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El arquitecto argentino César Pelli, junto a una maqueta de la Torre Iberdrola de Bilbao. IGNACIO PÉREZ
Fallece a los 92 años César Pelli, el arquitecto a escala humana

Fallece a los 92 años César Pelli, el arquitecto a escala humana

El autor de las Torres Petronas se hizo a sí mismo y nunca olvidó la función social de su profesión

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Sábado, 20 de julio 2019, 07:30

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César Pelli contaba en una entrevista que en los comienzos de su carrera, mientras daba clases en la universidad y trabajaba para el gobierno de Perón, le encargaron construir unas viviendas sociales. «Hasta entonces, lo que se hacía eran conjuntos de casitas californianas en lo que se llamaba un 'barrio jardín', pero terminaban siendo para gente de clase media que tenía contactos. Así que pensé: 'Los voy a jorobar'. Y a propósito, diseñé edificios sobrios muy utilitarios, de un solo piso extendido, como usa la gente en el campo».

El arquitecto de obras imponentes como las Torres Petronas en Kuala Lumpur, que con sus 88 plantas y 455 metros de altura fueron las más altas del mundo hasta 2003, tuvo siempre muy presente la escala humana de sus edificios y la finalidad social de su oficio. A los 16 años, cuando empezó a estudiar arquitectura en su Tucumán natal sin saber muy bien qué era eso, quedó fascinado cuando sus jóvenes profesores le hacían analizar una construcción de Frank Lloyd Wright en vez de un palacio renacentista; diseñar una parada de autobús en lugar de una tumba. «Ahí me empezó a entusiasmar la cosa, porque veía que combinaba el arte con el sentido social», recordaba.

Pelli falleció este viernes a los 92 años en San Miguel de Tucumán, donde trabajaba en la construcción de un centro cívico. Cerraba el círculo volviendo a su pueblo tras abandonar Argentina a los 20 años y estudiar en Estados Unidos junto a su mujer, la arquitecta y paisajista nacida en Gijón, Diana Balmori, fallecida en 2016 y a la que conocía desde la niñez. El autor de la primera ampliación del MoMA de Nueva York, del Jardín de Invierno del World Financial Center dañado en el 11-S, del Museo de Arte Contemporáneo de Osaka y de Abandoibarra en Bilbao, con la Torre Iberdrola como mascarón de proa, trabajó de bibliotecario nocturno y se alimentó de pan tostado durante meses hasta que consiguió un trabajo en el estudio del finlandés Eero Saarinen, a dos dólares y medio la hora.

Sus padres, una profesora de francés de origen sardo y un funcionario de raíces italianas, le inculcaron la idea de «ir más arriba del nivel de uno y de la exigencia de la escuela». El hombre que diseñó barrios enteros, como Canary Wharf en Londres, y que retó el 'skyline' de las ciudades con rascacielos como Torre Cristal en La Castellana de Madrid o Torre Sevilla, siempre tuvo claros sus orígenes humildes -«mi abuelo era tan pobre que nunca se lavó los dientes y heredó nueve panes»- a la hora de cumplir plazos de entrega y trabajar con diligencia. Abrió su estudio propio con 50 años, solía decir, porque no le quedó más remedio.

A Pelli le gustaba recordar que cuando le encomendaron la ampliación del MoMa no es que careciera de oficina, es que ni siquiera tenía un tablero. «El mundo sería mejor si la fama no existiera», aleccionaba. «El éxito hace daño, nos hace pensar que somos únicos y especiales. Nadie lo es».

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