Miguel Hernández: «En Valencia se ha reunido lo peorcito de cada parte y deben ser contadas las personas apreciables que tiene ahora»
El poeta oriolano desarrolló una relación de amor-odio con el Cap i Casal al ver lo ajena que era la ciudad de la guerra que se abatía sobre Madrid en febrero de 1937
Miguel Hernández (de cuyo nacimiento en Orihuela se cumplen el jueves 115 años) es el poeta de la sensibilidad, el que supo cantar a la ... muerte de su mejor amigo y que sacó fuerzas de flaqueza para escribirle unas bellas nanas a su hijo pequeño mientras agonizaba en la cárcel. También era un hombre temperamental, profundamente comprometido con la causa de la República, y al que le asqueaba que la vida siguiera más allá del frente donde él mismo se metió en cuerpo y alma para defender a su país. Es por eso que en las cartas que le escribe a su entonces novia, Josefina Manresa, Hernández exhibe un desdén hacia Valencia muy evidente. Es febrero de 1937 y viene de combatir en Madrid, por lo que no es de extrañar que al encontrarse con una ciudad en mejores condiciones que la capital diga que Valencia le desagrada: «Se ha reunido lo peorcito de cada parte y deben ser contadas las personas apreciables que tiene ahora».
En cartas que le escribe a Manresa desde Valencia, expresa en varias ocasiones su desagrado por la ciudad. «Voy a resolver unos asuntos en Valencia», le dice el 29 de febrero de 1937, «y quiero saber de ella cuanto antes porque me indigna ver a la gente tan ausente de lo que pasa en Madrid». Y es que en Madrid, por aquel entonces, se luchaba por cada palmo de tierra, con el ejército sublevado en la Casa de Campo. La situación en la capital era dantesca. Así lo explica Diego Cored Keller, doctor en Historia y educador en los refugios antiaéreos de la ciudad de Valencia. «Hay que tener en cuenta que era una persona del frente, y que básicamente todo el centro, el norte y el sur de España en marzo del 37 ya era del bando sublevado, quitando algunos reductos como Asturias o Euskadi. Es el momento del cerco de Madrid. Valencia aún está alejada, pero ya está recibiendo bombardeos», cuenta el historiador, que recuerda que el primer bombardeo que sufrió la ciudad fue el 14 de febrero, con el ataque del barco Baleares. «Valencia no tenía capacidad de defensa, sólo había dos cañones antiaéreos porque los recursos estaban destinados a otros frentes», explica Cored Keller. Por su parte, el historiador José María Azkárraga, experto en la Valencia de la Guerra Civil, aventura que esta animadversión de Hernández puede tener más que ver con su propio carácter («era un hombre de campo»), aunque apunta que en Valencia la vida era más fácil: «Había cafés y la comida estaba más al alcance gracias a la huerta».
Y es que Valencia, que fue una de las últimas ciudades en caer ante los golpistas y que llegó a ser capital de la República, vivía lejos de las penurias del frente. No se ataban los perros con longanizas, por supuesto, pero sí se vivía cierta tranquilidad. Los cafés y las tertulias literarias funcionaban y quien vivía en Valencia todavía podía disfrutar de placeres mundanos, siempre y cuando quisiera obviar los nidos de ametralladoras, las sirenas antiaéreas y las soflamas que se pronunciaban desde cada mesa o en cada esquina. A esa ciudad atribulada llega Miguel Hernández, que la conocía bien porque en Valencia se imprimía «Hora de España», un semanario con el que colaboró en varias ocasiones en su faceta de periodista (era verdaderamente un gran cronista de guerra, nada imparcial, eso sí).
Y es desde esta Valencia que no termina de entender del todo donde escribe varias cartas a su querida Josefina. La amplísima producción epistolar el poeta de Orihuela está compuesta, en un porcentaje muy alto, por cartas que escribe a su primero novia y luego esposa. El 2 de julio de 1937 le escribe a Josefina y le dice: «Mi querida nena: ayer tarde a las ocho pisé esta ciudad que me desagrada. Si pudiera decirte las cosas que llevo pensadas desde que salí de Cox, pensando en ti, no terminaría en todo el día». El 5 de julio vuelve a escribirle: «Me acuerdo de ti como si te llevara clavada en la frente. ¿Y tú? Ayer no he podido escribirte. El Congreso me lleva todo el tiempo».
«Ayer tarde pisé esta ciudad que me desagrada», le escribe a Josefina Manresa en 1937
Se refiere el poeta al Congreso de Intectuales Antifascistas que se celebró en Valencia entre el 4 y el 17 de julio de 1937. A él acudieron poetas y escritores de todo el mundo y a él acudió, claro, Hernández, que se sentó en el Hemiciclo municipal, dado que el congreso se celebró en el Salón de Plenos del Ayuntamiento de Valencia. De estas sesiones se conservan imágenes de Walter Reuter, que obran en poder de Guillermo Fernández Zúñiga. Son quizá las imágenes en las que mejor se ve a Hernández, sobre todo en una en la que se le ve de primer plano abandonando el Ayuntamiento, con las escaleras de mármol detrás, las puertas abiertas de par en par y decenas de militares a su alrededor.
Ahí sigue erre que erre Miguel con una ciudad que no termina de convencerle. El 27 de agosto, sigue en Valencia, y desde ella le escribe a su «querida esposa y triste» Josefina: «Desde la tarde que salí de tu lado me encuentro en Valencia, esperando salir de un momento a otro para Rusia. Voy con cuatro compañeros más a asistir a unas representaciones de teatro ruso en Moscú, Leningrado y otras ciudades más, para que me sirvan de estudios y beneficios del teatro que yo haga en España. Me acuerdo mucho, mucho, mucho, mucho, mucho, más que tú de mí, de ti yo. Encuentro Valencia fea comparándola con Cox y todas las mujeres horribles comparándolas contigo». La situación en Valencia debía haber empeorado porque añade: «Echo mucho de menos la paz de ahí».
Pero además de cartas, Valencia es cuna de algunos importantes poemarios de Hernández. En el número 9 de la calle Avellanas se encontraba la sede de la imprenta Talleres de Tipografía Moderna, que es la que imprime «Hora de España» (cuya sede estaba en la avenida Pablo Iglesias, 12. Esa avenida, por cierto, es ahora María Cristina. Es ahí donde Hernández imprime uno de sus poemarios más ilustres, 'Viento del pueblo', donde recopila varias composiciones publicadas en distintos semanarios. Ahí leemos, por ejemplo, 'Llamo a la juventud' o 'Las manos'. También publica en Valencia 'El hombre acecha', ya en 1939, Tenía que imprimirlo la Subsecretaría de Propaganda a través de la Sección de Publicaciones del Comisariado del Cuartel General del Grupo de Ejércitos, que estaba ubicada en Valencia. Se imprimieron los libros en marzo de 1939, pero la entrada de las tropas sublevadas en Valencia dio al traste con su publicación.
La relación de amor-odio culmina cuando, ya muy enfermo, ansía desesperadamente el traslado al sanatorio de Porta-Coeli, en Serra, dado que es ahí donde cree que va a tener más posibilidades de curarse de una terrible tuberculosis contraída tras pasar por varias cárceles franquistas al término de la guerra. Con todo, termina también pidiéndole a Josefina que hagan todo lo posible para que lo trasladen a un sanatorio de Alicante. Su única obsesión era estar cerca de su familia. Ni eso le permitirán sus crueles carceleros. Miguel morirá el 28 de marzo de 1942, a la temprana edad de 31 años, enfermo y cansado, pero nunca derrotado. El paso del tiempo ha demostrado que a él, como escribió en su poema, siempre le quedará la vida.
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