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Polope dibujó la chicuelina. JUAN ANTONIO GARCÍA
 Polope pone el toreo en el cielo

Polope pone el toreo en el cielo

Miguelito y Jordi Pérez redondean una gran participación en la Fira de Juliol

JOSÉ LUIS BENLLOCH

Domingo, 22 de julio 2018, 01:06

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La tarde tuvo un momento cumbre: el quite de Polope. Por chicuelinas. Fue el quite de la tarde y me atrevería a decir que el quite de la Feria y hasta de la temporada, salvo que se vuelvan a aparecer las musas y se obre el milagro del toreo pausado, elegante, ajustado y diferente. Durante mucho tiempo se habló del quite de Enrique Vera, o de aquella tarde de las chicuelinas de Puerta y Camino, o el quite del mismísimo Camino el día de la alternativa de El Soro. Desde ayer súmenle a la lista el quite de Polope. Que se lo hizo a un eral, sí, cierto, pero el toreo cuando surge en esa dimensión no importa ni a quién, ni dónde, ni cuándo. Luego, su faena tuvo pasajes en la misma línea. Muy vertical, con mucha pausa, distinto, muy reunido, ¿quién dijo que los artistas no dejaban pasar el toro cerca...? Falló con la espada, su única laguna, y el premio quedó reducido a una oreja. No importa. Desde ayer hay que hablar del quite de Polope. Al menos, hasta que venga alguien y lo mejore.

La tarde tuvo un excelente ambiente, se lidió una muy buena novillada de José Cruz y los chicos mostraron las mejores intenciones. Álvaro Martín se mostró buen torero con un novillo de tanta clase como pocas fuerzas. El mexicano Gilio anduvo muy arrebatado, se fue a portagayola con el capote a la espalda y no cejó en su empeño hasta cortar la oreja. Magaña, mexicano, anduvo discreto y pasó sus apuros. Nino, que llegó desde Nimes, fue un torbellino en todos los tercios y cortó una oreja. Y Pirela, con un novillo extraordinario al que le dieron la vuelta al ruedo, cuajó una faena desigual, con momentos muy buenos. Cortó una oreja.

Con el festejo de ayer se cerró la primera etapa de la Fira de Juliol. Apuesta al futuro que ha dado oportunidad a dieciocho aspirantes a fenómeno, porque si no es con ese objetivo, ser un fenómeno, para qué si no alguien va a intentar la aventura de ser torero. Entre todos ellos, llegados de las tres naciones en las que se dan toros en Europa y también desde México, han aparecido varios con muchas posibilidades de serlo. Nada definitivo porque en esto del toro lo que un día parece blanco puede acabar siendo un fiasco y al revés. Lo único cierto es que la experiencia de esta promoción ha tenido excelente acogida; que la propia Fira se ha enriquecido y ha ganado contenido; y que de pronto, con la fórmula de clases prácticas, se ha superado la barrera de la viabilidad económica de los festejos menores que tanta falta hacen. El hallazgo es tremendo: si con entrada libre, es decir sin taquilla y por tanto sin recaudación, son más viables que abriendo una taquilla, algo está rematadamente mal estructurado en el negocio del toro, pero es lo que hay.

De los nombres que han desfilado por la arena en los días previos, dos valencianos para ilusionarse. Miguelito, que ya está anunciado para debutar con picadores en Algemesí, y Jordi Pérez, conocido como El Niño de las Monjas en razón de la acogida que le dispensan las religiosas, madres de los Desamparados, del colegio de San José de Calasanz, que le siguen donde torea, dando pie a unas imágenes de lo más entrañables. Sus hábitos blancos en los tendidos, sus pañuelos al viento pidiendo trofeos para Jordi, causan sensación. También piden para los otros torerillos porque en la virtud cristiana figura en lugar destacado la generosidad y la ausencia de egoísmo, de tal manera que si rezan y aplauden para que triunfe su Jordi no implica que no quieran que triunfen sus compañeros.

Toreo de escuela

Miguelito es un torero de escuela en el mejor de los sentidos. Maneja los trastos con soltura, tiene variedad, participa en todos los tercios, banderillea con gusto y apuesta por las fórmulas clásicas. En la medida en que se empeñe él crecerá profesionalmente. Jordi es torero de más cuajo, de perfil más recio, de los que se dicen de valor. Su aspecto rubiasco le acerca a los toreros acordobesados. La actuación de Miguelito, que días después cortó cuatro orejas en Manzanares, fue muy torera, muy pulcra, resolvió con gusto y emitió señales de estar preparado para dar el salto. Jordi, más presionado por el escenario y menos toreado, cuajó una faena de menos a más y sobre todo en la parte final toreó al natural con mucha categoría, ajustado y con personalidad. Seguramente necesite de más tiempo de cocción pero expresó argumentos para que se crea en él.

De los fenómenos llegados de fuera destacaron el albaceteño Fernando Molina, muy damasista, con el sentido del temple que ello implica y muy avanzado en su formación; gustó mucho el charro Valentín Hoyos, al que se le nota la tierra ganadera de donde proviene por lo fácil que anduvo con el novillo; el portugués Joao D'Alva además de banderillear como los de su tierra estoqueó como los mejores españoles y se mostró muy sólido; el malagueño Rafael León, el murciano Trigueros, el galo Miñana, también Alcolado que llegó de Alicante... todos pusieron el alma en el triunfo.

Hoy, la Fira cambia de guión con una novillada con picadores y la tradicional desencajonada, la noche del miércoles, dará paso a los festejos mayores.

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