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Concierto de Jethro Tull en Viveros.

La flauta mágica de Jethro Tull sigue funcionando

Ian Anderson al frente de una banda de la que solo queda la marca comercial abre los Conciertos de Viveros

amalia yusta / alquimia sonora

Jueves, 10 de julio 2014, 08:00

Too old to Rockn Roll: Too youg to die: uno de los temas que Jethro Tull incluirían en el setlist de la noche, dejaría las intenciones de Ian Anderson claras: Quizás siempre fuera demasiado viejo para el rock, pero su propuesta sigue siendo demasiado joven para desaparecer. Y es que el que fuera líder de la banda británica Jethro Tull, asido a su flauta travesera, se ha embarcado en una extensa y casi vertiginosa gira, en la que da repaso a los 50 años de trayectoria sonora. Eso sí, con una banda que poco tiene que ver con aquellos Clive Bunker, Martin Barre o Glenn Cornick (entre otros). The Best of Tull llegaba a los Conciertos de Viveros (tras su accidentado inicio con dos cancelaciones nacionales: Bunbury y Duncan Dhu) con un aforo a medio gas pero entregado a la causa Jethro Tull.

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  • 19 Julio Leiva + Santero

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No es que el rock progresivo, ese que defendía Ian Anderson a finales de los 60, fuera un género con mucha aceptación en nuestras tierras. Además de que (todo) llegaba tarde a la Spain-is-different, ya aparecía sin fuelle. Sin embargo, este género, tan ecléctico como difícil de encasillar, ha seguido vivo en las yemas de los dedos de un Ian Anderson mayor (el tiempo causa estragos) pero con las mismas ganas de antaño de dar guerra sobre el escenario. Y con ese Living in the past comenzaba un setlist remember en el que el peculiar sonido de su flauta cobraría vida propia. Un Anderson al que le falta fuelle vocal y que suple en ocasiones con el apoyo de uno de los nuevos tullers de la formación, Ryan ODonnell. El tipo sabe lo que hace. ¿No llega para cantar? Pues pone a otro para que le supla..., comentaba una pareja al salir del recinto de Viveros. No solo apoyo vocal, sino que en ocasiones espejo de los movimientos tan característicos de Anderson. Así es como en la introducción de Teacher ambos se echarían unas flores bien medidas y planificadas...

Porque el show de 2 horas que la banda se marca sobre el escenario (con descanso incluido) tiene un guión muy medido y poco dado a las improvisaciones o elementos de última hora. Hasta los movimientos que Anderson comparte con Florian Opahle (guitarra), son fruto del tiempo compartido sobre el escenario; incluso las pequeñas intervenciones del propio Anderson explicando alguno de los cortes están más que que estudiados. Pero pese a todo, no se trató de un show redondo. La voz de O'Donnell en ocasiones se perdía entre los instrumentos, que solo brillaban en los momentos de los solos. Incluso la escenografía flaqueaba y dejaba ver, al fondo del escenario, la zona de backstage y camerinos instalada en Viveros por uno de los lados del escenario cual verbena de barrio.

Esta se trataba de una gira que la banda ha dividido en dos: las citas en las que suena íntegramente Homo Erraticus (el último trabajo que han editado) salpicado con las canciones de siempre, y la que llegaba a Barcelona, Madrid, Valencia y en unas horas a Fuengirola: The Best of Tull. Determinar lo mejor siempre es complicado, y más si no se ha sido fiel seguidor de los británicos. Esta me suena pero ahora no recuerdo cómo, decía una asistente al concierto unas sillas detrás de donde nos situábamos nosotros. Un público que no solo se nutría de expertos sociólogos de la psyche tuller, sino de curiosos que no querrían perder la oportunidad de ver sobre el escenario a una de las leyendas clásicas del rock. A lo mejor no hay otra oportunidad

Un paseo, no tan tranquilo como creíamos, por temas como Burée (instrumental y que dió paso a un descanso de 10 minutos antes de retomar la segunda parte), With you there to help me, Nothing is easy o Farm on the freeway, en los que quedan patentes las querencias que Ian Anderson siempre ha tenido. Melodías vestidas de Medievo y pasajes de evocación casi psicodelia Puentes aferrados al rock progresivo en intensidad e introducciones épicas. Entre estos esbozos David Goodier (bajo), John OHara (teclado), Florian Opahle (guitarra), Scott Hammond (percusión) y Ryan ODonnell (voz, showman), los Jethro Tull del nuevo siglo, capitaneados por Anderson, nos llevaban en un viaje en el tiempo a través de sus propias fantasías.

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Un concierto en el que ese Living in the past iniciático se convertía en el leit motiv de la noche y en el que prácticamente no hubo oportunidad para que algún tema nuevo se las viera con el público. Solo dos referencias a ese Homo Erraticus que llegaban casi empastadas, Doggerland y Enter the uninvited. Sin novedad en su sonido y anclados a la marca Jethro Tull. Una marca irrenunciable en la que Ian Anderson no solo se encuentra cómodo sino en la que querrá morir Aunque siga siendo demasiado joven para ello Y montados en ese Locomotive breath, la banda se despidió de ese recorrido por el que el propio Anderson iba dando fechas y contando alguna anécdota vivida Y es que la flauta mágica de Jethro Tull, es cierto, seguía funcionando, menos Jethro Tull y más Anderson que nunca.

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