María Adánez: «Soy mejor actriz después de haber sido madre»
La actriz llega a La Rambleta este viernes con 'La gramática'
María Adánez lleva actuando desde los cinco años. Su carrera no empezó con la pija de 'Aquí no hay quien viva', como muchos piensan. Empezó ... cuando era una niña, así que no concibe la vida sin la actuación en todas sus vertientes. Cuarenta y cinco años que culminan con el que según dice, es el papel más difícil que ha interpretado en toda su carrera. Es la protagonista de 'La gramática', la obra dirigida por Ernesto Caballero que estará este viernes 17 de octubre en La Rambleta.
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En ella, interpreta a una mujer de la limpieza a la que se le cae encima una estantería llena de libros. Al despertar, su cerebro ha absorbido el conocimiento de todos esos clásicos que la han golpeado. Despierta siendo una erudita de la lengua y la gramática. El director busca con esta obra establecer una defensa del lenguaje y una crítica al reduccionismo al que se ve enfrentado en un mundo regido por tuits con límite de caracteres.
-La Gramática habla del lenguaje. Hay un filósofo que dice que los límites de nuestro mundo están en los límites de nuestro lenguaje.
-Somos lo que hablamos. En nuestro vocabulario está el ADN de todo lo que nos rodea. Nos otorga un sentido de pertenencia. Las distintas maneras de hablar lo cambian todo.
-¿Dirías que la lengua es un asunto de clase?
-La lengua es un asunto de cultura, y hoy, la cultura está al alcance de todo el mundo. Con internet, hay un exceso de información en todos los sentidos, quizás incluso un exceso de cultura. Hay millones de formas de acceder a ella, que moldea nuestro cerebro y condiciona nuestro criterio y nuestra forma de expresarnos. No es tanto un tema de clases. A medida que uno adquiere el hábito de la lectura, su manera de expresarse cambia. Yo me he hecho buena lectora a raíz de ser lectora de teatro, que requiere de una exigencia técnica que te obliga a ser más afilada en todo. También he tenido grandes maestros que me han cambiado como José Carlos Plaza, que me enseñó a llegar a las frases subordinadas y a desarrollar amor por la palabra. 'La gramática' es muy difícil verbalmente, me ha obligado a hablar de forma muy enrevesada. Sin el aprendizaje previo de todos estos años, no habría podido con esta obra.
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-En el libro '1984', Orwell hablaba de la neolengua, un lenguaje muy reducido en el que cada vez hay menos palabras. Hoy en día, el lenguaje se simplifica. Ya no solo en RRSS, sino también en los medios e incluso en la literatura. ¿Estamos condenados al reduccionismo verbal?
-Ese es precisamente el planteamiento de la función. Me gusta cuando en el teatro lanzas muchas preguntas y pocas respuestas, porque eso genera más debate tras la función. Nace porque Ernesto Caballero veía una decadencia en el lenguaje y el pensamiento de Occidente. Las redes han empobrecido a la lengua, pero también el lenguaje político, que condiciona nuestra manera de expresarnos. Y por otro lado, hoy en día, hablar mal es más cool. Lo cultureta se utiliza como algo peyorativo. Antes leer era un aliciente, un estímulo.
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-¿Tú también crees que la sociedad se está empobreciendo a nivel de pensamiento o crees que se exagera mucho en ese tema y que siempre pensamos que cualquier pasado fue mejor?
-Quiero ser positiva porque soy madre de un niño de cuatro años, pero he de decir que el momento actual es pésimo. Hace poco, Iñaki Gabilondo decía que le da rabia que nos encontremos en un momento sin esperanza. Tenemos guerras, una de ellas está invadiendo Europa, estamos ante el último coletazo de un movimiento político, económico y social [el capitalismo], hay danas terribles, crisis climática… Creo que deberíamos volver a la sencillez, a la esencia de las cosas, quitarnos esa sofisticación. Internet ha hecho cosas maravillosas, pero por momentos desearía no tener teléfono. Nos ha robado tiempo, tranquilidad, nos obligan a ser super productivos cuando el ser humano no tiene esa rapidez. Los actores de teatro seguiremos siendo un reducto ante todo lo malo (ríe).
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-Te he leído decir que esta es la función que más te ha costado aprenderte en toda tu carrera.
-Sin duda, porque tiene un lenguaje muy rico y erudito que no estoy acostumbrada a utilizar. Tampoco he hecho teatro clásico, que de hecho es algo que me apetece mucho. Ernesto me ha picado con el halcón de la palabra. Mi cabeza al principio se cansaba mucho. Si para un texto normal tengo que estudiar mes y medio, este me ha costado tres o cuatro.
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-Tienes una larga trayectoria y has hecho tele, cine, teatro… ¿Con qué te quedas? ¿Formato audiovisual o las tablas?
-Son tres amores distintos, no puedo elegir. Siempre haré tele, le debo muchísimas cosas buenas que me han pasado. He hecho series que forman parte de la historia de este país. El cine es una locura de profesión. De repente, en medio de un rodaje te ves comiéndote un bocata sentada sobre la lápida de un cementerio. Eso solo pasa en el cine. Pero al teatro le guardo un especial cariño porque lo considero lo más parecido a volar, aunque suene cursi. Cuando, a base de repetición y repetición, trasciendes las palabras y dejas de pensar, se produce un momento de tal integración que es disfrute absoluto.
-¿Cambiarías o dejarías de hacer algo de lo que has hecho?
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-No, pero es cierto que, yo que llevo toda la vida (empecé a los cinco años), hay cosas que habría cuidado más. Y por otro lado, quizás intentaría haber tenido más tiempo en mi vida personal. Pero eso lo digo ahora. Cuando tienes veinte años te toca tirar hacia adelante.
-Aitana Sánchez-Gijón contaba hace un tiempo que a partir de los 40, fruto del machismo, pasó de ser la protagonista de las pelis o series que hacía a la madre de la protagonista. Y que muchas veces le ponían hijas a las que le sacaba tan solo diez años. ¿Esto a ti te ha ocurrido, María?
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-No me ha ocurrido, la verdad. Es cierto que mi caso es particular, porque, con 'Aquí no hay quien viva', yo estaba en lo más alto de la popularidad de la tele, y después me quise ir al teatro para ser mejor actriz. Se lo debo todo al teatro, no sería quien soy ahora sin él. Cuando di ese giro, fui provocando nuevas oportunidades, acercándome a directores buenísimos. Hice 'La señorita Julia' de Miguel Narros, un texto muy difícil que hoy haría muchísimo mejor. En aquel momento me tiré a la piscina. No me ha pasado lo que a Aitana, pero sí el hecho de tener muchas series y guiones sobre la mesa y, de pronto, desaparecer. Hay una edad en la que no hay personajes femeninos en ficción. Y eso que ahora hay muchas más mujeres guionistas que están cambiando las cosas. Es triste, porque con cincuenta años, las mujeres somos más sabias y mejores actrices, pero no tenemos tanto colágeno, vaya por Dios. Las experiencias de la vida te las llevas al rodaje. Se están rompiendo los moldes, ahora se escriben más historias de mujeres.
-¿Cuál es la principal diferencia que ves entre la María de hoy y la de hace veinte años?
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-¡Todo! (ríe). He sido madre. Ser madre modifica tu cerebro y tu cuerpo. Ser madre me ha dado un centro, una corteza de árbol que antes no tenía. Me noto con muchísima más solidez a la hora de actuar. Creo que soy mejor actriz después de haber sido madre. Mi amigo Víctor Ullate vino a ver 'La gramática' y me dijo que es la mejor obra que he hecho. Le dije: es porque he sido madre, Víctor. Él, que es bailarín, me dijo que algunas de las bailarinas con las que ha trabajado se volvieron mejores después de ser madres.
-Tanto a ti como a otros muchos actores y actrices de 'Aqui no hay quien viva' os he oído decir que en aquella época trabajasteis como nunca lo habíais hecho.
-Sí. Fue una locura. La serie tenía tal éxito que la cadena nos pedía capítulos y capítulos. No llegábamos a emisión. Eso ya no ocurre, las cadenas o las plataformas ya no piden tantos capítulos. Todo lleva unos tiempos marcados. Le tengo muchísimo cariño a aquella época. Fue una aventura muy loca. Y sigue siendo de las series más vistas. 'Aquí no hay quien viva' es inmortal. Gracias a la genialidad de los guiones.
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-¿Cómo recuerdas ahora la serie, con más de veinte años de perspectiva?
-Me da nostalgia, pero sigo trabajando con Alberto y Laura Caballero en 'La que se avecina'. Los dos hacen uno de los tándems creativos más geniales de este país. Me llena de satisfacción ver cómo han crecido. ¡Cuando empezamos éramos niños! Alberto tenía treinta años, yo veintiocho y Laura veinticuatro. Y mira dónde están ahora.
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