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MOISÉS RODRÍGUEZ
VALENCIA.
Martes, 19 de marzo 2019, 00:53
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Jaime Flores se muere de ilusión. Hace apenas dos meses, el presidente de su club, el Viscoconfort Maristas Algemesí, que celebra este año su 40 aniversario y quiere conmemorarlo ascendiendo a División de Honor Plata, le comunicó que tiene ficha del primer equipo. «Yo tengo claro cuál es mi rol. Hay dos grandes porteros y soy el tercero, pero disfruto como un juvenil cada vez que me pongo el chándal y entreno», asegura. Ahora, con la lesión de uno de los dos guardametas, puede debutar... ¡con 50 años! «En los partidos les ayudo en los calentamientos. Para mí ya sería lo máximo salir a intentar parar un lanzamiento de siete metros», afirma.
A este director financiero, el balonmano le ha dado una segunda o tercera oportunidad. En sus años mozos, fue un prometedor atleta de pruebas combinadas. Natural de Cartagena, alcanzó el quinto puesto en un nacional junior en octatlón y le ofrecieron irse a entrenar a la Blume, en Madrid. Su padre no se lo permitió y acabó emigrando a estudiar económicas a Barcelona, donde residía su hermana. A los 20 años, una lesión de rodilla acabó definitivamente con su trayectoria como atleta. Y entonces fue cuando el balonmano le abrazó por primera vez.
La rodilla ya no le ha permitido grandes alegrías, pero sí disfrutar como guardameta. Había jugado a balonmano en el colegio Maristas de Cartagena y regresó al deporte de su niñez. Jaime Flores ganó en tres ocasiones el Campeonato de España universitario. «Teníamos un equipazo, había ocho o nueve que venían del Barça. Me concedieron la medalla al mérito deportivo de la Universidad de Barcelona. Eso en Estados Unidos tendría mucho reconocimiento. Aquí no tanto, pero yo es de las cosas de las que más orgulloso me siento», sostiene.
Llegó a militar en División de Honor Plata en el Sant Esteve Sesrovires y pasados los 30 tomó la decisión de dejarlo. O eso creía. Un giro de 180 grados en su vida le llevó al Camino de Santiago y después, a Carlet. «Hice una entrevista y me comentaron si tenía algún problema en venirme a vivir a Valencia», precisa. La respuesta fue que no y a finales de 2016 empezó a trabajar como director financiero de un conglomerado de pequeñas empresas familiares, Mecanizados Garrigues, MC Medes y The One Brave: «Sólo tengo palabras de agradecimiento para ellos, me apoyan en esta nueva aventura en el balonmano».
Porque al poco de establecerse por la Ribera, Jaime se topó con Salva Esquer, medallista en Atlanta 96 y que dirige la parcela deportiva del Viscoconfort Maristas Algemesí. «Me dijo que no tenía portero para el equipo de veteranos, que si me interesaba probar», recuerda: «No creo en las casualidades, aquello ocurrió por algo. Me encontré con profesores que había tenido en los Maristas de Cartagena hace décadas».
Ahora, plenamente integrado, Jaime Flores disfruta con cada entrenamiento: «Pongo el móvil apoyado en alguna papelera y me grabo. Lo hago por mejorar... bueno, y también para pasarles vídeos a Miguel, Belén y Lucía, mis hijos. Tengo la espinita de que ellos no me vieron competir hace años y ahora me hace ilusión contarles lo que hago».
Tiene ficha y eso ya es un hito, pero puede convertirse en cualquier momento en el jugador con más edad en participar en un partido de categoría nacional. «Lo prioritario es el ascenso», afirma Jaime, un hombre de club: «Cuando puedo, estoy para lo que me necesiten. He apoyado al femenino en entrenamientos en los que no tenían portera». Por ello, su ilusión no hace sino multiplicarse: «Yo no me pongo límites. Me estoy planteando participar en competiciones de lanzamiento de disco de veteranos».
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