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La rejoneadora francesa en la plaza. APLAUSOS
Lea Vicens lo vuelve a hacer

Lea Vicens lo vuelve a hacer

La rejoneadora francesa encabeza por tercer año consecutivo el escalafón de toreros a caballo

JOSÉ LUIS BENLLOCH

Domingo, 27 de octubre 2019, 00:57

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La rejoneadora francesa Lea Vicens lo ha vuelto a hacer. Por tercer año consecutivo ha conseguido liderar el escalafón de toreros a caballo. El logro, que no es fácil para nadie, tiene especial mérito por tratarse de una mujer, nunca lo había logrado nadie de su género ni siquiera una sola vez, y por ser francesa, dos condiciones que nunca estuvieron excesivamente reconocidas ni abrieron puertas en el toreo.

Lea, que los últimos días ha llamado la atención de medios tan poco taurinos como puede ser Vogue en su versión italiana, ha logrado sobrepasar en las ferias la barrera del exotismo o la curiosidad que genera el que sea mujer y francesa. Lo demuestra el que haya sumado en la temporada que ha acabado cuarenta corridas, se haya enfrentado a 81 toros y cortado 69 orejas y dos rabos. Todo ello alternando con las principales figuras del escalafón en las plazas de mayor relieve como Valencia, Sevilla, Madrid, Arles, Nimes, Bayona, Bilbao y Logroño, entre otras, detalle que avala su trayectoria y la sitúa definitivamente más allá de la sospecha de un trato de favor o de la ventaja de transitar por circuitos de menor relieve. Las cifras son semejantes a las que logró años anteriores, por tanto, no es casualidad: 46 paseíllos y 77 orejas en 2018 y 41 contratos y 67 trofeos en 2017 con una clara progresión en la categoría de las plazas donde se anunció.

Mujer de fuertes convicciones y mucho carácter. Nacida en Nimes, en el seno de una familia muy ligada a la cría de los menudos caballos camargueses, se licenció en Biología en la Universidad de Montpelier y comenzó a hacer realidad su sueño, rejonear. "Un buen día descubrí la magia del toreo en la plaza de Nimes y me propuse formar parte de ese mundo mágico", declaró la francesa. Viajó a Sevilla, se instaló en el cortijo de los hermanos Peralta, donde don Ángel le inició en el arte de torear a caballo. A la hospitalidad correspondió trabajando con denuedo, doce horas diarias de monta y mucha conversación con el maestro que le transmitía sus experiencias. Comenzó a torear, ahorró, compró su primer caballo, un potro de nombre Gacela que figura entre las estrellas de su actual cuadra y ya todo fue crecer y crecer. Siguió formando y educando sus caballos muy personalmente, sin grandes medios económicos, lejos de lo que han sido los modos más frecuentes de acceso a su profesión.

Un rejoneador vale lo que vale él más lo que vale su cuadra y a reunir los mejores caballos posibles se dedicó Lea. Al inicial Gacela, un castaño, pura sangre español, hijo del célebre Brujo, con el hierro de los hermanos Peralta, le añadió a Bético, que en la actualidad tiene trece años como el anterior, también con el hierro de los Peralta. Después llegó Desafío, un potro de la ganadería de Arsenio Cordeiro, y Samurai, de la casa de Ortigao Costa, además de Indio, Ardilla, Jazmín, Caramelo y Diluvio entre otros, a los que fue preparando y poniendo su doma a su gusto. En la actualidad tiene una cuadra de quince caballos confirmados y cinco potros en formación

Los antecedentes

El toreo a caballo ha sido históricamente el único resquicio en la legislación por el que podían acceder las mujeres al toreo activo después de la contienda civil y hasta que a finales de los setenta se derogó su prohibición. En esa especialidad, la más destacada había sido la peruana Conchita Cintrón, chilena de nacimiento, era hija de un militar americano que vivió en diversos países latinoamericanos pero fue en Lima donde a la entonces jovencísima Conchita le cautivaron los caballos, primero, y los toros, seguidamente. Sus primeros triunfos llegaron en México y su fama se extendió por todos los países americanos hasta que mediados los años cuarenta dio el salto a España donde nombró apoderado al influyente Marcial Lalanda con la esperanza de que le abriese las puertas para torear a pie aunque solo fuese como remate de sus faenas a caballo. No lo logró aunque curiosamente y como demostración de la doble moral de la época sí lo hizo a puerta cerrada en fiestas que organizaron importantes jerarcas del gobierno. Nada de lo cual le privó del reconocimiento de los aficionados que siempre le tuvieron como una elegante y gran torera a caballo y de las grandes figuras con las que llegó a alternar.

A la Diosa Rubia, como la apelaban, le siguieron otros nombres como Amina Assís, a la que protegió Juan Belmonte, de la que cuenta la leyenda que se enamoró el gran torero llegando a influir aquella relación en el tormentoso desenlace final del gran torero.

Valencia también contó con una importante rejoneadora, Paquita Rocamora, que llegó al rejoneo por la vía de la equitación y también alternó en las principales ferias. Más reciente fue la trayectoria de la francesa María Sara, ya retirada, que se casó con el empresario Simón Casas, actual apoderado de Lea. Desde entonces ha sido frecuente la aparición de rejoneadoras aunque ninguna llegó al nivel de profesionalidad de Lea.

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