles a mis compañeros que no tenían discapacidad. La primera información que tuve sobre deporte paralímpico fue una chica que preparaba un campeonato de España de natación adaptada en Campanar. Y empecé a nadar sin dominar ni los estilos ni nada.

- ¿Le molesta el exceso de compasión?

Es normal tender a proteger. Pero la sobreprotección impide que esa persona intente hacer las cosas por sí misma. Mis padres siempre me dejaron manejarme en mi vida cotidiana.

- ¿Al fútbol también jugó?

- Sí, en campos de tierra sin iluminación ni nada. Y parábamos cuando se hacía de noche y ya no se veía la pelota. Y llegaba a casa con el muñón lleno de llagas, y mi madre: '¡Estás loooocoo!' Disfrutaba muchísimo.

-¿El rasgo principal de su personalidad?

- Soy una persona muy optimista, positiva. Cuando me surge cualquier problema, pienso en seguida en cómo solucionarlo. No pregunto porqué me ha pasado esto o lo otro.

- De no haber tenido el accidente, ¿habría sido deportista de élite?

- El accidente marca mi vida y la de mi familia. Fue un momento muy dramático y eso te vas dando cuenta al hacerte mayor: ahora que soy padre, entiendo todo lo que pasaron mis padres. Y no, no creo que hubiera sido deportista de élite. En mi entorno, el único deporte que se respiraba eran las motos. Mi padre era ebanista y mi madre ama de casa. Familia muy humilde y de un barrio como Benimàmet, donde las pretensiones eran las de la gente de tu alrededor.

-¿A quién admira?

- He entrenado tantas veces, sobre todo cuando era nadador, en la calle de al lado, con gente trabajadora o estudiante, anónima, que me siento muy fan de esa gente que saca tiempo de donde no hay para poder ir a entrenar. No son estrellas ni son reconocidos.

-¿Cuántas horas entrena al día?

- Entrenamos tres o cuatro horas al día. En natación entrenaba más tiempo. En la bici sales tres o cuatro horas y un par de días al gimnasio.

- Le faltan los dos brazos y una pierna. ¿En qué categoría entra?

- En ciclismo hay cinco categorías y yo estoy en la de más afectación: la C1. Es un mundo complejo. Los referentes en deporte paralímpico son el atletismo y la natación. Y en ellos la edad es un hándicap. Me cambié de la natación al ciclismo por eso y por falta de motivación después de 21 años. En el ciclismo la edad no es tan determinante. Hay un nivel y una participación altos. Para los Juegos de Tokio estoy preparando en el velódromo los tres kilómetros, persecución, y el kilómetro. Y en la carretera, la contrarreloj, de 20 a 30 kilómetros.

- ¿Cómo recuerda su infancia?

- Feliz. Con el trago del accidente que rompe un poco... hasta que empiezo a adaptarme. Me tiro casi un año en el hospital ingresado en la unidad de quemados de la antigua Fe de Valencia. Venían a traerme deberes al hospital. Hacía exámenes y todo eso me ayudó porque, cuando me reincorporé al siguiente curso, lo hice con mis compañeros de clase. No perdí el curso.

-¿Recuerda el accidente?

- Mi hermana, la primera que me socorrió, dice que yo no perdí la conciencia. Fue en Llíria, en una casa de campo de mis tíos. Mis padres tenían otra cerca. Después de comer en familia, mi primo y yo nos fuimos a su casa. Estaban arreglando no sé qué de la terraza, todo lleno de andamios, parecía un parque para nosotros. Subimos arriba, había unos hierros largos, los levanté diciéndole a mi primo: 'Mira qué fuerte soy'. Del peso se me fue para atrás y dicen que no llegó ni a tocar el cable de alta tensión: hizo un arco de electricidad y me electrocuté. El único recuerdo que tengo es ya en la ambulancia: yo intentaba levantarme y mi padre diciéndome que no me levantara. De lo demás no me acuerdo de nada. La mente es muy sabia.

-¿Cómo fueron los siguientes meses?

- Cuando te sucede de tan pequeño no te das cuenta de que te ves privado de mucha autonomía. Mi carácter hizo que me fuera adaptando. A tu alrededor siempre oyes todo lo que no vas a poder hacer. ¡Pobre niño, que no va a poder hacer esto'. Eso me sirvió de revulsivo y al final lo he ido haciendo todo: aprendí a escribir con la boca, conduzco desde hace más de 20 años... Al principio era difícil escribir porque no entendía ni yo la letra, pero después tomaba apuntes igual de rápido que mis compañeros. Y me saqué la EGB. E hice hasta tercero de BUP.

-¿Por qué deja de estudiar?

- No supe encontrar la motivación que sí he encontrado ya de mayor. Y era mal estudiante. Pensaba más en otras cosas: en pasármelo bien, salir por ahí con los amigos, en ser uno más en el barrio.

-¿Cuándo conoció a su mujer?

- Ella (Sonia) es discapacitada visual, y coincidimos en los Juegos de Atlanta 96. En el 98 viene a entrenar a nuestro club, a Campanar, y de entrenar juntos, surge una amistad y de ahí una relación. Y ya llevamos muchísimo tiempo.

- ¿Cómo son sus hijos?

- Mi hijo Antonio, de 13 años, nos dimos cuenta de que destacaba por su sensatez y madurez, y en el cole le detectaron una alta capacidad. Nos propusieron saltarlo de curso y muchas veces su madre y yo le decimos que sea más niño. Yo, a su edad, solo pensaba en pasármelo bien. A veces le digo que somos sus padres y que no utilice un vocabulario tan culto, que no nos va a impresionar. Silvia, de 11 años, no ha salido con la inteligencia de su hermano, pero yo le digo que uno es el inteligente y la otra es la lista.

- Ha estado en cinco Juegos Paralímpicos desde Atlanta 96. ¿Por qué no fue a Atenas 2004?

- El deporte paralímpico entonces no tenía ayuda y me tocaba compaginarlo con mi trabajo de contable en una empresa de instalaciones deportivas. Estuve esos dos años, 2003 y 2004, compitiendo en esquí alpino. Sí, había esquiado alguna vez y tal. Entré en el equipo nacional y estuve en Austria en un Mundial, pero aquí no podía entrenar.

-¿Qué ha pagado de IRPF?

- Unos 7.000 euros.

-Es, pues, completamente profesional.

- Me dedico al deporte, a las conferencias y a ser embajador de marcas. Por ejemplo, soy embajador de Liberty Seguros, que quiere hacer el club de fans más grande del mundo del deporte paralímpico. Transmitimos lo que para nosotros significa el deporte. También estoy de embajador del Levante UD: asociamos mucho lo que ha vivido el Levante, a punto de desaparecer, con lo que hemos vivido nosotros. Y tenemos el mecenas de Juan Roig, a través de proyecto FER, que valora por igual a los deportistas olímpicos y a los paralímpicos. En eso somos la envidia de otras comunidades. También estoy con un gabinete de abogados, Barona Asesores, gestionando una beca para deportistas adaptados.

-¿Cuál es su plan b?

- Las conferencias me gustan: cuando cuentas lo que has vivido, la gente sale con un feedback emocional bueno, con las pilas cargadas. Se dan cuenta de que se quejan de vicio. Y si puedes ayudar a la gente a que sea más optimista y a que se tome la vida con otra filosofía... En la sociedad en la que vivimos no nos damos cuenta de lo que tenemos hasta que lo perdemos. No lo valoramos. Y es abrir los ojos a la gente para que disfrute más.

- ¿Cuánto vale su bici?

- ¿Cuál de ellas? Ahora mismo tengo tres. Es material caro para competir al máximo nivel. Unas ruedas para competir en Tokio valen 5.000 euros. Y así todo.

-¿Sus Juegos preferidos?

- Sidney 2000. El deporte paralímpico era amateur: me entrenaba seis horas al día y lo compaginaba con las ocho horas de mi trabajo. En Atlanta no valoré la plata porque por la tarde me quitaron el récord del mundo. Después de Atlanta, solo pensaba en el oro de Sidney: lo logré con récord del mundo. Y los de Pekín también fueron especiales por vivirlos con mi entrenador de toda la vida, Joaquín Madera.

- ¿Qué país le ha marcado?

- Australia y Nueva Zelanda, por su cultura del deporte. Igual ves a la mamá con el carrito del niño corriendo. Y por la calidad de vida.

- ¿Qué le apasiona fuera del deporte?

- Leer en los viajes. Le cogí el gusto a la lectura de mayor: sobre todo novela histórica tipo de Julia Navarro. Intento que mis hijos lean algo que les atraiga.

-¿Le ilusionan los Juegos de Tokio?

- Claro. Serían mis sextos Juegos, y en otra disciplina: vengo de la natación, donde era una obsesión buscar la milésima, y ahora estoy como un niño disfrutando sin marcarme presión. Y siempre me crezco en la competición.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios