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361 personas completaron la Volta a Peu a Orriols el 10 de abril de 2005.
Diez años de carreras populares

Diez años de carreras populares

Los ideólogos del Circuito de Carreras Populares, Vicent y Joxe, celebran la influencia que ha tenido este proyecto en el auge del 'running' valenciano

Alberto Martínez de la Calle

Viernes, 10 de abril 2015, 12:44

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El fenómeno del running en Valencia encuentra una de sus principales semillas en el barrio de Orriols, concretamente entre las calles San Vicente de Paul y Diputada Clara Campoamor. Justo en ese cruce, el 10 de abril de 2005 dio el pistoletazo de salida una prueba que acabaría marcando una época. Representó el origen del Circuito de Carreras Populares de la ciudad. Un hito del que ahora se cumple una década. Diez años en que este campeonato ha crecido de forma vertiginosa, cultivando la fiebre por un deporte que ha pasado a ser de masas. Atrás queda aquella cita originaria en la que participaron 361 personas. Precursores del auge actual.

Vicent García, inquieto por naturaleza, empezó a coquetear con el mundo del atletismo popular hace más de diez años. Es Posible, la ONG que había fundado en Benicalap, celebraba una quincena cultural y decidió introducir una carrera dentro de la agenda de actos. Y, tiempo después, le iluminó un hallazgo.

Su padrino en este deporte fue Tomás Rivas, quien lideraba Píndaro, entonces la única empresa de referencia en organización de carreras. "Me enteré de que ellos hacían los cronometrajes a través del sistema de códigos de barras que sólo valía 400 euros. Yo, en cambio, tomaba a mano las clasificaciones de mis pruebas", recuerda Vicent.

Así, dio una paso al frente y presentó a la Fundación Deportiva Municipal un proyecto que, en su fase embrionaria, despertaba incertidumbre: "Si unificábamos un poco las carreras que había en Valencia, hacíamos un reglamento común y teníamos clasificación por código de barras, se podía organizar un circuito. Les pareció una buena idea y la aceptaron. Así nació el circuito".

Antes de este pistoletazo de salida, ya se denominaba "circuito" a las diversas y dispares pruebas que había en Valencia. Sin embargo, no había ningún nexo entre ellas ni una clasificación general. Entonces Vicent, el ideólogo, propuso crear una estructura conjunta. Y lo hizo junto a su mano derecha, Joxe Fernández. El código de barras supuso una revolución, aunque hoy se ve como un método rudimentario, ya que desde la cuarta edición se cronometra por medio de chip.

"Cada dorsal llevaba un código de barras y, cuando llegabas a meta, te pasaban un lector que identificaba al corredor y tomaba el tiempo del ordenador. Si llegaban varios al mismo tiempo, se hacía una fila india", explica Joxe. Un año, en la cita de Russafa, se estropeó el sistema. "A viva voz decíamos el dorsal de cada corredor, lo apuntábamos y mirábamos el tiempo", apunta Vicent.

La evolución ha sido radical. "La primera prueba la recordamos como la prehistoria", comenta Vicent. El Circuito de Carreras Populares de Valencia celebra actualmente su XI edición. Ya no acuden 550 deportistas a cada cita, sino más de 6.000. El crecimiento ha sido exponencial

Los inicios resultaron duros y convulsos. Las inscripciones se realizaban sobre todo vía telefónica, existiendo también los cauces del fax e internet. "Nos llamaban sin parar a los móviles y apuntábamos donde fuera en ese momento, a veces en una servilleta. Les pedíamos los datos y después en casa los pasábamos al ordenador. Vicent lo volcaba todo en una base de datos. Te volvías majareta", señala Joxe.

Pero la tecnología ha hecho mucho más fácil la vida a los dos directores del circuito, integrado en la Fundación Deportiva Municipal. "Actualmente, con 8.000 inscripciones, sería inviable ir apuntando con un lápiz. Ahora las inscripciones son únicamente a través de la web, que llega a colapsarse". Para la XI edición, de la que ya se han disputado tres pruebas, las plazas se agotaron en sólo 26 horas.

El circuito ha influido directamente en el furor del running que inunda las calles de Valencia. Joxe destaca el vínculo: "Lo veo en la gente que nos rodea. Gente que no ha corrido en su vida, que empezó en el circuito sin saber lo que era una zapatilla y, como en una catapulta, ha pasado a las 10K, las 15K, los medio maratones y los maratones".

Ha sembrado pasión por el atletismo popular. "Los primeros años sirvieron para ir unificando todo. Las carreras no eran homogéneas. Cada una tenía un horario y una distancia, desde 3.500 de Ciutat Vella hasta los 13.000 metros de Galápagos", argumenta Vicent.

En 2008, el circuito decidió acotar las distancias, fijando una horquilla de entre 5.000 y 7.500 metros. "La idea era fomentar el deporte, generar ese caldo de cultivo para empezar a correr. Y estas pruebas cortas y asequibles para todas las personas son las que han enganchado a la gente. Ha sido la cuna, la base. Era lo que faltaba. Es la fórmula perfecta. ¿Cómo no iba a llenarse de gente?", añade Joxe.

No hay miedo a que el running sea una moda pasajera. "Limitamos las inscripciones a 8.000 personas. Creo que, si lo cerráramos en 10.000, nos acercaríamos e incluso lo llenaríamos. Y esa sería la cifra en que se movería el circuito de forma estable. Ahora el ascenso es mucho más paulatino. El circuito, con la fórmula que tiene, es imposible que pegue ningún bajón", indica Joxe.

Y eso que la competencia va en aumento. Varios domingos hay más de una docena de carreras en la provincia. "Las clásicas siempre tendrán su público, pero ha habido una salvajada de nuevas pruebas que han saturado el mercado de running y estoy convencido de que muchas desaparecerán. Hay algunas con menos de 200 participantes", avisa Joxe.

Ha habido un desarrollo en todos los sentidos. El ritmo de las carreras ha aumentado ostensiblemente. "Hay un nivel muy alto. Los buenos del circuito están corriendo por debajo de tres minutos el kilómetro", subraya Vicent. La exigencia ha subido. "Ahora, para quedar entre los 20 primeros, hay que correr a 3:12. Al principio ganabas carreras con ese ritmo", admite Alejandro Llamazares, uno de los fieles al circuito y que el año pasado terminó séptimo.

Es Posible, que nació como una ONG, se convirtió en un club deportivo intercultural comandado por Vicent y Joxe. Ambos reivindican la labor social del deporte. Hassane Ahouchar, quien arrasó en el circuito conquistando las cuatro primeras ediciones, llegó a Valencia en patera y fue acogido por este equipo. Allí ofrecieron un uniforme al marroquí, quien comenzó a competir y, a base de podios, adquirió el rango de profesional.

Vicent, "soñador y romántico" -como él se define-, repasa con cierta nostalgia los quebraderos de cabeza logísticos que hubo en los años de despegue: "Los montajes que hay ahora no existían. Las infraestructuras han cambiado. Antes no había vallas, cajones de salida ni puntos kilométricos. Ahora está todo delimitado. Antes había un arco de meta y ahora cinco o seis. La masa de corredores se ha multiplicado por 12".

Dentro de este progreso, hay puntos de inflexión. Uno tuvo lugar en 2009 con motivo de la cita de Malilla: "En una reunión con la policía para organizar la carrera, decidieron cortar un sentido del bulevar sur. Sentó un precedente cortando por primera vez una gran avenida de Valencia. Ahora siempre se hace. Si no, no cabemos", explica Joxe. Los trazados han ido madurando y puliéndose. "Los hemos mejorado y son ideales", puntualiza Vicent.

Otro hito ocurrió en Ciutat Vella en 2007. "Se había producido un derrumbe en el barrio. Por una descoordinación, la moto policial fue recto y los primeros atletas en salir siguieron a la moto. El resto tomaron el otro recorrido. Hubo dos carreras. Se armó un follón increíble. Como solución, se dio un punto a todos los participantes. A raíz de esa carrera, Luis Cervera -entonces gerente de la Fundación- me dijo que siempre habría un coche de cabeza y que lo llevaría yo", relata Vicent.

En esa misma edición, hubo otra clave. El escenario, Benimaclet: "La carrera era a dos vueltas. Y había tanta gente que el primero dobló a los últimos pero el coche de cabeza no pudo pasar. Entonces me quedé atrás. Decidimos que no podía haber ninguna carrera más a dos vueltas debido a la masa de corredores".

El circuito, compuesto por diez carreras desde 2011, ha contado con citas emblemáticas, como la carrera noturna de Benimàmet, cuyo colofón consistía en dar un vuelta dentro del velódromo Luis Puig. También han causado furor las metas sobre el césped de Mestalla y del Ciutat de València.

Los directores del proyecto tienen la mochila cargada de anécdotas. Y es que los planes no salen siempre como uno quiere. En 2011, en la última cita de la temporada, que precisamente era Es Posible, los diez corredores que iban en cabeza tomaron un camino equivocado. Algo que trajo serias consecuencias, ya que el comité les descalificó y Jaouad Oumellal se quedó sin los puntos que necesitaba para proclamarse campeón de aquella edición. El título acabó en manos de Adil El Hand.

Joxe, quien al mismo tiempo actúa como speaker oficial del circuito, ha sudado sangre en más de una ocasión. "En una prueba en el Cabanyal, nos dijeron que el cura tenía equipo de megafonía. Llegamos y vimos que era un equipito. Cuando Joxe empezó a gritar, se quemó. Salió fuego. Nos quedamos sin megafonía y tuvo que seguir a grito pelado. Al principio no había tantos medios", rememora entre carcajadas Vicent, quien no rió tanto en la carrera de San Marcelino de 2009.

Hubo una época en que muchos participantes pedían a Joxe que les guardara las llaves del vehículo: "Llevaba los bolsillos llenos. Sin embargo, nunca quería coger las del coche de cabeza. Le decía a Vicent que se encargara. Pero ese día me las dieron a mí. Con el coche delante de los corredores y preparado para la salida, Vicent me dice que no encuentra las llaves. Yo le respondo: ¡No me jodas, que faltan dos minutos para la salida! ¿Cómo puedes perder las llaves? Siempre las tienes tú. Mírate bien. Empecé a echarle una bronca escandalosa. Vicent estaba sudando. Había pánico. No aparecieron las llaves y decidimos adelantar a los corredores y ponerlos delante del coche para poder dar la salida. Cuando acabó la carrera, empecé a sacar llaves para devolverlas a la gente y, de repente, saqué las del coche de cabeza. Me quise morir".

Vicent y Joxe miran con orgullo hacia el pasado, pero también al futuro. Saben que el circuito es un eslabón clave en la cadena del running valenciano, cada vez más extensa. Justo una década después de ver la luz, sigue iluminando al atletismo popular de la ciudad.

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